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Kartas a Kim #3.4. Barreras y asedio. Sí, este también es nuestro sitio. Ft: Hilda Hund (YAY)
Entrevista a Hilda Hund, guitarrista y cantante de YAY
“Ir a un campamento de rock me habría hecho la niña más feliz del mundo y seguro que habría montado un grupo a los 8 años y no a los 80”
Ágata Ahora. En esta carta seguimos reflexionando sobre música, barreras y estrategias para sortearlas, esta vez con la ayuda de la mujermaravilla Hilda Hund, de YAY. Ella empezó a tocar la guitarra y hacer canciones con 11 años. Las grababa por su cuenta, o en verano y navidades con su prima (Clara, guitarrista y cantante de His Majesty the King). Con 25 empezó su grupo propio: YAY. Desde entonces han grabado dos discos y dado decenas de conciertos; entre ellos, el año pasado telonearon a Juliana Hatfield –su ídola desde los 12 años- y Matthew Caws en la sala Sol. Reconoce que la presencia o ausencia de modelos incluye en la cantidad e mujeres que deciden dedicarse a hacer música pero opina que, si realmente estás interesada en el tema, encontrarás la manera de hacerlo, e incluso, de hacerlo a tu manera.
Hola Kim,
¿Qué tal has pasado las vacaciones? Espero que bien. Yo estuve de visita en tu ciudad de adopción, la que vio nacer a Sonic Youth; hasta estuve buscando algunas de las galerías en las que trabajaste en Chelsea. Me gustó, con muchos matices, y ya casi he vencido el jetlag. Todo bien. En fin, a la vuelta he retomado la conversación a la que hemos dedicado las últimas tres cartas: reflexiones sobre las barreras de género que serpentean en torno al mundo musical y narraciones de los caminos que entre unas y otras vamos construyendo para abrir paso. Hoy te quiero presentar a una de mis heroínas: Hilda Hund, de YAY, que se une a nuestra discusión.
Hilda Hund / YAY
Hilda Hund lleva tocando la guitarra y cantando durante años, pero lo costó casi 15 dar el salto al formato banda. Cuando lo hizo, eso sí, fue una composición exquisita: YAY es un grupo sólido y cuidado al detalle. Son la banda sonora perfecta de un viaje nocturno en carretera. Las canciones -de sus hasta ahora dos LP (Fur, de 2015, y We Never Know How The Day Will End, de 2012) y dos EP (uno de este 2014 y otro del 2012 navideño)- fluyen, transportándote sobre la bruma, pisando el acelerador, creando una tensión que nunca terminan de resolver. Cada pieza encaja para el perfecto funcionamiento de la experiencia: las guitarras dibujan los bordes de las montañas, la voz atrae a los animales, los bajos son los faros que alumbran la calzada, y la batería te sujeta para no caer en el precipicio.
Hoy Hilda Hund se cuela en nuestra correspondencia y responde a mis preguntas a partir del siguiente fragmento de tu libro:
“Hombres tocando. A mí me encantaba la música. Fuera lo que fuese que sintieran los hombres cuando estaban juntos en el escenario, yo quería verlo de cerca, quería repasar a tinta ese algo invisible. (…) Viéndolo con perspectiva, ese es el motivo por el que entré en un grupo, para poder integrarme en esa dinámica masculina y poder mirar hacia fuera, en lugar de tener que mirar hacia dentro a través de una ventana cerrada”. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).
La entrevista
[Se supone que] como mujer, la música sin unos brazos masculinos rodeándome sería un aburrimiento. Me hace hasta gracia, porque la afirmación no podría estar más lejos de la realidad, entre otras cosas por los brazos rodeándome y porque encima sean masculinos
Respuesta: Recuerdo muchas, porque de pequeña iba a muchos conciertos, del estilo que fueran. Me parecía que estaba presenciando algo mágico o sobrenatural y pensaba en cómo podría reproducir aquella sensación para mí misma cuando yo quisiera. Tomaba con la naturalidad que da la costumbre el hecho de que siempre hubiera una cierta o total ausencia de mujeres en el escenario, pero cada vez que había alguna, lo celebraba. Incluso diría que me daban nervios buenos.
P: ¿Cómo crees que influía esa ausencia de mujeres?
R: El no ver demasiados referentes influye, aunque sea de manera inconsciente, en el número de mujeres que se dedican a la música. Sin embargo, también creo que las chicas verdaderamente interesadas aprenden dónde buscar y no esperan a tener una invitación, no son vampiras entrando en casa de nadie. Las tímidas siempre lo tienen más complicado, pero eso ocurre en todas las facetas de la vida.
P: Pero, por lo general, ¿nos sentimos invitadas a entrar?
R: Creo que no es lo común sentirse identificada, o sentir que, de manera general, te requieren en la música por las cosas que haces. De manera general, insisto. A veces tienes que personificar un determinado pack de cualidades, como emisora y como receptora de la música. Y especialmente, cuanto más comercial es esta, más se valoran otro tipo de cosas que ganan terreno a lo meramente artístico. En ocasiones se apela más a la imagen de las mujeres y a sus supuestas características que a la realidad de las propias personas.
P: ¿Cómo operan esas normas?
R: Hay mecanismos que nos indican que nos quieren dentro, pero bajo sus reglas y su percepción de lo que una mujer, música o no música, debe ser. Uno muy claro es la frase “para ser una chica… (Completar con cualquier supuesto halago)”. Además, estas cosas machistas no es solo cosa de hombres. Insultos bienintencionados como estos pueden venir de cualquiera. Muchas de nosotras a veces nos olvidamos de que esto es así, porque nos rodeamos de personas con opiniones y actitudes parecidas a las nuestras, pero basta salir un poco de nuestras burbujas para comprobar esa realidad fácilmente.
Un técnico en una prueba de sonido me insistió en que tenía que cantarlo todo en otro tono porque así estaba mal y no me podía sonorizar bien
P: ¿Recuerdas alguna experiencia personal en ese sentido?
R: Un técnico en una prueba de sonido me insistió en que tenía que cantarlo todo en otro tono porque así estaba mal y no me podía sonorizar bien. ¡Era un gran profesional! También está el dependiente de la tienda de instrumentos que no me quería vender cuerdas del calibre 12 porque eran muy gruesas para una chica. Lo ahorqué con una. Es broma. En otra ocasión, hace algunos años, cuando en el grupo éramos tres chicos y yo, una colega de una amiga vino a un concierto y lo primero que le preguntó a mi amiga fue de quién era novia yo en el grupo. ¡Se suponía que esta mujer era una persona feminista! ¿De qué lugar recóndito salió esta suposición suya?
P: ¿Cómo te tomabas estas cosas?
R: La traducción que podría hacer de estas experiencias es que yo no sé lo que hago en lo que se refiere a música, que alguien tiene que corregirme, y que, por supuesto, para estar en un grupo de rock necesito una motivación sexual o afectiva porque, como mujer, la música sin unos brazos masculinos rodeándome sería un aburrimiento. Me hace hasta gracia, porque la afirmación no podría estar más lejos de la realidad, entre otras cosas por los brazos rodeándome y porque encima sean masculinos. Pero a mí todo eso me da más ganas de tocar, la verdad. De todas formas, a ver quién no ha formulado un juicio erróneo en su vida, todas tenemos que aprender.
Cada una con nuestras opiniones y nuestra manera de ser y de decir las cosas, con nuestros cambios y evoluciones. Si eso inspira a alguien a ser como es o a ver cosas que no veía, estupendo, pero lo suyo es hacerlo primero por una misma, por dignidad personal.
P: Pero… ¿Cómo crees que se puede revertir eso?
R: Hay muchos casos perdidos y creo que no hay que perder energía en ellos. Para los demás, en mi opinión, tenemos que ser nosotras mismas con todas sus consecuencias. Cada una con nuestras opiniones y nuestra manera de ser y de decir las cosas, con nuestros cambios y evoluciones. Si eso inspira a alguien a ser como es o a ver cosas que no veía, estupendo, pero lo suyo es hacerlo primero por una misma, por dignidad personal. No hay que dejarse reducir, no somos un caldo. Es un dicho italiano que me acabo de inventar.
P: ¿Cómo lo hiciste tú?
R: No dejándome reducir como un caldo y aprendiendo a hacer lo que me apetece sin darle explicaciones a nadie, muchísimo menos a quienes se obcecan con sus prejuicios, sean estos los que sean. Intentando encajar aquí o allá no se consigue nada bueno.
P: ¿Se te ocurre alguna estrategia conjunta para fomentar que más y más mujeres se interesen por la música?
R: Si no les interesa la música, lo que deben hacer es dedicarse a lo que les interese a ellas. Si les interesa pero no se atreven, a lo mejor un día les pueden las ganas y no les queda más remedio que atreverse (eso me pasó a mí). Pero te digo una cosa, lo de los referentes es muy cierto, y a mí, un campamento de rock, de pequeña me habría hecho la niña más feliz del mundo y seguro que habría montado un grupo a los 8 años y no a los 80, para bien o para mal, jiji.
* Es importante tener en cuenta que las personas que participan en estas entrevistas son músicas en activo, son las que sí están ahí, por lo que, de alguna manera han conseguido traspasar las barreras invisibles de las que hablamos o, incluso, gracias a un entorno o educación privilegiada, no los han sufrido. Por tanto, no vamos a poder describir el fenómeno en su plenitud. Si tú tienes algo que añadir, por favor, háznoslo llegar a sisterhood.mad@gmail.com
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Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?