Kartas a Kim #1: La mujer creadora como objeto de contemplación/ El aspecto como mensaje artístico
Ágata Ahora. En la página 15 de La chica del grupo (Editorial Contra, 2015), la autobiografía de Kim Gordon, aparece una de las declaraciones más valiosas de todo el libro. En ella, la bajista de Sonic Youth describe, desde su propia experiencia, la mirada hegemónica que se establece sobre la mujer en la música: como la musa, el objeto de deseo o la que genera una admiración platónica. Esta concepción implica una apreciación muy limitada del mensaje artístico de la creadora, prácticamente reducida a su aspecto físico.
“Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que, para las discográficas de altos vuelos, la música importa, pero el aspecto de la chica es determinante. La chica afianza el escenario, atrae la mirada masculina y, dependiendo de quien sea, devuelve su propia mirada al público” – Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015)
¡ZAS! Más claro no lo puedes decir. Que lo determinante sea el aspecto de la chica establece la intención que tendrán el producto y su lanzamiento (que luego repetirán los medios de comunicación hasta el agotamiento): la mujer música es un objeto de contemplación y recreación, disfrutad, señores. Además, fija cierta predisposición en el receptor, que ya sabe bien qué es lo importante (o, ¿qué es antes, la discográfica que se debe a su público o el público que se educa en base a lo que recibe sistemáticamente?).
Esta sencilla idea se traduce en numerosos aspectos, como por ejemplo:
- La apariencia de la chica está por encima del resto de sus cualidades como música, de su música, de su propuesta artística, de su mensaje político, emocional, estético…
- Es posible que la discográfica dictamine e imponga este aspecto por encima del propio de la persona, pues es un factor clave en su apuesta de negocio y ellos saben de lo que hablan.
- Es muy probable, por tanto, que solo se acepten y se reflejen algunos tipos de cuerpos e identidades que hagan que la discográfica (velando por su el público) se sienta tranquila: belleza hegemónica —delgadez, juventud, depilación…—, vestimenta adecuada —hipster, cuidada, marcas y consumo— actitud comedida, roles tradicionales…
- El aspecto de la chica es la aportación principal que la chica puede hacer al producto artístico del grupo.
- El look de la mujer se convierte en su mensaje artístico.
- Por eso, también, los hombres del público consideran oportuno hacer comentarios al respecto: es el mensaje que ellos, como receptores, reciben de ese acto comunicativo. Y la comunicación efectiva es la bidireccional, ya se sabe. ¡Tía buena! ¡Guapa!
- Los medios de comunicación prestarán especial (a veces exclusiva) atención al aspecto de las chicas. ¿Son guapas? ¿Son sexis? ¿Qué llevan puesto? Las claves para una buena reseña.
El aspecto de la chica atrae la mirada masculina
Para empezar, la única mirada que parecen tener en consideración las discográficas y en general el sistema musical es la de los hombres. Quienes saben, escuchan y disfrutan la música son un ejército de varones blancos heterosexuales. Entonces, se sobreentiende que, al subir al escenario, las mujeres entramos en un juego de atracción, simple y llanamente. Estamos ahí para ser contempladas. Para ser sujetos pasivos de la siempre presente mirada masculina. Para ser musas. Pordios, basta ya de llamar a las artistas y creadoras “musas”, como se hace de forma repetida con Cat Power. ¿A ti también te lo llamaban, Kim? Y ¿cómo te sentaba? Musa del indie. ¿Musa de quién?
MUSA MUSA MUSA MUSA MUSA MUSA MUSA MUSA
[OBS: cada hipervínculo lleva a un artículo diferente]
El aspecto de la chica afianza el escenario
Querida Kim, ¿Sonic Youth, o al menos vuestra discográfica, os sentíais más segur*s al contar con una mujer en el grupo? ¿Porque da exotismo? ¿Porque distrae al público de las cagadas del resto de tus compañeros? ¿Porque añade algún mensaje artístico extra? ¿Es el aspecto físico una postura artística?
Yo creo que puede serlo, cada una decide cómo monta su espectáculo. Lo jodido es cuando es LO DETERMINANTE siempre.
A mí (sí, lo admito) me gusta la ropa, como a ti, Kim. Me gustarían incluso el maquillaje y los peinados si dominara sus técnicas y estuviera dispuesta a perder el tiempo que requieren. En concreto, en los conciertos me gusta escoger ropa especial, en parte porque el escenario lo permite —puedes ir disfrazada incluso de caballito pony y sería razonable— y en parte porque me gusta estar guapa. Mi concepto de guapa, claro, que no siempre tiene por qué coincidir con el de ninguna de las personas de la sala.
PERO. No, no es lo más determinante de mi propuesta como música. Dedico horas a construir las canciones: primero a probar y probar combinaciones de acordes y disonancias en casa; a construir melodías de voz sobre ellas; después a escribir letras que digan algo interesante o evocador y que encaje en las sílabas y los espacios; por último, a cribar para uno u otro proyecto. Si acaban de funcionar en el grupo, las completamos y las ensayamos hasta que tienen sentido en el local. Además, también invierto tiempo y esfuerzo en la interpretación: en ser mejor guitarrista, en ser mejor cantante, en seguir aprendiendo. Supongo que tú harás igual, Kim.
Para que el concierto sea posible, normalmente a esto hay que añadir una serie de dedicaciones añadidas: gestiones con la sala, comunicación del evento, transporte del equipo, prueba de sonido… y para que sea exitoso, otras cuantas: concentración, ser capaz de ejecutar bien el repertorio, transmitir, pasarlo bien, disfrutar del momento, ser capaz de comunicarte bien con el público, con tus compañeras… Hay miles de factores más o menos controlables, directos e indirectos, que operan ANTES que la elección de la ropa, del maquillaje. Y son infinitamente más importantes.
… dependiendo de quien sea, devuelve su propia mirada al público
Solo si eres joven, estadounidense y blanquita, además de lo suficientemente atractiva para que en primer lugar te hayan dejado subir al escenario, igual, si ya estás empoderada, te han educado padres de clase media-alta, académicos o artistas, pues oye, podrás devolver tu propia mirada al público.
Creo que entiendo regular lo que dices aquí, Kim, no sé si usas la ironía, ¿hablas en boca de la discográfica o es tu opinión? En la segunda frase no sé si describes la situación desde tu punto de vista, explicando por qué a las discográficas les parece el aspecto de las chicas lo más importante, o si sigues desarrollando la opinión de las discográficas y usas la forma afirmativa con cierta ironía.
En cualquier caso, a mí no me vale “dependiendo de quien sea”. Como cuando preguntan a mujeres empoderadas y más o menos consagradas en el mundo de la música: “¿Crees que hay machismo en la escena?” y dicen “no, yo nunca he encontrado ninguna traba”. Ya. Por eso han podido llegar hasta ahí. Pero… ¿no ven algo raro a su alrededor? ¿Dónde están el resto de mujeres? Yo quiero que todas las mujeres (¡muchas!) puedan emitir su propio mensaje, construir su propuesta artística, y hacerlo llegar sin cortapisas a un público formado por miradas de todos los géneros y por encima de los mismos.
Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90’s? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?