Kartas a Kim #8.3 Autoexigencia/ Reafirmación. Ft. Marta Sancho (Genderlexx/ Balaclava/ Agnes)

Ágata Ahora. Retomamos el tema de la exigencia, en este caso en relación con el aspecto más técnico de la música. No sé vosotras, pero yo he oido muchas veces a instrumentistas minusvalorando su destreza o invisibilizándose, “no, que va, yo no toco bien”. Me pregunto, ¿está esto relacionado con la escasa cantidad de tías instrumentistas (virtuosas) en los grupos? Y, ¿con su casi completa ausencia en las listas de mejores guitarristas, baterías, bajistas…? La educación femenina en agradar y no hacer mucho ruido, el entorno, la falta de referentes… desde luego, no ayudan, pero: ¿también tiene algo que ver la exigencia con esto? En esta entrada Marta Sancho (Genderlexx, Balaclava, Agnes) me ayuda (y mucho) a analizar el tema, a partir de su experiencia como pianista y guitarrista de formación técnica y espíritu rocanrol.

“Nunca me he visto a mi misma como una cantante con buena voz, ni siquiera como una música. Soy capaz de salir al escenario porque me imagino que es como si fuera a saltar de un acantilado”– Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).

En directo con Agnes. Foto: Aitana Guzmán. http://aitanaguzmanherederophoto.tumblr.com/

En directo con Agnes. Foto: Aitana Guzmán. http://aitanaguzmanherederophoto.tumblr.com/

 

“Animemos a cualquiera que tenga un poco de ilusión a aprender”

Querida Kim,

Menuda locura, ¿no? Quiero decir, si tú no te ves como una música… ¿quién lo va a ser? ¿Incluso las que SÍ LO SOIS seguís sin sentirlo? No puede ser. Veamos, preguntemos a otra guitarrista técnica y capaz: Marta Sancho. Marta lleva un montón de tiempo (y más teniendo en cuenta que tiene… ¿23 o 24 años?) formándose y dedicándose a la música, como pianista, como guitarrista, tocando con grupos, en sus propios proyectos… ¿También ella se escudriñará con ojos severos?

Kim, esta es Marta:

Marta Sancho toca la guitarra con movimientos líquidos, casi imperceptibles. El sonido llega en ondas acuosas, frío y disonante a veces, contundente y brutal en otras. Sobre el escenario mira distraída sus zapatos, mientras juega a perseguir las notas en el mástil, como sabiendo que puede hacer lo que quiera con ellas. Es una instrumentista versátil, como muestran sus diferentes proyectos: Agnes, Genderlexx y Balaclava. También toca el piano, que es su instrumento principal y en el que ha recibido formación clásica, y, la primera vez que nos conocimos me dijo que le gustaría ser cantante, así que en algún momento lo será. Marta es una música madura pero también una artista en potencia.

Marta, Kim. Pasamos a las preguntas.

P: Tú eres una gran guitarrista técnica, ¿cómo llegaste a serlo?
R: Ojalá fuera una gran guitarrista. Empecé a estudiar música a los siete años. Primero fue el piano, el lenguaje musical y la armonía, aunque lo que a mí me apetecía era la guitarra. A los catorce empecé guitarra moderna. Al principio era un sentimiento muy adolescente: quería una guitarra eléctrica y vivir las promesas de la vida de rock and roll star de las leyendas musicales que admiraba. Luego vino lo serio. Las escalas, las tensiones, acordes imposibles, resolver en la nota correcta, las improvisaciones, nuevos sonidos… Desde muy pequeña, cuando empecé con el piano, había convivido con la idea de que ser música era dominar una técnica, aprobar exámenes y tocar ante un tribunal… ¿Por qué iba a ser distinto con la guitarra? Esto me sigue pareciendo una forma horrible de acercarse a un instrumento.

P: Me lo parece a mí, ¿o es muy habitual oír a mujer músicas minusvalorando su trabajo (como hace Kim Gordon en la cita escogida, o acabas de hacer tú en tu respuesta anterior)?
R: Sí que es habitual. Estudiar música fue durante años pensar que siempre podría haberlo hecho mejor. Es ser demasiado consciente de los fallos y el camino que queda por recorrer. Nunca estaba satisfecha con el resultado de mis audiciones o conciertos. Creo que esto es más resultado de la educación musical reglada en Escuelas, Academias y Conservatorios, aunque es especialmente frecuente en las chicas, sobre todo en guitarristas. Si nadie te trata como una música de verdad ¿cómo vas a creértelo? Tenemos el doble trabajo de aprender a tocar lo mejor posible y deshacernos de toda la mierda que nos meten en la cabeza.

Marta tocando en el local de Agnes. Foto: Sara Navarro.

Marta tocando en el local de Agnes. Foto: Sara Navarro.

Los instrumentos siguen en manos masculinas. Ellos no tienen que justificar su presencia, están por pleno derecho. No los han educado en el miedo o el pudor, sino en el éxito.

P: ¿Tú como gestionas la autoexigencia, para no permitir que te paralice?
R: Todas sabemos que los estudios musicales no son un camino de rosas plagado de sonrisas y palabras alentadoras. Hay sufrimiento. Esto es negativo. No sé si es negativo en todos los casos o solo en mí por algún tipo de predisposición natural al estrés. Desde muy pequeña tuve que familiarizarme con la autoexigencia, una sombra que me ha acompañado desde que empecé con la música y que en ocasiones ha resultado nefasta. No es que me acompañe, es que nació cuando la música apareció en mi vida a los siete años. Los nervios, el miedo a fallar, a decepcionar… Son ideas que empezaron a tomar forma cuando empecé mis estudios musicales, especialmente los de instrumento. Sentía que no era a mí a quien tenía que demostrar nada, sino al resto. Hablando con otras estudiantes de música, éste es un temor generalizado. Conforme fui creciendo, me di cuenta de que ese miedo lo padecían todas las personas de mí alrededor, lo que nos diferenciaba es que yo fui consciente del fracaso antes que el resto de niñxs de mi entorno no musical.

P: ¿Qué implicaciones tiene esta anticipación del (hipotético) fracaso?
R: Para mí la presión externa a la que estamos sometidas como instrumentistas es una losa que no nos permite, a quienes no tenemos un talento excepcional, desinhibirnos a la hora de tocar. Como si la continua justificación fuera una estrategia anticipatoria, una especie de “eh, sé que me vais a mirar con mil ojos llenos de escepticismo, así que voy a adelantarme y a infravalorarme” .Una suerte de autodefensa muy mal entendida. Y ahí estamos otra vez: justificándonos todo el rato, como si las expectativas en torno a nuestra habilidad no pudieran ser altas ni ciertas.

P: ¿Qué peso tiene el entorno en esto?
R: Hay que arañar y derribar muchos muros hasta poder tener reconocimiento como instrumentista femenina. Para destacar no vale con saber tocar, hay que ser muy buena.

P: ¿Qué tipo de barreras has percibido en este sentido a lo largo de los años como música?
P: Al principio la falta de referentes, no poder compartir con otras chicas de mi edad mis inquietudes a la hora de tocar. Mi problema, más allá de hacer una ejecución mejor o peor, era que los chicos no entendían mis nervios por ser la chica, la única muchas veces. Le restaban toda la importancia que yo pudiera darle. Esos miedos no eran sus miedos.

Durante esos primeros años tuve que lidiar con mi gran amigo el paternalismo:

¡Tocas bien para ser una chica!

(Gracias, supongo. Gilipollas)

La falta de confianza en mis aptitudes como instrumentista por parte de la mirada masculina era otra constante. Como si pensaran: déjale la guitarra, que se entretenga un rato.

La cosificación. Colgarse una guitarra daba pie al halago fácil por parte de algunos chicos que sólo buscaban ligar.

Oye, te he visto tocar. Lo haces de puta madre. Y además eres guapa.

(Eso, sigue, en algún momento de la noche caeré).

A veces era como estar expuesta en un escaparate.

Con los años aprendes a ignorar a todas esas personas que no ven más allá y acabas pensando: eh ¡qué coño! ¡Sé tocar! ¡He mejorado!

Y sigues esforzándote, sabiendo que tu camino es más difícil y que vas a tener que crear tus propias estrategias de resistencia en un mundo musical donde todavía somos minoría.

Imagen: Sara Navarro. http://saranavarro.es/

Imagen: Sara Navarro. http://saranavarro.es/

P: ¿Siguen siendo pocas las tías que destacan en su labor técnica como instrumentistas?
R: Son muy pocas. No hay más que mirar las listas de mejores instrumentistas, o ver quiénes siguen ocupando mayoritariamente los escenarios de las salas de conciertos y auditorios. Vamos ganando terreno con el paso de los años, aunque subvertir las estadísticas es enfrentarse a un problema estructural de la sociedad y darse de bruces con la realidad todavía machista del mundo de la música. Van siendo también más las mujeres que se especializan en instrumentos tradicionalmente no femeninos (porque hasta para esto hay roles). Aún queda mucho por hacer pero, por lo menos, ya van siendo más las cabezas no masculinas que asoman.

La continua justificación es una estrategia anticipatoria, una especie de “eh, sé que me vais a mirar con mil ojos llenos de escepticismo, así que voy a adelantarme y a infravalorarme”

P: ¿A qué crees que se debe la situación?
R: Es un problema social estructural. Los instrumentos siguen en manos masculinas. Ellos no tienen que justificar su presencia, están por pleno derecho. No los han educado en el miedo o el pudor, sino en el éxito.

El camino titubeante, con paso miedoso, intentando convencer al resto que merecemos estar ahí dando conciertos y tocando es para nosotras. ¿Por qué no íbamos a merecerlo?

P: ¿Se te ocurren estrategias conjuntas para revertir esta situación?
R: Hacer piña, equipo, tocar juntas, visibilizarnos, ayudarnos. Compartamos lo mal que lo pasamos muchas veces ensayando, lidiando con otros instrumentistas. Hablemos de lo duro que puede ser hacerse hueco con tu instrumento entre los tíos. Hablemos de lo malo, pero también de lo bueno. Animemos a cualquiera que tenga un poco de ilusión a aprender, digámosle que puede hacerlo, lo bien que se pasa ensayando con más gente, en los conciertos, lo maravilloso y satisfactorio que es crear conjuntamente con amigas… Si conseguimos que este mensaje cale poco a poco, al final seremos muchas.

Hay que arañar y derribar muchos muros hasta poder tener reconocimiento como instrumentista femenina

P: ¿Qué consejo le darías a una tía que está empezando a tocar la guitarra?
R: Que no tiene que demostrar nada a nadie. Absolutamente nada. Que toca porque quiere y le gusta. Al principio puede parecer abrumador, pero con paciencia todo se puede. Es mucho esfuerzo aprender a tocar un instrumento, pero no hay que olvidar por qué empezamos y por qué seguimos ensayando: nos encanta tocar. Eso no nos lo puede quitar nadie.

Hay que estar preparada para muchos momentos tensos donde, a veces, la presión puede más (menudos lloros he echado yo antes, durante y después de los exámenes de instrumento). Pero sobre todo hay que recordar la ilusión con la que se coge por primera vez una guitarra.

También le aconsejaría que monte bandas con otras tías, que hagan ruido, que sean arrolladoras, que compartan, que aprenda de otras en su situación. En mi caso, lo individual de la forma en que aprendí a tocar, ensayando horas sola en mi casa fue devastador en algunos momentos. Nadie nos lo va a poner fácil, ayudémonos entre nosotras.

Kim-Gordon-Girl-In-A-Band-608x914Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?