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Kartas a Kim #6.2. Lideresas y mandonas
Ágata Ahora. En su libro, Kim Gordon se sitúa como artista tímida que vence a duras penas sus fobias sociales para compartir su creación. El modelo de mujer decidida, resuelta, capaz y fuerte –que yo asignaba desde fuera a la bajista de Sonic Youth– no se refleja en su biografía, así que dedicaremos esta carta (y la anterior y la siguiente) a ello. La idea de “líder” es escurridiza: por un lado habla de una organización jerárquica, por otro lado se refiere a la capacidad de autodeterminación, de decisión, de seguridad, de convicción. Dedicamos esta carta a esta segunda acepción.
“El rollo de las estrellas del rock siempre me ha parecido insincero –esterilizado y gestual, incluso ridículo–. Siempre me he sentido incomoda dándole a la gente lo que quieren o esperan de mí”. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).
Hola Kim,
¿Qué tal las vacaciones? ¿Estuviste por California?
Yo la verdad es que muy bien, tranquila, mirando el mar. He tenido tiempo para retomar poco a poco nuestra correspondencia, que dejé bruscamente antes del verano. Disculpa mi silencio estos meses, pero tuve muchos líos varios que ahora no vienen a cuento. La verdad es que he echado de menos tus cartas y nuestras reflexiones compartidas sobre mujeres y música, así que, si te parece bien, retomamos.
Lo último de lo que hablábamos era sobre el liderazgo, la fortaleza… Son atributos que no se suelen inculcar a las niñas ni a las mujeres, pero que tienen un papel clave a la hora de situarse como creadora, coordinadora de un grupo, etc. ¿Cómo subirse a un escenario, proponer tus ideas dentro de un grupo o defender tu opinión, cuando lo que te enseñan es a ser invisible? O aun peor, cuando se condena a la mujer que lo hace, tachándola de “mandona”. Contadba Sara Uve de Árida: “Al principio me mostraba mucho más insegura y no tenía muy claro qué valor darle a mis ideas. Muchas veces me colocaba en ese rol de compositora o gestora y no sabía bien por donde tirar. Si se creaba confrontación de algún tipo solía terminar cediendo en mi criterio por no saber defenderlo bien o por rechazo al conflicto en sí mismo. Pero fui aprendiendo de mis errores, superando algo más mis inseguridades y moviéndome por lo que me motivaba. Si lo que quería era componer en un grupo, tenía que aprender a trabajar en equipo, a ceder a veces, a defender otras, y a manejar situaciones que, quizá por mi sensibilidad, me afectaban de más”. Es es un proceso de empoderamiento, muchas veces a contracorriente.
Desde luego tú, Kim, no eres el ejemplo de líder: te defines como tímida crónica y en el libro relatas en varias ocasiones lo mal que lo pasabas y lo poco segura que te sentías sobre el escenario. Incluso consideras que al exigir fortaleza en las mujeres se cae en una trampa en la que no se les permite mostrar su sensibilidad. De eso hablaremos en la siguiente carta. En esta me gustaría hablar brevemente del perfil de “mandona”, precisamente por la falta de presencia que se extrae de tu experiencia.
Pero por otro lado, al reflexionar sobre este perfil, el de la “mandona”, me surge otro temor: caer en el feminismo liberal, ese de “porque yo lo valgo”, que sitúa el sujeto de la lucha “feminista” en el individuo, aislándolo de su entorno. Que reivindica las decisiones de las mujeres, sean solidarias, reflexionadas, políticas para la comunidad, o todo lo contrario. En este sentido, reivindicar al sujeto dirigente puede implicar defender una organización jerárquica, lo que, comprenderás, no es absoluto mi intención. Creo en la cooperación y en las estructuras horizontales, pero, para coordinar y ofrecer una opinión es necesaria también esa seguridad (o fortaleza) de la que quiero hablar en estas cartas. Y que no se corresponde, en absoluto a lo que nos educan a las mujeres (todo lo contrario, cualquier milímetro de nuestro cuerpo, que es nuestra valía social, es fuente de inseguridad, desde la escuela hasta la vejez). Buscando cosas sobre el tema del liderazgo y las mujeres, encontré una web llamada Ban Bossy [prohíbe mandona].
“Cuando un niño pequeño se reafirma se le dice que es un líder, sin embargo, cuando una niña hace lo mismo, se arriesga a ser llamada “mandona”. El uso de términos como mandona mandan un mensaje claro a las niñas: no levantes la mano o hables. Ya en la escuela secundaria, las niñas están menos interesadas en el liderazgo que los niños una tendencia que continúa en la edad adulta.”
Esta iniciativa advierte de situaciones alarmantes, que ya se observan en edades muy tempranas:
- Girls get less airtime in class. They are called on less and interrupted more.
- The confidence gap starts early. Between elementary and high school, girls’ self–esteem drops 3.5 times more than boys’.
- Bossy holds girls back. Girls are twice as likely as boys to worry that leadership roles will make them seem.
La web incluye gráficas que confirman (al menos en EE.UU.) sus observaciones, fotos de Beyoncé, Condoleezza Rice (!!), Jennifer Garner y Jane Lynch apoyando la campaña y también guías #Banbossy para chicas, para profesor*s, para padres y madres, etc. Toda la web tiene un marcado carácter individualista – liberal – túpuedesserelnúmerouno estadounidense, pero la situación que describe (al margen de la estrategia para combatirla) parece evidente: a las mujeres no se nos educa para destacar, ni para asumir puestos de coordinación.
Y esto: ¿qué impacto tiene sobre un escenario? Pues mucho, claro. El asumir un rol activo –y por tanto, romper con la normalidad de señores rockeros– en la música es mucho más que levantar la mano en clase. Si el querer hacer las cosas como quieres, tocar tus canciones, decidir tu manera de llevarlas a escena, coordinar a un equipo de músicas y de técnicas, etc. lleva a recibir calificativos mucho peores que el de mandonas, pues oye, mejor quitarse de líos y quedarse abajo del escenario, en un sitio discreto. O en casa, más tranquilas.
Por eso necesitamos otros modelos, capaces de subvertir el mensaje. Mujeres poderosas (que no tiranas), seguras y fuertes. No para que todas tengamos que ser de esta manera, claro, sino para que podamos ser como nos de la gana.
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Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?