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Kartas a Kim #9.2. Imagen e identidad. No dar nada.
Ágata Ahora. Parece que, sobre el escenario alternativo, en vez de derrumbarse los cánones y las presiones estéticas, se imponen otros. Se suman, se multiplican, se restan… oh, las capas de opresión. Seguimos hablando de la imagen y de la identidad en esta carta.
“El rollo de las estrellas de rock siempre me ha parecido insincero –esterilizado y gestual, incluso ridículo-. Siempre me he sentido incómoda dándole a la gente lo que quieren o esperan de mí. En una ocasión Dan Graham, me describió la actitud de Lydia Lunch sobre el escenario, cómo se plantaba allí de pie y se negaba a moverse. <<¡Lydia Lunch es genial!>>, dijo Dan. <<Es tan fría… ¿te das cuenta de que no mueve el cuerpo ni un ápice? No le quiere dar nada al público>>. Aunque Lydia tenía una imagen pública mucho más aterradora de la que yo llegué a tener nunca, me podía sentir identificada con ella”.
Querida Kim,
No dar nada de ti misma me parece un rollo, ¿no? Entiendo que te hayas sentido “incómoda dándole a la gente lo que quieren o esperan” de ti, que como artista no quieras ser complaciente pero… a cambio, tu mensaje será otro, ¿no? No sé, me gustaría saber qué es lo que la gente quería y esperaba de ti, o qué es lo que tú creías que querían, y porqué eso te dejaba sin alternativas.
Según cuentas, por un lado estaba lo que la escena mainstream, de las grandes discográficas, la MTV, los managers y los intereses comerciales… El mercado. Ellos, como explicas en otros fragmentos del libro, querían que tu papel como música se limitara a ser “una chica”, en el sentido más normativo, y en el rol más ornamental. Pero por otro lado, identificabas otra presión desde la propia escena alternativa, como hablábamos en una carta anterior con Paula Yei Yei:
“Cuando Sonic Youth daba sus primeros pasos, hice un verdadero esfuerzo por tener un aspecto más punk, para eliminar cualquier elemento que pudiera recordar al aspecto y la feminidad de una chica de clase media del oeste de Los Ángeles”.
Desde la escena alternativa se pretende rechazar los cánones, las imposiciones… y a veces no se dinamita el sistema de poder, sino que simplemente se sistituye uno por otro. De esta manera, la feminidad de chica de clase media del oeste de Los Ángeles era rechazada en la escena punk, al igual que la identidad punk era rechazada en los barrios bien, porque no era lo que se esperaba de las mujeres (sujeto pasivo, sobre el que se depositan las miradas y se establecen los territorios). Una doble coacción que acaba siempre imponiendo una estética y una mirada (ya sea mainstream, ya sea alternativa) sobre el cuerpo de las mujeres.
Entonces, Kim, tú parece que después de intentarlo con la estética punk, al final te reafirmas en tu imagen de chica mona, pero fría y distante, sin asumir la complacencia. Como si eso fuera mucho más revolucionario porque de alguna manera lo era en tu entorno. Pero que como tu bien sabes, la feminidad hegemónica tiene implícitas muchas capas de opresión y porque sea tu elección ir con pintalabios y depilada, no se convierte en una decisión feminista. Este cómic de Everyday Feminism lo explica muy bien: las elecciones individuales están enmarcadas en una serie de circunstancias, opresiones y privilegios (no solo de género, también de clase, de raza, etc.) que es importante considerar para valorar su sentido político. Las acciones personales inciden en modelos, valores y referencias y se alimentan de las mismas. Lo personal es político, vamos. La depilación, por ejemplo, es un canon impuesto desde el patriarcado y el capitalismo occidental, y al aceptarlo lo perpetramos y lo normalizamos.
Pero oye, tampoco creo que haya que fustigarse: tomamos decisiones cediendo a las presiones del sistema, dealwithit. Yo creo que hay que escoger las luchas y aceptar cierta incoherencia. Pero reflexionando, viendo de dónde vienen las cosas, qué sentido tienen.
Y desde fuera, respetando. En ningún caso se debe aprobar o condenar la elección estética de nadie. Ella sabrá, ¿no? Si no, si todo el mundo se permite imponer su criterio sobre tu ser y estar (en el escenario y en la vida), pues entonces entiendo tu “no querer dar nada a nadie”, Kim. Entiendo esa posición como una huelga: hasta que no dejéis de exigirme que atienda vuestros cánones y valores, no os voy a dar NADA. Ni complacencia ni desobediencia, NADA.
Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?