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Cinco reflexiones sisty sobre mujeres, política y liderazgo.
La semana pasada recibimos una propuesta por parte del SModa. Con motivo del estreno del documental Alcaldessa (Pau Faus, 2016), que aborda los 12 meses previos al desembarco de Ada Colau en el consistorio de Barcelona, nos lanzaron unas cuantas preguntas sobre liderazgo femenino en política. Las peticiones de medios mainstream siempre nos generan dudas: ¿contribuyen a la visibilidad del discurso feminista? ¿Suponen una apropiación de la lucha? ¿La frivolizarán, o se respetará lo que decimos? Decidimos hacerlo, porque además nos apetecía reflexionar de manera colectiva a partir de los temas que nos planteó la periodista. Tan solo nos pedían tres o cuatro líneas por respuesta, pero una vez más, ya metidas al lío, nos pudo la emoción y esas tres líneas se convirtieron en varios párrafos. Al final solo usaron dos lineas, como suele pasar, pero el texto que escribimos ha resultado muy valioso para nosotras, pues nos han ayudado a ordenar y dar forma a un montón de ideas sobre las mujeres en política que teníamos en la cabeza. Por eso, hemos decidido compartir con vosotras la entrevista tal como fue entregada.
P. ¿Cuáles son los puntos clave del proceso de empoderamiento de una mujer?
R. Hablar de los conflictos de las mujeres en singular, como “la mujer” es de por sí bastante opresivo y “desempoderante”. Aunque es una expresión muy común y extendida, nunca veremos en los medios hablar de “el hombre” en estos mismos términos. Las circunstancias personales, sociales y culturales son tan diversas que resulta imposible hablar de forma general ni de “empoderamiento” ni de “mujer”. Creemos que tiene que ver con ser capaz de vivir e interactuar con tu entorno de forma afín a tus intereses, valores e inquietudes, tomando decisiones libres ante las imposiciones externas, que pueden venir de tu educación, de tu red social, de las normas de conducta establecidas, de los estándares de belleza, de la religión, de tantas y tantas partes del sistema patriarcal y capitalista.
Para ello, primero es necesario identificar las opresiones a las que estás sometida, o al menos, a aquellas a las que te quieres enfrentar en ese proceso; posicionarte ante ellas, es decir, decidir que quieres cambiar la situación; y, por último, hacerlo. El tercer paso es, evidentemente, el más complicado. A nosotras nos ha servido mucho la teoría feminista, leer libros de muchas mujeres que, antes que nosotras, se enfrentaron a situaciones similares, reflexionaron sobre ello y actuaron; hablar con otras mujeres de estos temas, compartir nuestras inquietudes… También es clave tener una red de apoyo: colectivos, amigas, familia… personas que te ayuden a reafirmarte y te den su cariño, no matter what. Por supuesto, buscar estrategias comunes, de nuevo a través del activismo. Y no desesperarse, saber que es un proceso complicado, porque muchas veces estás caminando contracorriente, pero merece la pena, y aunque nunca vayas a llegar al estatus de “mujer empoderada” al completo (siempre quedarán opresiones, más o menos sutiles, aparecerán nuevas, etc.), cada paso que des es valioso. En cualquier caso, no creemos que haya una receta, esto son algunos de los ingredientes que nos han ayudado a nosotras.
“Si una chica recibe el mensaje de que ella no vale para dirigir, y sin embargo se le anima a desarrollar otras labores sociales, por ejemplo en relación con los cuidados (enseñanza, enfermería, comunicación, etc.), evidentemente es fácil que se sienta más cómoda o más predispuesta a buscar una carrera profesional en el segundo campo y a rechazar el primero”.
P. ¿Cuáles son los principales obstáculos con los que se encuentra una mujer líder?
R. Vivimos en una sociedad patriarcal, que establece una división social a partir de la construcción de género,y asigna serie de valores y características “deseadas” a las dos categorías dicotómicas “hombre” y “mujer” a través de la cultura, la educación, la moral, etc. Por ejemplo: el cuidado, el peso de la estética hegemónica, etc. son valores que se consideran positivos en las mujeres; la competitividad, la agresividad, el liderazgo, etc. son valores que se consideran positivos en los hombres, y en muchos casos negativos en las mujeres.
En la construcción de la identidad “líder” se refleja esta realidad. En muchos casos estas desigualdades son muy sutiles y no vienen en forma de prohibiciones, sino en base a modelos, conductas celebradas y conductas menos celebradas, etc. Por ejemplo, existe una creencia más o menos generalizada de que las mujeres son menos asertivas, decididas y fuertes que los hombres. Nosotras consideramos que esas “barreras biológicas” no tienen ningún sustento, pero la creencia social de su existencia acaba teniendo consecuencias: si una chica recibe el mensaje de que ella no vale para dirigir, y sin embargo se le anima a desarrollar otras labores sociales, por ejemplo en relación con los cuidados (enseñanza, enfermería, comunicación, etc.), evidentemente es fácil que se sienta más cómoda o más predispuesta a buscar una carrera profesional en el segundo campo y a rechazar el primero. Por tanto, creemos que el principal obstáculo son los estereotipos de género, que influyen en la autopercepción y en la construcción de la identidad (lo que quieres ser, a los puestos a los que optas, tus formas de relacionarte, etc.), y en la mirada que tu entorno deposita sobre ti (lo que esperan de ti, lo que premian, lo que castigan, etc.).
También cabe preguntarse si nos interesa o no reproducir estos roles de autoridad, o si, en vez de buscar una organización jerárquica, quizás es más interesante explorar otras formas de organización más horizontales, más justas e igualitarias.
Proponemos inventar una nueva palabra para entendernos mejor y decir “feministar la política”, en vez de feminizarla. Quizá así evitaríamos confusiones y de paso les daríamos un nuevo motivo a los académicos de la RAE para que sigan tirándose de los pocos pelos que les quedan.
P. Aspecto físico e imagen: ¿es igual el nivel de exigencia con una mujer que con un hombre?
No, para nada. La imagen de las mujeres está constantemente en tela de juicio. En la sociedad capitalista y patriarcal uno de los papel principales de las mujeres es ser un objeto de contemplación (además de madre y esposa), recibir atención en base a su aspecto físico. Además, se ha creado un mercado muy jugoso que parte del cuestionamiento de todas y cada una de las partes de nuestro cuerpo, ofreciendo un único modelo al que todas debemos aspirar: delgadez, juventud, depilación, buen olor, dulzura, suavidad… Se nos exige que tratemos de alcanzar ese modelo, y se nos ofrecen medios (que nunca serán suficiente) para ello: comprar cremas, ropa, maquillaje, revistas de moda, hacer dietas, etc.
R. ¿Esto que se está dando en llamar “feminizar la política” es en realidad humanizarla?
Existe la costumbre generalizada de despotricar contra las etiquetas, pero creemos que es algo a lo que debemos prestar atención, porque en el lenguaje casi nada es inocente ni casual, mucho menos en política. Por poner un ejemplo, muchas veces nos encontramos con discursos pseudoigualitarios que promulgan la abolición de la palabra “feminismo” en beneficio de otras que a ellos les parecen menos conflictivas como “igualitarismo” o “humanismo”. En realidad, lo único que consiguen estas corrientes es rebajar el discurso a cambio de hacerlo supuestamente más digerible y divulgativo. La realidad es que si tu lucha es justa -el feminismo lo es- no es necesario maquillarla para agradar a quienes no la comparten. Creemos que la cuestión de “humanizar la política” va un poco por ahí, aunque este caso es más confuso, pues “feminizar” no alude a “feminismo” sino a “femenino” y ahí empieza el conficto nominal. Lo que entendemos por “femenino” es mucho más complejo y problemático que “lo feminista”, ya que atiende a tantas convenciones y subjetividades que resulta imposible concretarlas para que cristalicen de forma inteligible en una expresión. De hecho, nosotras hemos tenido que buscar en Google porque no estábamos familiarizadas con ella y no acabábamos de entender a qué se refería. Proponemos inventar una nueva palabra para entendernos mejor y decir “feministar la política”, en vez de feminizarla. Quizá así evitaríamos confusiones y de paso les daríamos un nuevo motivo a los académicos de la RAE para que sigan tirándose de los pocos pelos que les quedan.
P. En España tenemos/hemos tenido otras mujeres líderes en política: Esperanza Aguirre, Susana Díaz, Rita Barberá, Carme Chacón… ¿Qué trae de nuevo la figura de Ada Colau al panorama político femenino?
R. Ada Colau es activista y es feminista. Representa una serie de valores que no tienen nada que ver con la lista anteriormente mencionada: es crítica con el sistema, lucha por los intereses de la clase trabajadora, lucha por la justicia para las personas desfavorecidas, lucha por la igualdad de las mujeres, de las migrantes, de las personas LGTBI, de las pobres, de las precarias… Trae honestidad y revolución. No basta solo con ser mujer y política, la clave está en entender el estatus de mujer en la sociedad patriarcal, los problemas que genera para la mayoría y luchar por solucionarlos y modificar el sistema desde dentro.
P. Cualquier otra cosa que me queráis comentar sobre el liderazgo femenino en política, y sobre el panorama abierto con la metamorfosis de Ada Colau hasta ser alcaldesa electa de Barcelona hace un año.
R. Como hemos dicho antes, el hecho de ser mujer y ocupar una posición de poder no te convierte automáticamente en una feminista, ni en una luchadora por los derechos de las mujeres, aunque desde el marketing político se nos intente vender lo contrario constantemente. Este punto de vista postfeminista es especialmente peligroso porque promueve la conquista individual del espacio a través de la competición, lo que acaba derivando en una desmovilización colectiva. En realidad el desembarco de las mujeres en el poder abre un debate muy complejo que, desgraciadamente, a un hombre nunca se le llegará a plantear. Esto no significa que debamos quedarnos eternamente en las trincheras, pero tampoco limitarnos a considerar la representación femenina como una conquista que concluye al conseguir copar el cincuenta por ciento de las posiciones que tradicionalmente han ocupado los hombres. De hecho, creemos que detentar una posición de poder político en primera línea en la mayoría de los casos es incompatible con el discurso y el activismo feministas. No es necesario recurrir al manido ejemplo de Margaret Thacher, la lista de mujeres mencionadas en la pregunta anterior ya es una buena muestra de ello. Por eso creemos que la figura de Colau en ese contexto es especialmente valiosa y un verdadero modelo para todas nosotras, pues no se limita a ocupar el espacio sino que aprovecha su posición privilegiada para seguir luchando por el feminismo con ética y gran valentía a pesar de lo adverso que es el espacio en el que ha decidido desarrollar su activismo.