Si tocan a una, nos tocan a todas

Tocan a una, nos tocan a todas.

No es un problema interpersonal, de ti con tu pareja, del exnovio que no sabe superar una ruptura, de una enajenación momentánea, de las hordas de forocoches contra Filósofa Frívola. Es un mal endémico, estructural, que corroe nuestra fuerza de vida, asfixia nuestra realidad, nuestros alientos.

¿Tan difícil es ver que la violencia contra las mujeres es distinta, que parte de una asunción de roles históricamente marcada? La violencia machista es una fuerza que se sostiene en un sistema, unas creencias y una dominación. Es una opresión, una flecha de una dirección que apunta a nuestros órganos vitales. Impacta en la garganta, en el pecho, en el estómago; no de una, sino de todas nosotras.

Este verano seguimos contando los asesinatos, marcados como simples muescas verticales sobre la madera por los medios de comunicación, diluidos en las secciones de sucesos. ¿Nos queréis vivas?.  Duele abrir el periódico, recibir las noticias del frente. Es un estado de sitio. Escuchadnos. Sentaos con nosotras en la mesa, miradnos a la cara. Necesitamos delimitar los problemas para poder abordarlos. Desdibujarlos, asociarlos a otras cuestiones es, de nuevo, una forma de invisibilizar la situación, de olvidar las causas, de boicotear la lucha. No estamos hablando de crímenes pasionales ni de una oleada de violencia abstracta, sino de terrorismo. Sí es #cuestióndesexo.

Nos negamos a ser cómplices de este terror. Pero cuando hablamos, nos disparan. ¿No queréis escuchar la realidad que construís, que mantenéis? ¿Os ofende nuestro aullido? ¿Os incomoda nuestra respuesta? Desde las primeras líneas, Filósofa Frívola ha sido una de las valientes que señala y devuelve el ataque en la conversación social-virtual. Con formas duras y agresivas ha expresado su repulsa a los mensajes engañosos que, tras un velo de igualitarismo, niegan la realidad y por tanto ayudan a perpetuarla. Nosotras estamos con ella, sin concesiones ni paños calientes que hagan más digerible nuestro rechazo. En respuesta, ha recibido violencia organizada, insultos, amenazas: acoso. Ha recibido los puñetazos que nos dirigen a todas las que no nos callamos, a las que no suavizamos el discurso, a las que queremos enfrentarnos a esa persecución. Los golpes no son una respuesta a su comentario, sino una nueva expresión de la violencia machista que nos asfixia, que pretende poner en su lugar a las mujeres que respondemos ante ella. Es su arma para mantener la normalidad, el sistema de dominación. Con acoso, con violencia, con amenazas. Filósofa Frívola no ha aguantado, ha tenido que cerrar su cuenta – y, aun con eso, continúa el escarnio. La violencia virtual también se cobra sus víctimas. Que sea menos tangible no significa que no sea real, que no hiera, que no pese. Vivimos en la era de la defensa de la libertad de expresión. Nos han hecho creer que tenemos derecho a gritar y protestar por lo que queramos, pero la práctica nos enseña que más vale no cruzar ciertas líneas rojas. La valiente que se atreve a pinchar donde más duele a la hegemonía es castigada, agredida sin clemencia. Así es como intentan callarnos: ridiculizando nuestro dolor y nuestra rabia, despreciando nuestras reflexiones. Sabemos que, adopte la forma que adopte, seguimos ante la opresión más ruin y más totalitaria que existe. La más cobarde, la más baja. Han intentado destruir a una de nuestras hermanas, pero no van a conseguirlo, porque junto a ella siempre estaremos otras mujeres dispuestas a darle la mano y coger el testigo. Nunca podrán acabar con nosotras. Y eso les pone nerviosos, agresivos, más violentos.

Basta. Desde aquí gritamos basta. Si tocan a una, nos tocan a todas. Internet no es un lugar solitario, porque las insumisas del patriarcado chillamos de rabia juntas, lloramos, resistimos, nos caemos y nos ayudamos para volve a levantarnos. Seguimos ofendiendo sin pedir perdón por ello, incomodando a quienes nos ridiculizan. Porque no nos hemos ido. Nunca nos iremos. Seguimos vivas y no nos rendimos. La lucha continúa también aquí, en internet, un campo de batalla duro y árido, en el que queda mucho terreno hostil. Y no vamos a parar hasta conquistarlo entero.