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Conciertos gratuitos para dar la bienvenida a nuestras #Fieras
Presentamos #Fieras, recopilatorio desde el infrandergraun feminista en formato discozine. Está construido en forma de catálogo de diferentes miedos, representados en canciones e imágenes de más de 16 grupos y artistas. Para celebrar su llegada, hemos organizado conciertos gratuitos de Árida, Paisana y Juana Chicharro, tres de los grupos del recopilatorio, hoy (17 de junio) en Delia Records.
Orgullosas podemos contaros que hemos sacado un nueva referencia con Ruido Sisterhood, nuestro sello de discozines del colectivo Sisterhood. Se trata de Fieras, un recopilatorio de canciones e ilustraciones desde el andergraun feminista, en el que han participado 16 de nuestros grupos favoritos. Para presentarlo (¡HOY!), contamos con conciertos de tres de ellos: Árida, Paisana y Juana Chicharro. Será a partir de las 18:30 en Delia Records, por cero euros.
Además de estos tres grupos, en el recopilatorio participan Shit Pony, La Furia, Sef y Fran MM Cabeza de Vaca, Burofax, Abigail y las Cosa del Pantano, Violeta Vil, Agnes, Las Odio, […], El Pardo y Matarse en la Castellana. Cuatro de las canciones son inéditas: “Mantis religiosa” de Las Odio; “Luto y rabia” del grupo efímero […]; “El Bucle”, de Abigail y la Cosa del Pantano y “Lament”, de Sef y Fran MM Cabeza de Vaca.
El resultado de esta obra colaborativa toma forma de catálogo de miedos (a la soledad, a la enfermedad, a una ruptura, al amor romántico, a la respuesta en forma de autodefensa…), representados a través de las canciones y también ilustradas con imágenes de 16 artistas.
El formato digital (con streaming gratuito) estará disponible a partir del hoy en nuestro Bandcamp. Entre los temas inéditos está “Mantis religiosa”, de la banda madrileña Las Odio; “El Bucle”, de la cantautora de freak-folk Abigail y la Cosa del Pantano; “Luto y rabia”, del misterioso grupo […]; y “Lament”, adaptación de la canción del musical “Siete novias para siete hermanos”, de Sef y Fran MM Cabeza de Vaca. El formato físico (el discozine, fanzine con un link de descarga a las canciones) se podrá adquirir a partir del viernes 17 en Delia Records y otros puntos de venta.
Conciertos presentación Fieras: Árida, Paisana y Juana Chicharro https://www.facebook.com/events/369572029833314/
A partir de las 18:30 en Delia Records (C/ Delicias, 19. 28045 – Madrid)
Entrada gratuita hasta completar aforo.
Árida
Árida son un duo de stoner-rock con fuerte influencia de los 90. Desde su formación en 2014 han editado dos EPs (‘Cenizas’ y ‘Un día en la línea del oeste’) y han engrasado su directo hasta convertirse en una apisonadora: suenan dur*s, contundentes y certer*s.
https://aridamadrid.bandcamp.com/
Paisana
Paisana es un grupo formado en 2014, que han llegado a 2016 con un puñado de canciones grabadas en el local y su directo desternillante y energético. Su sonido, hilado por melodías pop, se nutre de guitarras y batería rabiosas.
Juana Chicharro
Juana Chicharro mezclan garage, punk y flamenco con letras navajeras que vienen directas del arroyo. Tienen un único disco, que lanzaron a finales de 2011, y un directo arrollador, performático y contundente, que no deja indiferente a nadie.
https://juanachicharro.bandcamp.com/
Por qué el machismo sí es machismo aunque niegue serlo
Es la sociedad machista (con sus estructuras, sus valores, sus gustos, sus sistemas de poder y opresión) la que condena cada error, cada fallo que cometen, porque ese no es su sitio. Es el machismo que lanza una mirada condescendiente y paternalista a estas pobres chiquillas, porque no es su sitio, y, de cierta manera, no saben lo que hacen. Es el machismo el que no acepta que unas chicas hagan música y triunfen, porque ese no es su sitio. Y no es su sitio porque son mujeres. Fin de la historia.
Ágata Ahora. En un programa especial por el 8 de marzo de una radio libre amiga (“Bienvenido a los 90’s”, de Radio Utopía) se preguntó a Virginia Díaz (que dirige y presenta el programa 180º de Radio 3), que participaba como invitada: “¿Crees que el machismo influye en las críticas que reciben las Hinds? “No”, contestó. “Si hubieran sido un grupo de chicos se podría haber dado la misma situación.”
Luego, tiempo después, leo un reportaje en una revista online española (¿por qué las Hinds no acaban de triunfar en españa?) una reflexión sobre el tema. El periodista se pregunta: “¿Es la música todavía una industria machista? ¿O simplemente es que nos cabe en la cabeza que exista un buen grupo de rock femenino?”
En el título de este post hago uso de la tautología para poner en evidencia el absurdo del debate. No hay debate. El caso de Hinds muestra, de forma paradigmática, el machismo y la ranciedad de la comunidad de la “música independiente” española. Por supuesto que el rechazo que reciben viene por el hecho de ser mujeres. No hay ninguna duda. ¿O sí?
Sí, claro que te pueden no gustar las Hinds por muchos otros motivos. No es tu estilo, te aburren, no te gustan las voces, su música te parece repetitiva. Pero aquí no me estoy refiriendo a opiniones puntuales, sino de una opinión pública que viene moldeada por los medios de comunicación, pero que a la vez se refleja en estos medios (no tengo claro qué va antes, pero sin duda se retroalimentan). Igual que Julio Iglesias es un señor hortera, bribón y kisch; PJ Harvey una artista de calidad a la que hay que respetar; Savages es un grupo que hay que ver en directo, etc. Opiniones generales. Sobre Hinds, estas son:
- No saben tocar sus instrumentos.
- Pronuncian mal el inglés en sus canciones.
- Son unas pijas.
Son opiniones que comparte gran parte del público/los medios y que además, se defienden sin pudor en voz alta. Solo hay que leer los comentarios de cualquier entrevista que se les haya hecho. Bueno, mejor no leer los comentarios. Nunca. O escuchar a tu alrededor. Hace unas semanas estuve viéndolas en la sala Joy Eslava de Madrid y las únicas valoraciones que escuché a mí alrededor (en boca de mujeres y hombres que habían gastado dinero en ir a verlas) fueron de este tipo: “¿Y eso es un solo?”, “¡Ha sacado una carraca!”, “La batería no sabe lo que hace”. Pero, ¿de dónde viene esta opinión generalizada? La verdad es que sí saben tocar sus instrumentos, pero en cualquier caso eso no es una virtud indispensable para hacer música, ni para triunfar. Hace poco escuchaba una entrevista en El Sótano, de Radio 3, una entrevista a un señor que habría publicado un libro (NPI de música) en el que hacía gala de eso, de no tener idea alguna de tocar instrumentos. Imaginaros a Carlota Cosials haciendo esa misma reivindicación. De cabeza a la hoguera.
No saben pronunciar en inglés. Pues, en fin, qué se le va a hacer. No es su idioma, es normal que no lo pronuncien como si fueran nativas, ¿no? Puede ser cómico en algún momento, pero desde luego no invalida nada. Puedes cantar en idiomas inventados, si quieres, y bueno, pierdes cierta capacidad de comunicación, pero no pasa nada. Así es la música. (Excepto si eres mujer, claro.)
Son unas pijas. Aham. Así que esto es una cuestión de justicia entre clases sociales. ¿Alguien ha pensado cual es la situación económica de los Nastys, los Wallas, los Piquis…? Vale, ese último grupo me lo he inventado. Pero en serio: ¿se debate sobre la pasta que tienen o dejan de tener? No.
En cualquier caso, mi objetivo no era contra argumentar estas críticas (de hecho, yo podría añadir otras) sino entender su origen y pensar qué tipo de política se fomenta con ellas. Y sí, es el machismo. Patriarcado.
Es la sociedad machista (con sus estructuras, sus valores, sus gustos, sus sistemas de poder y opresión) la que condena cada error, cada fallo que cometen, porque ese no es su sitio. Si no, ¿por qué al resto de grupos de esa escena musical se les deja pasar fallos similares? ¿Son Los Parrots tan diferentes? Para que se les deje entrar en el club de los chicos, han de ser virtuosas y perfectas (como hemos de ser SIEMPRE las mujeres en la esfera pública). Courtney Barnett, vale. Courtney Love, no (borracha, yonki, viudanegra, blablá).
Es el machismo que lanza una mirada condescendiente y paternalista a estas pobres chiquillas, porque no es su sitio, y, de cierta manera, no saben lo que hacen.
Es el machismo el que no acepta que unas chicas hagan música y triunfen, porque ese no es su sitio. Y si no ha triunfado toda la fila de señores calvos que tienen por delante, tocando canciones tristes en sus cuartos, ¿Cómo lo van a hacer ellas? Pero… ¡¿qué se han creído?!
Es el machismo el que permite a cualquier señor (que le guste la música, que tenga un grupo, que pasaba por ahí) lanzar una opinión autoritaria sobre el grupo, porque ese no es su sitio. Y sí el suyo. El de todos los señores que estaban ahí antes.
Y amigas, no es su sitio porque son mujeres. Fin de la historia.
“No, pero a mí me gusta x” (x= grupo de chicas, casi siempre de éxito masivo como Runnaways, L7, whatever)
Este argumento me recuerda a otro: “No, pero yo tengo un amigo gay/negro/pobre/gitano”. En la misma línea de la virtud: tú tienes un amigo gay, porque ha cumplido determinadas expectativas o juicios, y le das el honor de ser tu amigo, pese a que sea gay/negro/pobre/gitano. Algo suena regular. Piénsalo.
Estoy muy cansada de este debate falso, de la falta de autocrítica de la escena musical, de la agresividad y violencia de las que son víctima el grupo, que siguen recibiendo mierda con una amplia sonrisa. Porque eso sí, toda esta amargura, se la acaban tragando ellos, los que la vomitan. Ellas cantan, tocan, bailan, y aseguran que “estos son los dos mejores años de nuestras vidas”. Que eso no se lo quite nadie. Larga vida a las Hinds.
“Queremos llegar a un lugar donde todo sea magia, emociones fuertes y diversión” Entrevista a Las Potras
Con motivo de la presentación del tercer número de nuestro fanzine, hemos conseguido nuestro primer evento con un 100% de mujeres en el escenario y eso siempre es motivo de celebración. Las Potras son uno de los grupos que tocarán en esta fiesta. Seguramente os preguntaréis por qué hemos querido invitar a esta banda de Asturias de la que apenas sabemos nada. Para explicar qué nos lleva a invitar a nuestra fiesta de presentación a un grupo que no hemos escuchado nunca, primero tenemos que hablaros de la intrahistoria del evento.
En un principio, ni siquiera sabíamos de la existencia de Las Potras, pero sí y mucho del grupo previo de dos de sus componentes: Chiquita y Chatarra. Fue a raíz de la fructífera incorporación de Patri como profesora de bajo en nuestro taller de Riot Grrrl, cuando supimos que nuestra colaboración no podía acabar ahí. Por eso y porque somos ultrafans, decidimos por unanimidad proponer a las Chiquita y Chatarra tocar en nuestra fies. Sin embargo, ellas tenían una idea mejor.
– “¿Y qué os parece si hacemos doblete y tocamos Chiquita y Chatarra con nuestra nueva banda, Las Potras, como telonera?” Nos dijo Patri. Huelga decir que a las sisters nos hacen los ojos chiribitas cada vez que oímos eso de “nueva banda”, pero si encima tiene un nombre molón y tan buenas credenciales, nos metemos de cabeza. Después nos dimos cuenta de que hacer tocar a Chiquita y Chatarra dos conciertos seguidos rozaba la explotación, así que finalmente decidimos reducir cartel y programar el debut de Las Potras en Madrid. Nuestra querida Le Parody y las también debutantes Las Odio completarán el cartel.
Lo mejor para empezar esta entrevista es que se presenten ellas mismas. Nos contesta Patri, la bajista de la banda exiliada en Madrid.
Contadnos, ¿quiénes sois? ¿De dónde venís y a dónde queréis llegar?
Patri, la batería, tocaba la gameboy en Overbit. Ponía el bacalao en Manolín Experience, y empezó con la batería en No Podrás Soportarlo. Ira toca la guitarra en Las Chilli con Carne. Ame viene de Las Truchis y Subbuteo.A mí me recogió Ame del arroyo.Queremos llegar a un lugar donde todo sea magia, emociones fuertes y diversión.
¿Cuándo os juntasteis para ensayar por primera vez? Nos consta que, aunque Las Potras tienen su residencia en Asturias, al menos una de las integrantes de vive en Madrid. ¿Cómo conseguís organizar los ensayos?
El grupo lo montamos una noche en un bar, después de un concierto de Chiquita. A los dos días yo me fui de Asturias, y las chicas comenzaron a ensayar y a hacer canciones esa misma semana, esto fue en marzo. Me mandaban las grabaciones de los ensayos. Este verano me pude organizar para pasar dos meses en Asturias para ensayar con Potras y tocar con Chiquita. En esos meses nos metimos a ensayos intensivos. Yo metí los arreglos de bajo y alguna voz más, y acabamos de pulir algunas estructuras.
Tener grupos a distancia es un poco extraño, pero factible. Ame y yo llevamos un montón de años tocando juntas, y con Ira y Patri hay mucha sintonía, nos gustan las mismas cosas. Pienso que esto también hace que todo sea más sencillo y fluido, y que finalmente la maquina suene engrasada aunque no haya un trabajo constante de local de ensayo (estando las cuatro, que las chicas trabajan un montón). Y al mismo tiempo da una sensación de peligro antes de tocar que da mucha adrenalina, jajajaja.
En principio, parece curioso que las componentes de Chiquita y Chatarra hayan decidido montar una nueva banda sumando dos músicas más. ¿A qué se debe esta necesidad de cambio? ¿Os habíais aburrido un poco del formato dúo después de tantos años?
Lo de Potras no es una reinvención de Chiquita, fue una solución a cambios vitales (movilidad geográfica).Comparten elementas, pero son dos grupos distintos, con encantos distintos. Aun así, son grupos primos-gemelos: Estamos las dos. Y la voz de ame y su manera de hacer canciones y tocar la guitarra está superpresente. Pero aquí somos cuatro y se nota un montón. Ira tiene mucha personalidad tocando la guitarra. Y Patri tocando la batería, además también es voz principal en un montón de temas, y tiene otro tono y otra manera de cantar, muy guay. Es más urgente, hay más ruido y más volumen.
¿Cuánto del espíritu y el sonido de Chiquita y Chatarra permanece en Las Potra
El espíritu el mismo que cuando empezamos Chiquita, y con el que continuamos: ganas de tocar, intuición a la hora de buscar el sonido y de hacer canciones y sí, claro, un haztelotumismo porque no creo que nadie nos vaya a pagar discos ni a comprar amplis, jajajajaja
¿En esta banda cantaréis en castellano o seguiréis con el inglés como idioma para vuestras canciones?
El idioma… Unas nacieron en castellano y otras en inglés, y así quedaron porque funcionan bien y porque todas son hijas del mismo dios. Reflexionamos lo justico sobre esto.
¿Os fijáis en otras bandas a la hora de componer? ¿Cuáles son vuestros principales referentes?
No hay referentes definidos.
¿Cómo escribís vuestras canciones? ¿Componéis entre todas?
Entre todas. La parte fuerte: el núcleo duro de Asturias, curro de local de ensayo. Yo aporto lo que puedo cuando nos reunimos y en la distancia, las cositas del bajo, algún arreglo de voz y alguna letra.
Como ya sabéis, Sisterhood es un colectivo feminista autogestionado y uno de nuestros principales intereses es promover y empoderar a mujeres que hacen música. Sabemos que en Asturias hay bastante escena musical, pero no tenemos mucha idea de la situación de las artistas en este contexto. ¿Podríais contarnos un poco más vosotras según vuestra experiencia?
Tengo la sensación de que esto está viviendo un momento más que saludable ahora mismo.
Escándalos, plasticidad y lentitud detenida o cuando Le Parody llegó a mi vida
Elia Maqueda
El 3 de febrero de 2012, sin conocer de casi nada a Le Parody, redacté esto para una revista preciosa en la que escribía:
Lo épico puede salir de varios lugares a la vez, como lava que se escapa de las grietas de la Tierra; con urgencia, con soltura, sin vergüenza. Le Parody tiene un acento extraño, a medio camino entre California y el Mediterráneo. Su música es electrónica y también es folk. Y folclórica. Reinventa canciones sobre muchachas que tiran monedas a las fuentes, pero las sitúa –oh– junto a un aeropuerto. Le Parody mezcla idiomas y ruidos. Le Parody es punta y es tacón, es un géiser en un barrio de Madrid.
De la música electrónica se ha dicho casi de todo. Fusionada hasta el infinito, se ha tratado hasta en cumbres mundiales de la mano de expertos con gafas oscuras. Pero, a veces, los samples sedimentan en el estómago con ukeleles y acordeones; y es entonces, en ese preciso instante, cuando se paran los ascensores y todos nos detenemos a escuchar los ritmos digitales, los idiomas remezclados, los gritos entre compás y compás.
Que vivan los escándalos, la plasticidad y la lentitud detenida.
En algún momento de 2013 supe que el acento de Sole venía de Málaga y de Granada y de LA, y de Italia y de Tetuán. Supe que el baile era imprescindible. Supe cómo se ríe y cómo sufre y cómo duda y cómo el 15M y cómo la revolución y el feminismo. En 2013 supe ya quién era, y una vez me dijo que si le pasaba algo me legaba sus canciones y a mí se me hinchó el corazón. En 2013 ya existía Cásala, un disco blanco y negro y rojo, en el que ella se parte en dos poco a poco, con cuidado, y empieza a cantar sin miedo. Y cantamos, fuimos al norte y bailamos hasta el amanecer. Y yo salía a correr por El Retiro con ese disco en las orejas, que me sé todos los samples, toditos, todos.
Descubrí además que Sole Parody está abriendo surcos en el tejido este de la industria musical, que tan hostil y ajeno nos es a nosotras casi siempre. Porque ella se compromete y te cuenta las cosas. Porque duda, porque toma decisiones. Porque se explica, clara como el agua.
En 2015 yo ya sabía que se venía Hondo. Y ya sabía y sé que es un disco a fuego lento, que bulle y reverbera, que es catártico. Escribí también que Sole es la mujer más honesta y poderosa que hemos visto/escuchado en mucho tiempo, porque ha operado un cambio en el panorama de acá/allá, ha abierto una herida, ha removido la tierra. Por su manera de cantar y de hacer bucles musicales y de poner el cuerpo. Por lo hondo que ya se siente en el aire.
Y entonces llegó, como un huracán: hondo, hondísimo, desde todos los sures y oestes del mundo para hacernos bailar en el centro mismo de las cosas.
Kartas a Kim #9.2. Imagen e identidad. No dar nada.
Ágata Ahora. Parece que, sobre el escenario alternativo, en vez de derrumbarse los cánones y las presiones estéticas, se imponen otros. Se suman, se multiplican, se restan… oh, las capas de opresión. Seguimos hablando de la imagen y de la identidad en esta carta.
“El rollo de las estrellas de rock siempre me ha parecido insincero –esterilizado y gestual, incluso ridículo-. Siempre me he sentido incómoda dándole a la gente lo que quieren o esperan de mí. En una ocasión Dan Graham, me describió la actitud de Lydia Lunch sobre el escenario, cómo se plantaba allí de pie y se negaba a moverse. <<¡Lydia Lunch es genial!>>, dijo Dan. <<Es tan fría… ¿te das cuenta de que no mueve el cuerpo ni un ápice? No le quiere dar nada al público>>. Aunque Lydia tenía una imagen pública mucho más aterradora de la que yo llegué a tener nunca, me podía sentir identificada con ella”.
Querida Kim,
No dar nada de ti misma me parece un rollo, ¿no? Entiendo que te hayas sentido “incómoda dándole a la gente lo que quieren o esperan” de ti, que como artista no quieras ser complaciente pero… a cambio, tu mensaje será otro, ¿no? No sé, me gustaría saber qué es lo que la gente quería y esperaba de ti, o qué es lo que tú creías que querían, y porqué eso te dejaba sin alternativas.
Según cuentas, por un lado estaba lo que la escena mainstream, de las grandes discográficas, la MTV, los managers y los intereses comerciales… El mercado. Ellos, como explicas en otros fragmentos del libro, querían que tu papel como música se limitara a ser “una chica”, en el sentido más normativo, y en el rol más ornamental. Pero por otro lado, identificabas otra presión desde la propia escena alternativa, como hablábamos en una carta anterior con Paula Yei Yei:
“Cuando Sonic Youth daba sus primeros pasos, hice un verdadero esfuerzo por tener un aspecto más punk, para eliminar cualquier elemento que pudiera recordar al aspecto y la feminidad de una chica de clase media del oeste de Los Ángeles”.
Desde la escena alternativa se pretende rechazar los cánones, las imposiciones… y a veces no se dinamita el sistema de poder, sino que simplemente se sistituye uno por otro. De esta manera, la feminidad de chica de clase media del oeste de Los Ángeles era rechazada en la escena punk, al igual que la identidad punk era rechazada en los barrios bien, porque no era lo que se esperaba de las mujeres (sujeto pasivo, sobre el que se depositan las miradas y se establecen los territorios). Una doble coacción que acaba siempre imponiendo una estética y una mirada (ya sea mainstream, ya sea alternativa) sobre el cuerpo de las mujeres.
Entonces, Kim, tú parece que después de intentarlo con la estética punk, al final te reafirmas en tu imagen de chica mona, pero fría y distante, sin asumir la complacencia. Como si eso fuera mucho más revolucionario porque de alguna manera lo era en tu entorno. Pero que como tu bien sabes, la feminidad hegemónica tiene implícitas muchas capas de opresión y porque sea tu elección ir con pintalabios y depilada, no se convierte en una decisión feminista. Este cómic de Everyday Feminism lo explica muy bien: las elecciones individuales están enmarcadas en una serie de circunstancias, opresiones y privilegios (no solo de género, también de clase, de raza, etc.) que es importante considerar para valorar su sentido político. Las acciones personales inciden en modelos, valores y referencias y se alimentan de las mismas. Lo personal es político, vamos. La depilación, por ejemplo, es un canon impuesto desde el patriarcado y el capitalismo occidental, y al aceptarlo lo perpetramos y lo normalizamos.
Pero oye, tampoco creo que haya que fustigarse: tomamos decisiones cediendo a las presiones del sistema, dealwithit. Yo creo que hay que escoger las luchas y aceptar cierta incoherencia. Pero reflexionando, viendo de dónde vienen las cosas, qué sentido tienen.
Y desde fuera, respetando. En ningún caso se debe aprobar o condenar la elección estética de nadie. Ella sabrá, ¿no? Si no, si todo el mundo se permite imponer su criterio sobre tu ser y estar (en el escenario y en la vida), pues entonces entiendo tu “no querer dar nada a nadie”, Kim. Entiendo esa posición como una huelga: hasta que no dejéis de exigirme que atienda vuestros cánones y valores, no os voy a dar NADA. Ni complacencia ni desobediencia, NADA.
Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?
Kartas a Kim #8.3 Autoexigencia/ Reafirmación. Ft. Marta Sancho (Genderlexx/ Balaclava/ Agnes)
Ágata Ahora. Retomamos el tema de la exigencia, en este caso en relación con el aspecto más técnico de la música. No sé vosotras, pero yo he oido muchas veces a instrumentistas minusvalorando su destreza o invisibilizándose, “no, que va, yo no toco bien”. Me pregunto, ¿está esto relacionado con la escasa cantidad de tías instrumentistas (virtuosas) en los grupos? Y, ¿con su casi completa ausencia en las listas de mejores guitarristas, baterías, bajistas…? La educación femenina en agradar y no hacer mucho ruido, el entorno, la falta de referentes… desde luego, no ayudan, pero: ¿también tiene algo que ver la exigencia con esto? En esta entrada Marta Sancho (Genderlexx, Balaclava, Agnes) me ayuda (y mucho) a analizar el tema, a partir de su experiencia como pianista y guitarrista de formación técnica y espíritu rocanrol.
“Nunca me he visto a mi misma como una cantante con buena voz, ni siquiera como una música. Soy capaz de salir al escenario porque me imagino que es como si fuera a saltar de un acantilado”– Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).
“Animemos a cualquiera que tenga un poco de ilusión a aprender”
Querida Kim,
Menuda locura, ¿no? Quiero decir, si tú no te ves como una música… ¿quién lo va a ser? ¿Incluso las que SÍ LO SOIS seguís sin sentirlo? No puede ser. Veamos, preguntemos a otra guitarrista técnica y capaz: Marta Sancho. Marta lleva un montón de tiempo (y más teniendo en cuenta que tiene… ¿23 o 24 años?) formándose y dedicándose a la música, como pianista, como guitarrista, tocando con grupos, en sus propios proyectos… ¿También ella se escudriñará con ojos severos?
Kim, esta es Marta:
Marta Sancho toca la guitarra con movimientos líquidos, casi imperceptibles. El sonido llega en ondas acuosas, frío y disonante a veces, contundente y brutal en otras. Sobre el escenario mira distraída sus zapatos, mientras juega a perseguir las notas en el mástil, como sabiendo que puede hacer lo que quiera con ellas. Es una instrumentista versátil, como muestran sus diferentes proyectos: Agnes, Genderlexx y Balaclava. También toca el piano, que es su instrumento principal y en el que ha recibido formación clásica, y, la primera vez que nos conocimos me dijo que le gustaría ser cantante, así que en algún momento lo será. Marta es una música madura pero también una artista en potencia.
Marta, Kim. Pasamos a las preguntas.
P: Tú eres una gran guitarrista técnica, ¿cómo llegaste a serlo?
R: Ojalá fuera una gran guitarrista. Empecé a estudiar música a los siete años. Primero fue el piano, el lenguaje musical y la armonía, aunque lo que a mí me apetecía era la guitarra. A los catorce empecé guitarra moderna. Al principio era un sentimiento muy adolescente: quería una guitarra eléctrica y vivir las promesas de la vida de rock and roll star de las leyendas musicales que admiraba. Luego vino lo serio. Las escalas, las tensiones, acordes imposibles, resolver en la nota correcta, las improvisaciones, nuevos sonidos… Desde muy pequeña, cuando empecé con el piano, había convivido con la idea de que ser música era dominar una técnica, aprobar exámenes y tocar ante un tribunal… ¿Por qué iba a ser distinto con la guitarra? Esto me sigue pareciendo una forma horrible de acercarse a un instrumento.
P: Me lo parece a mí, ¿o es muy habitual oír a mujer músicas minusvalorando su trabajo (como hace Kim Gordon en la cita escogida, o acabas de hacer tú en tu respuesta anterior)?
R: Sí que es habitual. Estudiar música fue durante años pensar que siempre podría haberlo hecho mejor. Es ser demasiado consciente de los fallos y el camino que queda por recorrer. Nunca estaba satisfecha con el resultado de mis audiciones o conciertos. Creo que esto es más resultado de la educación musical reglada en Escuelas, Academias y Conservatorios, aunque es especialmente frecuente en las chicas, sobre todo en guitarristas. Si nadie te trata como una música de verdad ¿cómo vas a creértelo? Tenemos el doble trabajo de aprender a tocar lo mejor posible y deshacernos de toda la mierda que nos meten en la cabeza.
Los instrumentos siguen en manos masculinas. Ellos no tienen que justificar su presencia, están por pleno derecho. No los han educado en el miedo o el pudor, sino en el éxito.
P: ¿Tú como gestionas la autoexigencia, para no permitir que te paralice?
R: Todas sabemos que los estudios musicales no son un camino de rosas plagado de sonrisas y palabras alentadoras. Hay sufrimiento. Esto es negativo. No sé si es negativo en todos los casos o solo en mí por algún tipo de predisposición natural al estrés. Desde muy pequeña tuve que familiarizarme con la autoexigencia, una sombra que me ha acompañado desde que empecé con la música y que en ocasiones ha resultado nefasta. No es que me acompañe, es que nació cuando la música apareció en mi vida a los siete años. Los nervios, el miedo a fallar, a decepcionar… Son ideas que empezaron a tomar forma cuando empecé mis estudios musicales, especialmente los de instrumento. Sentía que no era a mí a quien tenía que demostrar nada, sino al resto. Hablando con otras estudiantes de música, éste es un temor generalizado. Conforme fui creciendo, me di cuenta de que ese miedo lo padecían todas las personas de mí alrededor, lo que nos diferenciaba es que yo fui consciente del fracaso antes que el resto de niñxs de mi entorno no musical.
P: ¿Qué implicaciones tiene esta anticipación del (hipotético) fracaso?
R: Para mí la presión externa a la que estamos sometidas como instrumentistas es una losa que no nos permite, a quienes no tenemos un talento excepcional, desinhibirnos a la hora de tocar. Como si la continua justificación fuera una estrategia anticipatoria, una especie de “eh, sé que me vais a mirar con mil ojos llenos de escepticismo, así que voy a adelantarme y a infravalorarme” .Una suerte de autodefensa muy mal entendida. Y ahí estamos otra vez: justificándonos todo el rato, como si las expectativas en torno a nuestra habilidad no pudieran ser altas ni ciertas.
P: ¿Qué peso tiene el entorno en esto?
R: Hay que arañar y derribar muchos muros hasta poder tener reconocimiento como instrumentista femenina. Para destacar no vale con saber tocar, hay que ser muy buena.
P: ¿Qué tipo de barreras has percibido en este sentido a lo largo de los años como música?
P: Al principio la falta de referentes, no poder compartir con otras chicas de mi edad mis inquietudes a la hora de tocar. Mi problema, más allá de hacer una ejecución mejor o peor, era que los chicos no entendían mis nervios por ser la chica, la única muchas veces. Le restaban toda la importancia que yo pudiera darle. Esos miedos no eran sus miedos.
Durante esos primeros años tuve que lidiar con mi gran amigo el paternalismo:
¡Tocas bien para ser una chica!
(Gracias, supongo. Gilipollas)
La falta de confianza en mis aptitudes como instrumentista por parte de la mirada masculina era otra constante. Como si pensaran: déjale la guitarra, que se entretenga un rato.
La cosificación. Colgarse una guitarra daba pie al halago fácil por parte de algunos chicos que sólo buscaban ligar.
Oye, te he visto tocar. Lo haces de puta madre. Y además eres guapa.
(Eso, sigue, en algún momento de la noche caeré).
A veces era como estar expuesta en un escaparate.
Con los años aprendes a ignorar a todas esas personas que no ven más allá y acabas pensando: eh ¡qué coño! ¡Sé tocar! ¡He mejorado!
Y sigues esforzándote, sabiendo que tu camino es más difícil y que vas a tener que crear tus propias estrategias de resistencia en un mundo musical donde todavía somos minoría.
P: ¿Siguen siendo pocas las tías que destacan en su labor técnica como instrumentistas?
R: Son muy pocas. No hay más que mirar las listas de mejores instrumentistas, o ver quiénes siguen ocupando mayoritariamente los escenarios de las salas de conciertos y auditorios. Vamos ganando terreno con el paso de los años, aunque subvertir las estadísticas es enfrentarse a un problema estructural de la sociedad y darse de bruces con la realidad todavía machista del mundo de la música. Van siendo también más las mujeres que se especializan en instrumentos tradicionalmente no femeninos (porque hasta para esto hay roles). Aún queda mucho por hacer pero, por lo menos, ya van siendo más las cabezas no masculinas que asoman.
La continua justificación es una estrategia anticipatoria, una especie de “eh, sé que me vais a mirar con mil ojos llenos de escepticismo, así que voy a adelantarme y a infravalorarme”
P: ¿A qué crees que se debe la situación?
R: Es un problema social estructural. Los instrumentos siguen en manos masculinas. Ellos no tienen que justificar su presencia, están por pleno derecho. No los han educado en el miedo o el pudor, sino en el éxito.
El camino titubeante, con paso miedoso, intentando convencer al resto que merecemos estar ahí dando conciertos y tocando es para nosotras. ¿Por qué no íbamos a merecerlo?
P: ¿Se te ocurren estrategias conjuntas para revertir esta situación?
R: Hacer piña, equipo, tocar juntas, visibilizarnos, ayudarnos. Compartamos lo mal que lo pasamos muchas veces ensayando, lidiando con otros instrumentistas. Hablemos de lo duro que puede ser hacerse hueco con tu instrumento entre los tíos. Hablemos de lo malo, pero también de lo bueno. Animemos a cualquiera que tenga un poco de ilusión a aprender, digámosle que puede hacerlo, lo bien que se pasa ensayando con más gente, en los conciertos, lo maravilloso y satisfactorio que es crear conjuntamente con amigas… Si conseguimos que este mensaje cale poco a poco, al final seremos muchas.
Hay que arañar y derribar muchos muros hasta poder tener reconocimiento como instrumentista femenina
P: ¿Qué consejo le darías a una tía que está empezando a tocar la guitarra?
R: Que no tiene que demostrar nada a nadie. Absolutamente nada. Que toca porque quiere y le gusta. Al principio puede parecer abrumador, pero con paciencia todo se puede. Es mucho esfuerzo aprender a tocar un instrumento, pero no hay que olvidar por qué empezamos y por qué seguimos ensayando: nos encanta tocar. Eso no nos lo puede quitar nadie.
Hay que estar preparada para muchos momentos tensos donde, a veces, la presión puede más (menudos lloros he echado yo antes, durante y después de los exámenes de instrumento). Pero sobre todo hay que recordar la ilusión con la que se coge por primera vez una guitarra.
También le aconsejaría que monte bandas con otras tías, que hagan ruido, que sean arrolladoras, que compartan, que aprenda de otras en su situación. En mi caso, lo individual de la forma en que aprendí a tocar, ensayando horas sola en mi casa fue devastador en algunos momentos. Nadie nos lo va a poner fácil, ayudémonos entre nosotras.
Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?
Kartas a Kim #9.1. Imagen e identidad. Apropiación de la imagen. Ft Paula JJ (Dúo Divergente)
Ágata Ahora. En La chica del grupo Kim Gordon habla en numerosas ocasiones sobre su imagen; a veces desde un punto de vista crítico, sabiendo el peso excesivo que se le otorgaba desde fuera, y otras de forma más confesional o autoreflexiva, narrando como la percibía ella. Empezamos pues un bloque de cartas dedicadas a la imagen, a la estética, a los cánones… y a la manera de subvertirlos. Para ello rescatamos esta carta publicada en el fanzine Sisterhood #2 Belleza, protagonizada por Paula Yei Yei (en ese momento de Dúo Divergente, ahora de las aun cuasi-secretas Las Odio). Con ella nos preguntábamos: si la mujer música es considerada un objeto de contemplación, ¿es posible ir más allá de la primera subversión de la mirada hegemónica (negarlo: NO, no lo somos) y apropiarse de la imagen y convertirla en un mensaje artístico propio? Buscamos estrategias para hacer nuestros nuestro cuerpo y nuestra belleza sobre el escenario. Convertirlos en otro campo de batalla.
“La mirada hegemónica es tan limitada que existen infinitas maneras de transgredirla”
Querida Kim,
El asunto de la imagen me resulta delicado. Yo, como música, no he conseguido sentirme del todo tranquila al respecto, encontrar el equilibrio entre “me estoy arreglando demasiado” y “esta ropa no dice nada”; entre querer provocar y evitar distraer del mensaje meramente musical. Ahora, aquí en Sisterhood #2 Belleza, también veo peliagudo hablar de ello sin caer en la frivolidad. Como público es complicado no prestar demasiada atención a esto. Más, cuando la persona sobre un escenario es una mujer: es muy guapa; uh, qué falda más chula; me gusta la parte de arriba, pero creo que esos zapatos no pegan nada… Sin embargo, es posible abrir vías alternativas que conduzcan a otras cosas. Por ejemplo, integrar la imagen corporal en un discurso estético propio, sin que eso limite tu desarrollo como música. Una evidencia a nuestro favor es Paula Yei Yei.
Paula Yei Yei es la mitad del Dúo Divergente. Suyas son las letras delirantes (que lo mismo hablan de unas vacaciones erráticas en Tijuana como de la cultura postmoderna), las voces y los bailes. Hoy hablamos, sin embargo, de la componente estética: en su caso, una potente imagen mod, que refuerza el retrofuturismo del proyecto. Lo hacemos a partir de la siguiente cita de tu libro:
“Cuando Sonic Youth daba sus primeros pasos, hice un verdadero esfuerzo por tener un aspecto más punk, para eliminar cualquier elemento que pudiera recordar al aspecto y la feminidad de una chica de clase media del oeste de Los Ángeles. Al principio, cuando acababa de llegar a Nueva York, Phys Chatham siempre me decía <<¿Sabes qué, Kim? Siempre parecerás de clase media>>. Insinuaba que, para ser más punk, uno tenía que ser de algún modo más feo, como si el hecho de parecer un perdedor le dotara a uno de cierta autenticidad. Lo que Rhys quería decir, creo, es que yo era quien era” – Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).
Pregunta: ¿Cómo crees tú que podemos apropiarnos de nuestro aspecto y escapar de la mirada impuesta, como dice Kim, ser quién somos?
Respuesta: La mirada hegemónica es tan limitada que existen infinitas maneras de transgredirla. Para conseguirlo, puede ser muy útil desafiar de algún modo el canon estético establecido. En mi caso, disfruto llevando minifaldas, gogo boots, medias de rejilla… y luego voy sin depilar. Es una forma sencilla de crear un cortocircuito en las expectativas de la mirada más conservadora y convencional. Pero esta es mi forma, cada una debe encontrar la suya. Si es que le interesa, claro. Lo importante es ser tú misma.
P: Y desde el otro lado… ¿hasta que punto seguimos perpetrando el peso de la imagen como público?
R: A mi me pasa un poco al revés. Creo que las feministas nos forzamos a valorar menos los aspectos estéticos en las músicas, precisamente por intentar compensar la presión a la que estamos sometidas desde la mirada patriarcal. Entiendo los mecanismos que nos llevan a ello, pero me niego a dejar de valorar la estética de las artistas que me apasionan por hacerme responsable de los errores ajenos. Creo que la imagen y la sensualidad son dos componentes muy importantes en el rock, por eso no debemos negarlos, sino apropiarnos de ellos y manejarlos a nuestro antojo, como músicas y como espectadoras.
La imagen y la sensualidad son dos componentes muy importantes en el rock, por eso no debemos negarlos, sino apropiarnos de ellos y manejarlos a nuestro antojo
P: Sin embargo, en las dos primeras portadas de Dúo Divergente no salían vuestras caras, ¿por qué?
R: Quisimos huir del excesivo peso que tiene la imagen individual en la cultura del yo en la que estamos todos metidos, que en la música se acusa especialmente. Aún hoy nos incomoda un poco toda la parafernalia de las fotos preparadas, los videoclips y en general los paripés que tienen como finalidad promocionar la música. Admiramos el trabajo de mucha gente que se dedica a eso, pero es algo que nos sigue costando.
P: Y ya en el directo, ¿qué tipo de dilemas o reflexiones te han surgido al plantearte el arreglarte o no arreglarte?
R: Mi principal duda puede que suene tonta: a lo que más vueltas le doy es a los pelos. Como no me depilo las axilas, al elegir la ropa para cada concierto siempre me planteo si voy a querer que se vean o no. La decisión suele depender del contexto, del tipo de público que esperamos, del humor en que me encuentre… Creo que cada gesto tiene un significado, más si transgredes con lo que se espera de ti como mujer, por eso le doy tantas vueltas a nimiedades como esta. Quiero estar segura de que el mensaje que estoy mandando al público se corresponde con lo que considero positivo o acertado.
P: Y… ¿Qué conclusiones has sacado?
R: Que lo más importante es confiar siempre en el propio criterio y ser tu misma, sin miedo a defraudar a las miradas ajenas. Una vez que has reflexionado sobre la imagen que quieres proyectar en el escenario, cualquier decisión que tomes será acertada.
P: Y tú… ¿qué imagen quieres proyectar? ¿Cómo vives el peso que tiene?
R: Yo disfruto con la provocación, porque soy bastante exhibicionista. Pero más allá de esta condición particular, creo es un tema conflictivo para cualquier mujer que se suba al escenario; sobre todo si el resto de elementos del show quedan eclipsados por los juicios sobre tu físico. Esto es algo muy desagradable que con Dúo Divergente, por suerte, solo nos ha ocurrido en una ocasión, en la que acabamos tarifando con parte del público. Es importante dar respuesta a este tipo de conductas negativas, para evitar que se repitan y reproduzcan en el futuro.
No quiero adherirme al discurso postfeminista de “me empodero con tacones” pero arreglarme antes del concierto se parece mucho a un ritual, una forma más de darle importancia y peso al evento
P: ¿Qué valor le das dentro de tu propuesta en el directo?
R: Sentirme guapa y favorecida hace que me encuentre más segura sobre el escenario. Con esto no quiero adherirme al discurso postfeminista de “me empodero con tacones” que da todo el asco, ojo. Arreglarme antes del concierto se parece mucho a un ritual, una forma más de darle peso al evento, como cuando te preparas para ir a una fiesta. Luego está el tema de “vestir bien”, que para mí va mucho más allá de llevar ropa bonita. Eso lo puede hacer cualquiera con dinero, no tiene ningún mérito. Para vestir bien es necesario tener una ética del consumo, cambiar ropa con las amigas en vez de comprarlo todo, ir a las tiendas de barrio, a las de segunda mano, no gastar cantidades desorbitadas por una prenda de marca… además de una reflexión crítica sobre los parámetros de la moda que nos vienen impuestos cada temporada. A todo esto sí que le doy mucha importancia, arriba y abajo del escenario.
P: En general, el proyecto Dúo Divergente tiene una estética muy cuidada: ¿de qué manera?
R: Ya éramos así antes de tener el grupo, el estilo sesentero es la parte más visible de nuestra filosofía de Vida Total mod: “clean living under difficult circumstances”, que decían ya en los 60. Esto acaba contagiando también a la banda, las portadas…. Por otro lado, no creo que cuidemos la estética ni más ni menos que cualquier otra banda, solo que en la nuestra se nota más la mano. Esto se ve muy claro en el fragmento anterior de La chica del grupo: Kim se curraba mucho la construcción de su imagen punk para conseguir aparentar lo que quería. El estilo descuidado es una opción estética tan construida o espontánea como lo pueda ser el jevi, el mod o el punk, aunque muchas veces nos pase desaparcebido.
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Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Nos preguntamos: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la vivencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general? Puedes leer más kartas en sisterhoodmadrid.es.