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El webzine como multiplicador de mensajes y como vehículo para mantener la conversación.
Aunque la materia de origen es el papel, luego se refleja aquí en lo digital. Y ya en la pantalla crecen unos y ceros y aparecen más caras que en lo impreso, porque es más barato, porque es más inmediato y porque no podemos quedarnos calladas periodos de tiempo tan largos.

Kartas a Kim #8.2 Autoexigencia y cuidados

Ágata Ahora. La autoexigencia está muy presente en la construcción de la feminidad hegemónica. Entre otras cosas, en relación con los cuidados: nos enseñan a estar siempre para los demás, con la mejor de las caras, y no es una elección, es un deber. La cultura de los cuidados tiene muchas implicaciones positivas y también al hacer y compartir música, sin duda, pero… ¿puede conllevar también ciertas barreras para disfrutar y confiar en una misma?

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“Las primeras veces que toqué en un escenario me sentía bastante cohibida. Simplemente intentaba ser competente con el bajo, con la esperanza de que no se me rompieran las cuerdas y de que el público tuviera una buena experiencia” Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).

Querida Kim,

Entiendo que el escenario da miedo, y supongo que las primeras veces nos pasa a tod*s, pero… ¿Tú crees que el resto de tus compañeros de Sonic Youth, especialmente aquellos que no tuvieran experiencia previa en otros grupos, sentirían algo parecido? ¿Estaría preocupados porque el público tuviera una buena experiencia, o, en todo caso por estar dando ellos una buena imagen? Y, si fuera así: ¿se sentirían también bastante cohibidos por esa situación?

En la carta anterior hablábamos de la autoexigencia brutal a la que nos sometemos las (algunas) mujeres, que, seguramente venga en gran parte determinada por el miedo al ridículo (al final, ese no es nuestro espacio, y tenemos la mirada masculina sobre nosotras, examinando cada uno de nuestros pasos), pero creo que en este fragmento añades algo interesante: los cuidados. Me refiero al cuidado como don, solidaridad, reciprocidad… no como “servicios profesionales de cuidado”. Así será en toda la carta.

Sobre el escenario, te preocupabas de ser competente y de que el público tuviera una buena experiencia. No importaba tanto pasarlo bien, trascender, ni siquiera la admiración del público, sino que ellos estuvieran bien. ¿Quieres algo de beber, un té, unas pastas? A mi también me parece importante preocuparse por el público, valorar su opinión, incluso romper la separación audiencia-artista y construir entre tod*s una experiencia compartida, plural, en la que quepan sus expectativas, no solo las que tú traías de partida. Pero eso no debe llevar a cohibirte, no debe de significar ser o sentir menos, sino al contrario. Sin embargo, parece que a veces estas consideraciones pasan por encima de nosotras.

Entre los valores de la feminidad hegemónica se encuentran aquellos relacionados “con la debilidad, la pasividad, la delicadeza, y por propender el cuidado de los otros por encima del cuidado personal” (Garzón Segura, 2015). Los cuidados pueden ser estupendos (para mí, son parte de mi filosofía de vida y herramienta clave de mi activismo) pero… ¿por encima de todo lo demás? Y, sobre todo, ¿solo provenientes de un 50% de la población? Parece que sí: “El cuidar a otros aparece como un rol netamente femenino, salvo cuando se es médico y se decide sobre la salud ajena” (Garzón Segura).

Beatriz Gimeno escribió hace unos años un artículo muy interesante al respecto, “Cuidado con el cuidado”, en el que decía: “El término [cuidado] está tan unido al componente afectivo que la palabra siempre remite a algo “bueno” y así desaparece lo que de negativo pueda tener: sacrificio, desigualdad, carga, responsabilidad, etc.”

Huelga de cuidados

Huelga de cuidados

Un concierto, o cualquier otra manifestación artística, es un proceso comunicativo (que insisto, es interesante trabajar para que sea bidireccional, horizontal y abierto), pero también es una actividad social, de encuentro. Y, en general, cuando se dirige una actividad que involucra a más gente (un concierto, un cumpleaños, una cena en un casa, un viaje…) se mantiene una cierta atención para con los demás. Eso es estupendo, pero si esta asistencia al resto se convierte en preocupación, en responsabilidad social, debería ser compartida y no considerada un valor exclusivamente femenino. Ni en un grupo musical, ni en la vida. Porque si relegamos los cuidados solo a las mujeres, estamos separando roles y añadiendo cargas, como dice Gimeno: “por la vía de la afectividad a las mujeres se nos obliga a aceptar trabajos o situaciones que nos conducen o nos mantienen en la desigualdad. En esta cultura el mundo de la afectividad es femenino”.

Yo creo en una sociedad de solidaridad, reciprocidad… pero preservar esos valores no puede ser una responsabilidad exclusiva de las mujeres, sino una parte más del pacto social. Si queremos/ necesitamos los cuidados, ¡gestionémoslo entre tod*s! Todo Sonic Youth atento del público, pendiente de que lo pasemos bien, de que la experiencia sea satisfactoria. Desde luego, tampoco debe ser una losa encima del propio bienestar, del propio deseo, para nadie. No debe ser una herramienta para tenernos sumisas y cohibidas, sino una elección de quién decida asumirla. Afirma Gimeno: “Relativo al componente afectivo que necesariamente va implícito en el concepto de “cuidado” éste conlleva, casi de manera automática, un componente ético que no es obligatorio asumir o compartir. Cuidar puede ser mejor o peor, pero no es ni debe ser obligatorio, dependerá de las condiciones y circunstancias de cada persona; las mujeres tienen derecho a no cuidar si no quieren hacerlo y por cierto que eso no invalida su derecho a ser cuidadas cuando lo necesiten”.

Estas son las referencias que aparecen en el texto, por si te aparece leer más:

Anni Marcela Garzón Segura. Masculinidad y feminidad hegemónicas y sus consecuencias en la salud de hombres y mujeres. Al Sur de Todo, 2015.

Beatriz Gimeno, Cuidado con el cuidado. Beatrizgimeno.es, 2012.

 

Kim-Gordon-Girl-In-A-Band-608x914Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de reflexionar a partir de preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90’s? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?

Kartas a Kim. Las chicas revuelta

Ágata Ahora. “El riot grrl ha vuelto”, “los 90 están de moda”… Pero, ¿es que alguna vez se habían ido? Los movimientos de mujeres jóvenes que reivindican su espacio en la música alternativa utilizando como herramientas sus propios grupos, los fanzines, desde posturas feministas y autogestionadas se multiplican desde aquel estallido en Olympia, e incluso desde antes (Slits, Raincoats, Lidia Lunch, etc.). Kim Gordon no fue parte de esa revuelta, al menos no llegó a identificarse como tal, pero lo vio desde cerca y con cariño. Con cariño, dedicamos esta carta a las chicas revuelta.

5a2cc988873197cd565cabf1536ba4fe“Riot grrrl, el movimiento underground punk feminista que se puso en marcha a principio de los años noventa, se negaba a conceder entrevistas, y hacía bien. Bikini KIll y otras formaciones de chicas no querían ser convertidas ni explotadas ni transformadas por parte de un un mundo masculino blanco corporativo en productos que ellas mismas no pudieran controlar”.

“En un principio, yo quería involucrar a los Knicks City Dancers para que parodiaran las típicas coreografías de la MTV, pero, en vez de ello, Katlheen Hanna hizo un cameo. Bikini KIll y otros grupos del movimiento riot grrrl seguían con su bloqueo a los medios de información, y el hecho de pedirle a Kathleen que apareciera en nuestro videoclip provenía de mi deseo perverso de que ella se infiltrara en el mainstream. De ese modo, la gente pudo verla también como la chica juguetona, traviesa y carismática que es –una mujer que controlaba la acción bailando a nuestro alrededor mientras nosotros permanecíamos tiesos en una pose rockera y nos limitábamos a tocar la canción–. Fue valiente por parte de Kathleen aparecer en un videoclip mainstream para la MTV y arriesgarse a ser criticada por la enorme comunidad que ella misma había creado.”

Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).

 

riot-grrrl1Hola Kim,

Estos días estoy inmersa en el movimiento riot grrl, preparando un taller súper molón que vamos a hacer con Sisterhood dentro de la programación del Festeen, en Matadero. Va a ser un minicampamento de rock con perspectiva feminista, partiendo de la experiencia y la(s) identidad(es) del riotgrrl. Y ya sé que Sonic Youth no se incluyó en el movimiento, pero tú serviste de inspiración para muchas de las chicas que se autodenominaron riotgrrls y, de hecho, nosotras te hemos puesto en una de las imágenes que hemos usado para promocionar el evento (y nos hemos quedado tan anchas). En el libro lo nombras de pasada un par de veces (en concreto, haciendo siempre referencia a Bikini Kill y Kathleen Hanna), parece que respeto pero desmarcándote de la tendencia y de sus decisiones, como dejar de lado la prensa mainstream.

No parece que tuvieras apenas relación con el movimiento (excepto con Hanna, Cobain y Love) Pero tú estabas en la escena de música alternativa cuando todo aquello sucedió… ¿cómo lo viviste? ¿Cómo lo valoraste? ¿Recibiste alguna ola de la locura de atención y acoso a los que las sometió la prensa? ¿Pensaste en unirte a alguno de los grupos de encuentro? ¿Hiciste algún fanzine, se lo mandaste a tus amigas?

Sé que valoras a Katlheen Hanna, de hecho su intervención es vuestro viodeoclip de Bull in the Heather es bastante gloriosa, pero más allá de ella: ¿cuál fue tu experiencia?

Yo conocí el Riotgrrl de forma bastante tardía, supongo que cuando empecé a hacer el programa de radio con Marta y Clara, aunque de más pequeña ya habría escuchado a Hole (que no, no son riots, pero bueno, esta canción me flipaba) y a algún otro grupo, pero solo considerándolas una versión femenina del grunge (sí, todas tenemos un pasado oscuro). Luego, cuando me metí en la organización de Ladyfest Madrid, se convirtió en uno de los grandes referentes de mi activismo en la música y en la vida. Supongo que durante años lo he idealizado, en otros momentos me ha parecido plano, superficial simplista y naif, en otros me he reencontrado con los grupos, o con los fanzines… De forma general, para mi es un referente inspirador.

taller_matadero_riotAhora, releyendo Girls to the Front, de Sara Marcus, me emociona recordar como fue una burbuja de oxígeno, un salvavidas de tantas adolescentes feministas, raras e inadaptadas. Según testimonios recogidos en el libro, para ellas el riot grrl era:

  • GirlPower Girl <3 love Sisterhood Frienship BESTFRIENDS
  • Una mano en la que agarrarse y un puño en su cara.
  • Cualquier cosa que yo quiero que sea. Cualquier cosa que tú quieres que sea.

En mi caso no fue así, claro, porque en España, que yo sepa, no ha existido una red de riot grrls activas como hubo en DC u Olympia. Es más, los ecos del movimiento –que desde luego, hubo– tardaron en reproducirse. Sin embargo sí creo que tuve una vivencia similar (de encuentro de una red, de identificación con otras personas tan raras como tú, con intereses parecidos), primero con Ladyfest y después con Sisterhood. Lucky me. Al final, ambos colectivos beben mucho de valores, referentes y principios parecidos a los del riot, principalmente: feminismo y autogestión.

Y ¿por qué seguimos reivindicando un movimiento que sucedió hace ya casi 25 años a km de distancia? Para empezar, porque sigue siendo uno de los pocos momentos en los que la música alternativa incorpora de forma decidida los feminismos, y señala sus propias contradicciones:

“Dentro de una subcultura que se consideraba a sí misma como una alternativa, que debería suponer un refugio, encontraban más mierda. Los esfuerzos de los chicos eran alabados, mientras que los de las chicas no se reconocían. La objetificación y la agresión sexual pasaban desapercibidos. El pogo era la imagen perfecta para entender qué iba mal en la escena: un remolino de hombres a punto de zambullirse en un mar de testosterona, que se quitaban sus bombers negras y se las pasaban a sus amigas: eh, coge esto, dejando una línea de chicas-perchero pegadas a la pared, literalmente marginadas”. “Girls to the front”, Sara Marcus (2010). Yes, seguimos con la misma historia, 25 años después.

Además, consiguieron hacer funcionar una red internacional (bueno, de EE UU a UK y vuelta, pero algo es algo) de cultura punk rock /DIY/underground, conectada a través de grupos de música y fanzines. También construyeron espacios seguros para que mujeres jóvenes compartieran sus preocupaciones sobre sexualidad, política, cultura… Además fue un movimiento anticapitalista y radical, que prefirió inmolarse a sí mismo antes de ser fagocitado por el mainstream (como sí hicieron los grunges y también tú con tu grupo, con más equilibrio y elegancia, Kim). Y los grupos molaban la vida. Bratmobile, Huggy Bear, Bikini Kill…

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Tobi Vail y Kathi Wilcox molándolo todo

Y siguen molando, porque nada de esto está muerto. Lo dice Tobi Vail:

“Parecía un milagro lo fácil que había sido que el riot grrl sucediera, así que, ¿por qué no podíamos re-inventar el feminismo punk una y otra vez? De hecho, ¿no es eso lo que hemos estado haciendo una y otra vez, incluso ahora, en los 2010? Seguimos haciendo que las cosas sucedan, creando cultura independiente, auto-representativa, participando en la vida de la comunidad, compartiendo nuestras ideas, escuchándonos las unas a las otras, discutiendo, equivocándonos, aprendiendo y viviendo nuestras vidas con los ojos, las orejas y los corazones abiertos.”

Eso para mi es el riotgrrl. Por eso estoy tan TAN emocionada con el taller de este fin de semana. Ya te contaré cómo nos va.

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Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?

Kartas a Kim #8.1. Autoexigencia

Ágata Ahora. La autoexigencia como obstáculo para hacer música de forma libre y fluida, para confiar en los propios proyectos y compartirlos abiertamente. También, está claro, como fuerza para mejorar, para no conformarse, para seguir creciendo pero… ¿dónde está el equilbrio? En la autobiografía de Kim Gordon​ se vislumbra esta mirada estricta con ella misma, como música y como artista, que no le impidó tener un grupo, dar conciertos, tener una exitosa carrera, pero sí, pese a todo el reconocimiento, le hizo mantener una duda constante sobre su valía. Dedicamos esta y las siguientes cartas a la autoexigencia de las mujeres como músicas.

SonicYouth“Con el tiempo, llegó a gustarme mucho tocar el bajo, era algo físico que conectaba con mi amor por la danza, aunque cuando estoy tocando un instrumento sobre el escenario, me cuesta sentir que pueda llegar a emocionar a la gente de verdad”. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).

Querida Kim,

Menuda locura, ¿no? Si tú no te ves como una música capaz de emocionar a tu público… ¿quién lo va a ser?

Desde luego, reconozco en estas palabras muchos sentimientos propios y compartidos por otras amigas, que vienen a decir que NO valemos lo suficiente. No para la industria, ni para el público, ni para nuestr*s compis de grupo, sino para nosotras mismas.

Fuera de la experiencia estrictamente musical, hace unos meses participé en una mesa redonda organizada por Radio Utopía sobre medios de comunicación con perspectiva de género junto con Toña Medina, representando a Sisterhood, Píkara Magazine y Sangre Fucsia. Fue un foro interesante, el podcast está aquí. Cuando se dio la palabra al público los primeros y casi únicos en tomarla fueron los tíos, como sucede habitualmente (haz la prueba, los datos no mienten). Después, valorando la situación con unas compañeras de Radio Utopía rápidamente lo asociamos con el tema de la separación y asignación del espacio publico/privado –que tú y yo también hemos tratado en cartas previas-, pero fuimos más allá y tratamos de buscar razones concretas. Una de ellas, para mi clara, es la autoexigencia. Por lo general, las tías no hablamos en las asambleas o en las tertulias a no ser que tengamos algo interesante que decir. De esta manera, nuestro auto-escrutinio es una de las cosas que nos hace quedar calladas. ¿También pasa en la música?

Basándome en mi propia experiencia, sí. He tardado más de ¿10? años en enseñar mis composiciones a la gente, básicamente porque creía que no iban a gustar a nadie, excepto a mi. Como tú, Kim, pensaba que no podrían emocionar a la gente. Como guitarrista me suelo disculpar: “Yo soy la guitarra rítmica, la buena es la otra”; y como cantante quitarme importancia: “Bueno, no canto mal, en mi registro. No tengo técnica, canto como puedo”. Escuchando a mis amigas, me he dado cuenta de que esta es la regla. Todas los hacemos valer de menos. No nos gusta destacar, pero no solo porque no es el comportamiento que se espera de nosotras, sino porque no confiamos en que merezca la pena. Para los demás, ni para nosotras mismas.

Así que, WTF?! Tenemos que demostrar que valemos el doble (hace poco lo dijo Jack White en una entrevista que la hacía Mike McCready, de Pearl Jam, y fue un escandalazo, igual hace falta que lo diga un señor para que se escuche el mensaje), y además creyéndonoslo la mitad. Esta barrera para internalizar los logros propios también es llamado el Fenómeno de la Impostora. Se aplica principalmente a mujeres que desarrollan puestos de responsabilidad o prestigio social. Dice Wikipedia: “A pesar de las evidencias externas de su competencia, aquellos con el síndrome permanecen convencidos de que son un fraude y no merecen el éxito que han conseguido. Las pruebas de éxito son rechazadas como pura suerte, coincidencia o como el resultado de hacer pensar a otros que son más inteligentes y competentes de lo que ellos creen ser”. Hola Kim, ¿te suena de algo?

Esta es Ainara

Esta es Ainara

Desde luego la autoexigencia se mezcla con el miedo al ridículo, con la inseguridad… pero al final, yo creo que se corresponde con el control y escrutinio al que se nos somete a las mujeres de forma sistemática, que acabamos por interiorizar. Y así, el enemigo ya no es solo la sociedad, amigas, también lo tenemos dentro, aplastando nuestra capacidad de acción con dudas y estándares locos. Esta carta parece un libro de autoayuda, y no lo es. No creo que tenga que venir ni yo, ni nadie, para decirnos que sí lo valemos (mucho menos una marca de cosmética, juas). Pero tenemos que empezar a creérnoslo, de alguna manera.

El otoño pasado, en uno de sus talleres de autogestión musical, Ainara LeGardon (ay, Kim, te gustaría un montón, igual hasta ya la conoces) contó una anécdota tonta que trata sobre este tema. Relataba cómo a veces ella sentía la necesidad de pedir perdón al público después o durante su actuación, porque quizás no era lo que esperaban, porque no fuese su rollo, porque no era lo suficientemente buena. Alguien (un señor de su entorno, no recuerdo quien) le dijo que, como artista, tenía que estar por encima de eso (sin dejar de empatizar, claro), y que su actitud, su impresión, su planteamiento, debería ser: “esta es mi mierda, y vais a comérosla”.

En fin, a mi sí me parece interesante mantener un grado de humildad con la gente que está dedicando parte de su tiempo a ver a qué dedicas tú el tuyo, pero entiendo el valor de esa seguridad, de esa confianza en tu mensaje, en tu propósito, en tus canciones. Y creo que es una buena actitud, en el camino hacia conocer y dejar conocer quién eres como música. Y al menos no ponerte zancadillas a ti misma, cuestionando tu propia valía en cada paso.

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Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?

Crónica: Proyección “She’s beautiful when she’s angry” en el Cine Doré – 19 sept 2015

Sandra Bueno. Según me acerco a la Filmoteca, veo más y más gente reunida en la puerta. En pequeños grupos, o solos, o haciendo cola. Madre mía, ¿toda esta gente para ver She´s beautiful when she´s angry? ¡Qué emoción!
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El viernes por la noche, mientras las sistis dormían, las chinches habían planeado un ataque. Todavía no han abrazado las ideas feministas y quieren sabotear nuestro encuentro en la filmoteca. ¡Y casi lo consiguen! Pero no nos damos por vencidas tan fácilmente; qué son unas chinches en comparación con todo el patriarcado, unos bichitos de nada no nos desalentarán.
Cuando llego, Paula y Ágata están hablando sobre lo que van a decir antes de proyectar el documental; cómo lo conseguimos, por qué lo proyectamos, qué es Sisterhood, cómo se hicieron los subtítulos etc. Una señora se acerca a ellas, por lo visto por tercera vez ya, y les pide una invitación porque las entradas se han agotado. Yo sigo alucinando con el poder de convocatoria de Sisterhood y del documental y no paro de pensar que hay que pensar algo para volver a proyectarlo, porque mucha gente se ha quedado sin entrada (y en ello estamos).
10625083_10207391866222083_6505212930597411472_nA la entrada de la sala, veo el puesto de merchan de sisterhood, todo ordenado y bonito, con varios curiosos alrededor, cotilleando y charlando con las sistis que lo llevan ese día. La sala está llenísima, la gente está como loca buscando asiento, se oyen murmullos y saludos, abrazos, hay emoción en el ambiente. Paula y Ágata presentan y se apagan las luces. ¡Que empieza, que empieza! Yo soy de las más emocionadas de la sala, yo creo.
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sisits vendiendo zines y bolsas

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En la hora y media que dura el documental, la gente ríe, se indigna, suspiran. Desde luego es un documental que consigue inspirarte, emocionarte y enfadarte. Te identificas con las mujeres que salen hablando, con las que no, con todas las dificultades que pasaron y que hoy en día seguimos pasando. Hay muchas cosas con las que una puede no estar de acuerdo (guarderías 24 horas, ¿en serio?), a veces es todo demasiado yanqui, demasiado Estados Unidos como centro de la Tierra, pero aun así es un documental precioso. Yo salí de él más reforzada, con más determinación por seguir adelante con el feminismo, con Sisterhood.
Las luces se encienden y la gente aplaude. Oigo comentarios de la gente de mí alrededor. “Qué documental más completo”, “me ha encantado”, “casi lloro con la parte de las violaciones”, “madre mía, cuarenta años después y seguimos peleando por las mismas cosas”, “qué mujeres tan fuertes”. 
El espíritu Sisterhood se extiende por la sala.
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Crónica: Conciertos Trash Kit + Cabeza + Burofax

Esta sí sí sí fue la fiesta sisterhood que queremos.
Que no sabemos qué más pedir.
Más fiestas como ésta.
Más grupos, más canciones, más bailes, más amigas, más sandwiches hechos con amor, más sororidad todo el rato. 
Trash Kit @ Maravillas, Madrid. Imagen: Alvaro [Andor]

Trash Kit @ Maravillas, Madrid. Imagen: Alvaro [Andor]

Ágata Ahora. Nos dijeron: “¿Queréis organizar un concierto de Trash Kit en Madrid?”. Claro, qué bien, hacía mucho que no sabíamos nada de ellas, y ¡qué divertido fue su último concierto, en aquel Rizoma, en la Casa de Vacas! Contacto con el grupo, costes asumibles (con entrada a precios populares), sala libre para nosotras, cartel con motivos geométricos, hay que mover la venta anticipada. ¿Y quién más puede tocar? Grupos afines que nos ayuden a convertir el concierto (y todo lo que hay antes y después, la organización, la relación, la red) en un concierto feminista. Esta política de grupos afines está funcionando a la maravilla, tenemos que decir. Y grupos molones, claro. Cabeza, Burofax. Oye, que David vuelve ese día, no sé si llega del aeropuerto. Llega, llega, descuida. Paula JJ y Raúl Querido se animan a pinchar después.
Resulta que mucha gente estaba de acuerdo con nosotras y pensaba que era un planazo. Celebrar la vuelta al cole con tres grupos, pinchada, sororidad. Sala llena, entradas agotadas. En el camerino, sandwiches, un charco, salmorejo. Cuidados tradicionales y rockanrol.
Empezamos con algo de retraso.
Burofax dieron el que yo creo que ha sido su mejor concierto hasta la fecha. Cada día son mejores. Y sus canciones, qué buenas, cada vez más oscuras. Qué ganas de que ya esté el disco de debut.
Luego Cabeza, estrenando batería, infalibles. Su magnetismo, cada vez más intrincado, su vocalista y guitarrista, Toña Medina, cada vez más certera.
11:15, o por ahí, Trash Kit. Baile y fiesta, ritmos marcados, voces tribales, a coro. A mi me faltaron canciones de los primeros discos, pero oye, no se puede tener todo. A cambio, precisión absoluta, contundecia, tensión y flow, baile, baile, baile.
Otra, otra. No queda tiempo, ni un minuto. Fin de esta parte.
Pincha Paula, yeyé, punk, pop.
Pincha Raúl, dice que va a poner más rock, pero yo no sé porque estoy en la calle, estoy de camino.
Abrazos, fotos, satisfacción, alegría, amigas.
Toña Medina, de Cabeza. Imagen: Álvaro [Andor]

Toña Medina, de Cabeza. Imagen: Álvaro [Andor]

Aquí todas las fotazas que hizo Álvaro [Andor]: https://www.flickr.com/photos/andor/sets/72157658289005570

Kartas a Kim #6.3. Fortaleza y riesgos. FT Dilia (Perra Vieja)

Entrevista: Dilia (ex Perra Vieja)

“Dentro de la escena musical ruidosa y subversiva no hay cabida para la sensibilidad”

Ágata Ahora. En su libro Kim Gordon reivindica la sensibilidad como atributo necesario para la creación musical. Más allá de eso, lo defiende frente a ciertas “agresiones” que ella ha recibido desde “hombres” que emplean la supuesta emancipación o fortaleza de las mujeres para negar su emotividad: “si eres una tía fuerte, ¿a qué vienen estos lamentos?”. Yo me pregunto: ¿porqué ha de ser incompatible estar empoderada con ser afectiva? Y, ¿es cierto que este mecanismo es una herramienta de opresión contra la identidad de las mujeres músicas? Para ello, contamos en esta carta con Dilia, guitarrista de la banda madrileña recién disuelta Perra Vieja, que tiene estas cosas muy pensadas, construidas y deconstruidas.

_OGM5838“(…) todo el mundo está al tanto de las maneras, a menudo agresivas y manipuladoras, con las que los hombres a menudo ejercen el poder en el mundo y de cómo, mediante el uso de la palabra “empoderadas” para describir a las mujeres, lo único que hacen los hombres es mantener su propio poder y control”

“Entonces me preguntaba, y sigo haciéndolo ahora: <<¿Estoy empoderada? Si tienes que esconder tu hipersensibilidad, ¿eres realmente una “mujer fuerte”?>>. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).

Hola Kim,

No, yo creo que no, para nada, no tienes que esconderte. A mi me parece que el arte tiene que ver, en muchos casos, con la sensibilidad. ¿Hemos de ser necesariamente las mujeres quienes aportemos ese punto sentimental y carnal? Pues no, tampoco. Y… ¿es incompatible ser sensible con ser una mujer empoderada? No, desde luego que no. Pero mejor preguntemos a Dilia, nuestra guitarrista macarra de referencia.

Yo conocí a Dilia organizando un Ladyfest en Madrid. Desde el primer momento admiré determinación y la solidez de su postura feminista, muy trabajada y con las lecturas bien asentadas. También es cálida, cercana y divertida. Además durante años ha tocado la guitarra y ha hecho coros en uno de los grupos de hardcore más cañeros de la ciudad: Perra Vieja, que, parece ser, se han tomado unas vacaciones permanentes. En esta conversación me he enterado que antes tuvo otros grupos, más cercanos al grunge quizás, con los que no llegó a grabar. Perra Vieja sí tienen un disco y un legado de fieles seguidoras que las amarán forever. Ella, mientras tanto, sigue impulsando proyectos en relación con el feminismo y el punk. En una de esas, una vez hicimos una canción juntas (y con otras amigas, nos llamábamos Animalas). A saber en qué anda metida ahora. Espero que pronto la podamos ver sobre los escenarios de nuevo.

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El empoderamiento no deja de hablarnos de luchas que no paran de producirse

Ale, al lío.

P: ¿Te consideras una mujer empoderada?
R: Bueno, no creo que el empoderamiento sea una cima, una meta estática a la que llegas y de repente las tienes todas contigo. Creo que el empoderamiento no deja de hablarnos de luchas que no paran de producirse… autoestima vs inseguridad, amor propio vs vergüenza, confianza en una misma vs patriarcado… En mi caso una vez que acepto todo este potaje interno intento que no me frene, que no me paralice. Pienso si no es ahora ¿cuándo? si no soy yo ¿quién?. Y me lanzo… hay que atreverse a empujar nuestros propios límites (aunque sea un poquito) y estas pequeñas acciones empiezan a sentarse interiormente y generan más aplomo y firmeza para la próxima ocasión.

P: ¿Esto afecta a tu manera de hacer música? ¿De qué manera?
R: Supongo que todo forma parte de un proceso. Como receptora no podría entender mi existencia sin música. Fue gracias a la sororidad, la que me hizo pasar de receptora a emisora. En 1999 mis amigas querían montar “un grupo como Hole” y ellas querían que yo participara, me colgaron una guitarra y me decían que trastes tocar. En mi segundo grupo 2003 yo ya metía mis riffs y alguna letra que me gustara. Ha sido con Perra Vieja (PV) donde me he definido definitivamente, ahora compongo, melodías y letras, cada vez tengo más claro que me gusta, como quiero que suene y que es lo que quiero transmitir.

P: ¿Qué papel han tenido tú público, tu escena y tus compañeras músicas en ese empoderamiento?
R: Aquí creo que es justo hablar de grupos de mujeres. Cuando hay actitudes machistas normalmente te las callas, nos anestesiamos a nosotras mismas con toda esa basura patriarcal “no será para tanto” “eres una exagerada” lo piensas SOLA y le quitas importancia… Pero si lo compartes con otra que ha sufrido lo mismo, y con otra y otra, detectas un problema estructural que hay que señalarlo y erradicarlo. Esto me ha pasado en la música al igual que en todos los aspectos de la vida, pero concretamente en la música diría que este es un compromiso de todxs las que formamos la escena, público e intérpretes… Tengo claro que la presencia femenina visibiliza pero mantiene el estatus que no es cuestionado. Solo una presencia feminista luchará para cambiarlo generando una escena sana, igualitaria y revolucionaria.

La presencia femenina visibiliza pero mantiene el estatus (…) Solo una presencia feminista luchará para cambiarlo

P: ¿Podrías describir la escena de la que la hablamos?
R: Perra Vieja es un grupo HxC punk con letras comprometidas socialmente y hasta aquí nuestro circuito normalmente ha estado vinculado a centros sociales okupados, concierto de apoyo a causas políticas, siempre con un tinte anticapitalista y antiautoritario. Hasta aquí todo más o menos normal, ¿no?… Lo cierto es que este cambio social nosotras no lo concebíamos sin grandes dosis feministas y nos hemos encontrado con una acogida que ha ido creciendo con los años. Nuestros pogos se han ido llenando de progesterona, mujeres, lesbianas, trans se apoderan de la primera línea y se apropian de ese espacio que ha sido tan masculino por norma general. Ahora cada vez son más los festivales organizados por tías, donde se busca una alta presencia no solo femenina, si no feminista en el escenario. Es una burbuja maravillosa donde recargar pilas, donde sentir que como buenas “perras” tenemos una manada, hermanadas. Donde nos devuelven que lo que hacemos tiene sentido también para ellxs, que tiene cabida, huele a revolución, a cambio.

P: Y… ¿hay vida fuera de esa escena?
R: Si, por su puesto. Esa manada nos da fuerzas para tocar en “territorios hostiles”. Para mí, ese es uno de los mayores sentidos del gueto, recargar energía, empoderarte y salir a otras escenas más punkis, más hardcoretas y por supuesto poco feministas a priori. Y así, seguir reapropiándonos de esos espacios, recordarles a nuestros compañeros que la escena y el pogo también son nuestras, que ya nos hemos cansado de estar en la última fila y que el papel de groupie se queda bastante escaso. Como en otros ámbitos, hemos llegado para quedarnos. _OGM5747P: Por el contrario: ¿alguna vez te has sentido prisionera de tu supuesta fortaleza? ¿Crees que alguien ha empleado tu empoderamiento en tu contra?
R: Sí, y he hecho cosas que no me apetecían demasiado, solo para que haya presencia de mujeres. Pero bueno, de todo se aprende. No sé si alguien lo ha utilizado en mi contra, pero es cierto que a veces tienes la sensación de que te “utilizan” para cubrir cierto cupo de feminidad o feminismo, sin tenerlo demasiado interiorizado, ni trabajado. Pero bueno, que ya cuenten con esa presencia implica un cambio de mentalidad.

P: ¿Crees que es posible expresar sensibilidad desde un rol de tía dura?
R: Esto es algo que en Perra Vieja tuvimos muy claro, no queríamos tener un grupo de hardcore y hacerlo como “lo hacen los tíos”. Y quiero dejar claro que me encanta escuchar a Candace Kucsulain, dándolo todo y como ella a muchas tías más. Pero creo que es interesante explorar otras maneras de hacerlo. Destruir los roles es un reto activo. Yo me siento bien, cuando entre canción y canción presento algún tema, con mi acento canario y mi tono dulce… es mi manera de hablar. Y siento que la verdadera potencia está en lo que digo, cuando aludo al trabajo asalariado como sistema de control social, cárceles, aborto, represión, liberación, etc… No actuamos de ninguna manera, es auténtico, sale de nosotras. Uno de nuestros lemas ha sido “hacemos lo que nos sale de tol coño y esta es nuestra única ley” y que así sea.

Hacemos lo que nos sale de tol coño y esta es nuestra única ley

P: ¿Para ti qué relación tiene la sensibilidad con la creación musical?
R: Con los años me he dado cuenta que elegí el grunge, el punk, el hxc, rock, la música ruidosa, para transitar la rabia, canalizar la ira de manera positiva. Enchufo la guitarra y me gusta sentirme macarra, potente, poderosa… pero nunca he renunciado a mi sensibilidad. El feminismo me hizo entender que los “valores femeninos” cotizan a la alza y esta idea supura por los poros de Perra Vieja también.

P: En la música, ¿La sensibilidad sigue siendo algo de mujeres?
R: Pues mi primera respuesta ha sido: – Tristemente si.
Pero si soy estrictamente sincera creo que dentro de la escena musical ruidosa y subversiva por la que yo me muevo, no hay cabida para la sensibilidad. Esto es fácil de analizar si hacemos un símil del patriarcado con el sistema financiero (dos sistemas de dominación que apestan y debemos erradicar). Los valores asociados con lo “masculino” rudeza, ira, violencia cotizan a la alta, lo asociado a lo “femenino” la sensibilidad, la delicadeza, a la baja. En este “escalar” hacia lo masculino y “descender” hacia lo femenino… ser una tía marimacho, nos hace sentirnos empoderadas y un tío sensible tiende a ser tachado de “nenaza” (como si esto fuera un insulto).

Fue gracias a la sororidad, la que me hizo pasar de receptora a emisora

P: ¿Puedes darle algún consejo a los hombres que quieran incorporarla?
R: Les diría lo mismo que Simone de Beauvoir nos dijo a nosotras, que “No se nace hombre, se llega a serlo”. Que el “ser hombre” es un producto cultural que se ha construido socialmente. No ser delicado, no llorar, no ser sensible o mostrar debilidad es tan absurdo como, no reír cuando algo te hace gracia, no enfadarte si alguien excede tus límites, o no beber agua si tienes sed.

Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?

Kartas a Kim #6.2. Lideresas y mandonas

Ágata Ahora. En su libro, Kim Gordon se sitúa como artista tímida que vence a duras penas sus fobias sociales para compartir su creación. El modelo de mujer decidida, resuelta, capaz y fuerte –que yo asignaba desde fuera a la bajista de Sonic Youth– no se refleja en su biografía, así que dedicaremos esta carta (y la anterior y la siguiente) a ello. La idea de “líder” es escurridiza: por un lado habla de una organización jerárquica, por otro lado se refiere a la capacidad de autodeterminación, de decisión, de seguridad, de convicción. Dedicamos esta carta a esta segunda acepción.

peaches6“El rollo de las estrellas del rock siempre me ha parecido insincero –esterilizado y gestual, incluso ridículo–. Siempre me he sentido incomoda dándole a la gente lo que quieren o esperan de mí”. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).

Hola Kim,

¿Qué tal las vacaciones? ¿Estuviste por California?

Yo la verdad es que muy bien, tranquila, mirando el mar. He tenido tiempo para retomar poco a poco nuestra correspondencia, que dejé bruscamente antes del verano. Disculpa mi silencio estos meses, pero tuve muchos líos varios que ahora no vienen a cuento. La verdad es que he echado de menos tus cartas y nuestras reflexiones compartidas sobre mujeres y música, así que, si te parece bien, retomamos.

Lo último de lo que hablábamos era sobre el liderazgo, la fortaleza… Son atributos que no se suelen inculcar a las niñas ni a las mujeres, pero que tienen un papel clave a la hora de situarse como creadora, coordinadora de un grupo, etc. ¿Cómo subirse a un escenario, proponer tus ideas dentro de un grupo o defender tu opinión, cuando lo que te enseñan es a ser invisible? O aun peor, cuando se condena a la mujer que lo hace, tachándola de “mandona”. Contadba Sara Uve de Árida: “Al principio me mostraba mucho más insegura y no tenía muy claro qué valor darle a mis ideas. Muchas veces me colocaba en ese rol de compositora o gestora y no sabía bien por donde tirar. Si se creaba confrontación de algún tipo solía terminar cediendo en mi criterio por no saber defenderlo bien o por rechazo al conflicto en sí mismo. Pero fui aprendiendo de mis errores, superando algo más mis inseguridades y moviéndome por lo que me motivaba. Si lo que quería era componer en un grupo, tenía que aprender a trabajar en equipo, a ceder a veces, a defender otras, y a manejar situaciones que, quizá por mi sensibilidad, me afectaban de más”. Es es un proceso de empoderamiento, muchas veces a contracorriente.

Desde luego tú, Kim, no eres el ejemplo de líder: te defines como tímida crónica y en el libro relatas en varias ocasiones lo mal que lo pasabas y lo poco segura que te sentías sobre el escenario. Incluso consideras que al exigir fortaleza en las mujeres se cae en una trampa en la que no se les permite mostrar su sensibilidad. De eso hablaremos en la siguiente carta. En esta me gustaría hablar brevemente del perfil de “mandona”, precisamente por la falta de presencia  que se extrae de tu experiencia.

Pero por otro lado, al reflexionar sobre este perfil, el de la “mandona”, me surge otro temor: caer en el feminismo liberal, ese de “porque yo lo valgo”, que sitúa el sujeto de la lucha “feminista” en el individuo, aislándolo de su entorno. Que reivindica las decisiones de las mujeres, sean solidarias, reflexionadas, políticas para la comunidad, o todo lo contrario. En este sentido, reivindicar al sujeto dirigente puede implicar defender una organización jerárquica, lo que, comprenderás, no es absoluto mi intención. Creo en la cooperación y en las estructuras horizontales, pero, para coordinar y ofrecer una opinión es necesaria también esa seguridad (o fortaleza) de la que quiero hablar en estas cartas. Y que no se corresponde, en absoluto a lo que nos educan a las mujeres (todo lo contrario, cualquier milímetro de nuestro cuerpo, que es nuestra valía social, es fuente de inseguridad, desde la escuela hasta la vejez). Buscando cosas sobre el tema del liderazgo y las mujeres, encontré una web llamada Ban Bossy [prohíbe mandona].

“Cuando un niño pequeño se reafirma se le dice que es un líder, sin embargo, cuando una niña hace lo mismo, se arriesga a ser llamada “mandona”. El uso de términos como mandona mandan un mensaje claro a las niñas: no levantes la mano o hables. Ya en la escuela secundaria, las niñas están menos interesadas ​​en el liderazgo que los niños una tendencia que continúa en la edad adulta.”

Esta iniciativa advierte de situaciones alarmantes, que ya se observan en edades muy tempranas:

  • Girls get less airtime in class. They are called on less and interrupted more.
  • The confidence gap starts early. Between elementary and high school, girls’ self–esteem drops 3.5 times more than boys’.
  • Bossy holds girls back. Girls are twice as likely as boys to worry that leadership roles will make them seem.

La web incluye gráficas que confirman (al menos en EE.UU.) sus observaciones, fotos de Beyoncé, Condoleezza Rice (!!), Jennifer Garner y Jane Lynch apoyando la campaña y también guías #Banbossy para chicas, para profesor*s, para padres y madres, etc. Toda la web tiene un marcado carácter individualista – liberal – túpuedesserelnúmerouno estadounidense, pero la situación que describe (al margen de la estrategia para combatirla) parece evidente: a las mujeres no se nos educa para destacar, ni para asumir puestos de coordinación.

Y esto: ¿qué impacto tiene sobre un escenario? Pues mucho, claro. El asumir un rol activo –y por tanto, romper con la normalidad de señores rockeros– en la música es mucho más que levantar la mano en clase. Si el querer hacer las cosas como quieres, tocar tus canciones, decidir tu manera de llevarlas a escena, coordinar a un equipo de músicas y de técnicas, etc. lleva a recibir calificativos mucho peores que el de mandonas, pues oye, mejor quitarse de líos y quedarse abajo del escenario, en un sitio discreto. O en casa, más tranquilas.

Por eso necesitamos otros modelos, capaces de subvertir el mensaje. Mujeres poderosas (que no tiranas), seguras y fuertes. No para que todas tengamos que ser de esta manera, claro, sino para que podamos ser como nos de la gana.

Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?