Kartas a Kim

Kartas a Kim #4. Dominar y destacar/ La performatividad del rocanrol

Ágata Ahora. En términos generales, en cualquier ámbito sociocultural, no se fomenta que las mujeres destaquemos más allá que por nuestra belleza, contemplada por la mirada masculina, por nuestra bondad, nuestra gentileza… y otros parámetros de madre-esposa. En la música alternativa, por tanto, tampoco. Pero ¿hay algo más? ¿Algo específico de la performatividad de la música que no nos incluye? ¿Lo que se espera y lo que se refleja de quien sube al escenario es masculino? ¿Puede ser de otra forma? Kim Gordon habla de la eterna distinción entre arte (masculina) y artesanía (femenino).

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“(…) por lo general, a las mujeres no se les permite ser la hostia. Es como la famosa distinción entre arte y artesanía: el arte y el desenfreno y llevar las cosas al límite es algo masculino; la artesanía, el control y el refinamiento es para mujeres. ”. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).

Querida Kim,

Hace unos meses, en una mesa redonda sobre mujeres en la música a la que Sangre Fucsia me invitaron a participar, Laura, la moderadora, nos preguntó si veíamos alguna característica de la escena musical que hiciera que la situación de las mujeres fuera diferente a la general en otros ámbitos culturales. Dilia (de Perra Vieja) dijo que no veía peculiaridades porque, al final, la música es una parte más de la cultura; Elena Cabrera (Autoreverse), señaló que el grado de sexualización es mayor que en otros escenarios. Lo de la hipersexualización es un temazo, y espero poder tratarlo en un post más adelante, a raíz de algunos comentarios del libro.

En el fragmento anterior tú señalas un factor interesante: la separación arte/artesanía que divide las aportaciones deseables por géneros. Se corresponde a la clásica distinción público/ privado: el arte pertenece al espacio público (dominado por el hombre); la artesanía al espacio privado (reservado para la mujer). En esto la música poco se diferencia frente a otras formas de arte.

Además añades otros factores en relación con la performatividad, ya en el espacio público (desenfreno y llevar las cosas al límite vs. control y refinamiento), que sí señalan ciertas diferencias en la música frente a otras formas de arte. Precisamente en la experiencia compartida, en el directo, es posible que el hacer y compartir música suponga una mayor exposición respecto a otras disciplinas, como la fotografía y la literatura (que se hacen en nuestro cuarto propio, aunque luego se expongan en espacio públicos) o la interpretación (ensayada y controlada al detalle, de nuevo, en un ámbito más privado). Por tanto, es posible que la música suponga un mayor riesgo en un espacio hostil. No lo sé, quizás en un sentido similar a la improvisación en teatro o en poesía.

Desde luego, tener un grupo, subirse a un escenario y compartir tus canciones tiene un punto exhibicionista y de toma del espacio, lo que entra en cierta contradicción con los valores femeninos tradicionales, que se transmiten a través de recriminaciones más o menos cariñosas del entorno, mediante mensajes continuos de los medios de comunicación. Nos piden ser comedidas, respetables, modosas. Nada de eso se corresponde con una rockstar en el escenario.

Eh, eh, pero están Debbie Harrie, Janis Joplin, Juliette Lewis, PJ Harvey… en una siguiente carta si quieres hablamos precisamente de eso, de las que es salen de su norma, a partir de otra reflexión tuya sobre el tema. En cualquier caso, de nuevo, hay que tener en cuenta que son casos puntuales. La situación general es que las mujeres siguen estando en minoría sobre el escenario y los roles hegemónicos son siempre los mismos, como decía Sole Parody: chica mona asexuada o zorra, siempre en torno al sexo leído por varones, y por tanto, como objeto contemplado, no como sujeto activo, que busca la provocación y el límite fuera de la mirada de nadie, sino como parte de su identidad.

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La improvisación, la ostentación.

En el escenario, y más en contextos no-formales (*), entra en juego otro factor: eres tú con tu instrumento, y a veces toca arriesgar (la búsqueda de los límites, el descontrol). En la performatividad del rock o el punk, etc. la improvisación –lo que no se puede controlar, lo que no sabes a dónde te llevará– tiene un papel importante. Pero, Kim… ¿Cuantas chicas has visto tú participando en jamsessions? ¿Y en otro papel que no sea cantando?

En relación con el riesgo también está, en muchos casos, el desorden, el desenfreno. Y como comentas, son lugares en los que, a priori, no se nos ha invitado a estar, y, por tanto, es posible que no estemos del todo cómodas. En contraposición, sugieres el refinamiento y el control. Muy rocanrol todo eso, yes.

También en el camino de la búsqueda de los límites está la ostentación. El señor flipado levantando el mástil de su guitarra y tocando un solo con la boca abierta; dando palmas jaleando al público; dirigiendo su mirada desafiante mientras aúlla; contoneando su cuerpo entre las primeras filas. Son referentes claros que creo que tod*s tenemos en nuestras pupilas: eso es rocandrol. No es control, no es refinamiento. Es perder los papeles. Son cosas de señores. Asumimos que esos son los roles válidos en el contexto de la música alternativa, y, por otro lado, que no son roles válidos para nosotras, según el modelo de feminidad hegemónico.

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Por fin tengo la excusa perfecta para colar a uno de mis guitarristas de todos los tiempos: Dimbag Darrel (RIP).

Y no es que a mi me parezca mal, de hecho me gusta bastante el chourockero, las luces y las plataformas giratorias (oh, una de mis filias, el rock de señores). Por supuesto, tampoco veo necesario que todas las mujeres adquieran esas actitudes, cada una con su rollo sobre el escenario. Lo dañino es que esos sean los únicos referentes y que todos sean predominantemente masculinos.

Si el imaginario de gran parte de la música pop, rock, punk, hardcore, metal… incluye únicamente a señores haciendo muestra de su poder masculino en el escenario, para que una niña se vea identificada con esa realidad, y a la vez se sienta a gusto con el mensaje que le cuentan en Disney Channel tiene que hacer un par de piruetas mentales. Mientras tanto, otras performatividades, otras formas de disfrutar de la música sobre el escenario, de compartir el espectáculo y el mensaje, quedan invisibilizadas, o incluso quedan sin existir.

(*) ¿Qué pasa en otros contextos como el de la música clásica, en el que l*s instrumentistas responden a la técnica, el rigor y la práctica? ¿Sigue habiendo muchas menos mujeres?

Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?

 

 

Kartas a Kim #3.4. Barreras y asedio. Sí, este también es nuestro sitio. Ft: Hilda Hund (YAY)

Entrevista a Hilda Hund, guitarrista y cantante de YAY

“Ir a un campamento de rock me habría hecho la niña más feliz del mundo y seguro que habría montado un grupo a los 8 años y no a los 80”

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Ágata Ahora. En esta carta seguimos reflexionando sobre música, barreras y estrategias para sortearlas, esta vez con la ayuda de la mujermaravilla Hilda Hund, de YAY. Ella empezó a tocar la guitarra y hacer canciones con 11 años. Las grababa por su cuenta, o en verano y navidades con su prima (Clara, guitarrista y cantante de His Majesty the King). Con 25 empezó su grupo propio: YAY. Desde entonces han grabado dos discos y dado decenas de conciertos; entre ellos, el año pasado telonearon a Juliana Hatfield –su ídola desde los 12 años- y Matthew Caws en la sala Sol. Reconoce que la presencia o ausencia de modelos incluye en la cantidad e mujeres que deciden dedicarse a hacer música pero opina que, si realmente estás interesada en el tema, encontrarás la manera de hacerlo, e incluso, de hacerlo a tu manera.

Hola Kim,

¿Qué tal has pasado las vacaciones? Espero que bien. Yo estuve de visita en tu ciudad de adopción, la que vio nacer a Sonic Youth; hasta estuve buscando algunas de las galerías en las que trabajaste en Chelsea. Me gustó, con muchos matices, y ya casi he vencido el jetlag. Todo bien. En fin, a la vuelta he retomado la conversación a la que hemos dedicado las últimas tres cartas: reflexiones sobre las barreras de género que serpentean en torno al mundo musical y narraciones de los caminos que entre unas y otras vamos construyendo para abrir paso. Hoy te quiero presentar a una de mis heroínas: Hilda Hund, de YAY, que se une a nuestra discusión.

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Hilda Hund / YAY

Hilda Hund lleva tocando la guitarra y cantando durante años, pero lo costó casi 15 dar el salto al formato banda. Cuando lo hizo, eso sí, fue una composición exquisita: YAY es un grupo sólido y cuidado al detalle. Son la banda sonora perfecta de un viaje nocturno en carretera. Las canciones -de sus hasta ahora dos LP (Fur, de 2015, y We Never Know How The Day Will End, de 2012) y dos EP (uno de este 2014 y otro del 2012 navideño)-  fluyen, transportándote sobre la bruma, pisando el acelerador, creando una tensión que nunca terminan de resolver. Cada pieza encaja para el perfecto funcionamiento de la experiencia: las guitarras dibujan los bordes de las montañas, la voz atrae a los animales, los bajos son los faros que alumbran la calzada, y la batería te sujeta para no caer en el precipicio.

Hoy Hilda Hund se cuela en nuestra correspondencia y responde a mis preguntas a partir del siguiente fragmento de tu libro:

 “Hombres tocando. A mí me encantaba la música. Fuera lo que fuese que sintieran los hombres cuando estaban juntos en el escenario, yo quería verlo de cerca, quería repasar a tinta ese algo invisible. (…) Viéndolo con perspectiva, ese es el motivo por el que entré en un grupo, para poder integrarme en esa dinámica masculina y poder mirar hacia fuera, en lugar de tener que mirar hacia dentro a través de una ventana cerrada”. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).

La entrevista

[Se supone que] como mujer, la música sin unos brazos masculinos rodeándome sería un aburrimiento. Me hace hasta gracia, porque la afirmación no podría estar más lejos de la realidad, entre otras cosas por los brazos rodeándome y porque encima sean masculinos

Respuesta: Recuerdo muchas, porque de pequeña iba a muchos conciertos, del estilo que fueran. Me parecía que estaba presenciando algo mágico o sobrenatural y pensaba en cómo podría reproducir aquella sensación para mí misma cuando yo quisiera. Tomaba con la naturalidad que da la costumbre el hecho de que siempre hubiera una cierta o total ausencia de mujeres en el escenario, pero cada vez que había alguna, lo celebraba. Incluso diría que me daban nervios buenos.

P: ¿Cómo crees que influía esa ausencia de mujeres?
R: El no ver demasiados referentes influye, aunque sea de manera inconsciente, en el número de mujeres que se dedican a la música. Sin embargo, también creo que las chicas verdaderamente interesadas aprenden dónde buscar y no esperan a tener una invitación, no son vampiras entrando en casa de nadie. Las tímidas siempre lo tienen más complicado, pero eso ocurre en todas las facetas de la vida.

P: Pero, por lo general, ¿nos sentimos invitadas a entrar?
R: Creo que no es lo común sentirse identificada, o sentir que, de manera general, te requieren en la música por las cosas que haces. De manera general, insisto. A veces tienes que personificar un determinado pack de cualidades, como emisora y como receptora de la música. Y especialmente, cuanto más comercial es esta, más se valoran otro tipo de cosas que ganan terreno a lo meramente artístico. En ocasiones se apela más a la imagen de las mujeres y a sus supuestas características que a la realidad de las propias personas.

P: ¿Cómo operan esas normas?
R: Hay mecanismos que nos indican que nos quieren dentro, pero bajo sus reglas y su percepción de lo que una mujer, música o no música, debe ser. Uno muy claro es la frase “para ser una chica… (Completar con cualquier supuesto halago)”. Además, estas cosas machistas no es solo cosa de hombres. Insultos bienintencionados como estos pueden venir de cualquiera. Muchas de nosotras a veces nos olvidamos de que esto es así, porque nos rodeamos de personas con opiniones y actitudes parecidas a las nuestras, pero basta salir un poco de nuestras burbujas para comprobar esa realidad fácilmente.

Un técnico en una prueba de sonido me insistió en que tenía que cantarlo todo en otro tono porque así estaba mal y no me podía sonorizar bien

P: ¿Recuerdas alguna experiencia personal en ese sentido?
R: Un técnico en una prueba de sonido me insistió en que tenía que cantarlo todo en otro tono porque así estaba mal y no me podía sonorizar bien. ¡Era un gran profesional! También está el dependiente de la tienda de instrumentos que no me quería vender cuerdas del calibre 12 porque eran muy gruesas para una chica. Lo ahorqué con una. Es broma. En otra ocasión, hace algunos años, cuando en el grupo éramos tres chicos y yo, una colega de una amiga vino a un concierto y lo primero que le preguntó a mi amiga fue de quién era novia yo en el grupo. ¡Se suponía que esta mujer era una persona feminista! ¿De qué lugar recóndito salió esta suposición suya?

P: ¿Cómo te tomabas estas cosas?
R: La traducción que podría hacer de estas experiencias es que yo no sé lo que hago en lo que se refiere a música, que alguien tiene que corregirme, y que, por supuesto, para estar en un grupo de rock necesito una motivación sexual o afectiva porque, como mujer, la música sin unos brazos masculinos rodeándome sería un aburrimiento. Me hace hasta gracia, porque la afirmación no podría estar más lejos de la realidad, entre otras cosas por los brazos rodeándome y porque encima sean masculinos. Pero a mí todo eso me da más ganas de tocar, la verdad. De todas formas, a ver quién no ha formulado un juicio erróneo en su vida, todas tenemos que aprender.

Cada una con nuestras opiniones y nuestra manera de ser y de decir las cosas, con nuestros cambios y evoluciones. Si eso inspira a alguien a ser como es o a ver cosas que no veía, estupendo, pero lo suyo es hacerlo primero por una misma, por dignidad personal.

P: Pero… ¿Cómo crees que se puede revertir eso?
R: Hay muchos casos perdidos y creo que no hay que perder energía en ellos. Para los demás, en mi opinión, tenemos que ser nosotras mismas con todas sus consecuencias. Cada una con nuestras opiniones y nuestra manera de ser y de decir las cosas, con nuestros cambios y evoluciones. Si eso inspira a alguien a ser como es o a ver cosas que no veía, estupendo, pero lo suyo es hacerlo primero por una misma, por dignidad personal. No hay que dejarse reducir, no somos un caldo. Es un dicho italiano que me acabo de inventar.

P: ¿Cómo lo hiciste tú?
R: No dejándome reducir como un caldo y aprendiendo a hacer lo que me apetece sin darle explicaciones a nadie, muchísimo menos a quienes se obcecan con sus prejuicios, sean estos los que sean. Intentando encajar aquí o allá no se consigue nada bueno.

P: ¿Se te ocurre alguna estrategia conjunta para fomentar que más y más mujeres se interesen por la música?
R: Si no les interesa la música, lo que deben hacer es dedicarse a lo que les interese a ellas. Si les interesa pero no se atreven, a lo mejor un día les pueden las ganas y no les queda más remedio que atreverse (eso me pasó a mí). Pero te digo una cosa, lo de los referentes es muy cierto, y a mí, un campamento de rock, de pequeña me habría hecho la niña más feliz del mundo y seguro que habría montado un grupo a los 8 años y no a los 80, para bien o para mal, jiji.

* Es importante tener en cuenta que las personas que participan en estas entrevistas son músicas en activo, son las que sí están ahí, por lo que, de alguna manera han conseguido traspasar las barreras invisibles de las que hablamos o, incluso, gracias a un entorno o educación privilegiada, no los han sufrido. Por tanto, no vamos a poder describir el fenómeno en su plenitud. Si tú tienes algo que añadir, por favor, háznoslo llegar a sisterhood.mad@gmail.com

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Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?

Kartas a Kim #3.3. Barreras y asedio. Sí, este también es nuestro sitio. Ft: Sandra Bueno

 Entrevista a Sandra Bueno, batería, antropóloga, historiadora, poeta y otros.

“Nunca me he sentido coartada a la hora de tocar, mi hermana también tocaba en grupos con otras chicas, así que no me parecía raro, ¡lo normal para mí era ver bandas con mujeres! Soy una suertuda, ¿no?”

 

Sandra on fire

Sandra on fire

Ágata Ahora. Aunque “La batería sea un instrumento de chicos”, “una chica no tenga el mismo flow tocando que un chico”, o, “ui, eres muy pequeña, no vas a tener fuerza para tocar” Sandra Bueno (Agnes, Señorita Uva, Belga) lleva ya años haciendo música y disfrutando. Tuvo la suerte de contrarrestar esos comentarios de personas aleatorias, que creen tener derecho a opinar sobre tu destreza como batería o sobre tu grupo, con el modelo de su hermana y de otras amigas músicas. En esta carta a Kim reflexionamos alltogether (San, Kim y yo) sobre esta y otras dinámicas machistas que se reproducen en la música independiente y que siguen dejando a otras tantas tías fuera, y las estrategias para vencerlas.

Hola Kim,

Te quiero presentar a la persona que se va a colar en nuestra correspondencia de hoy, SANDRA BUENO/ AGNES, FLOR DE CALABAZA, SISTERHOOD.sandrahoyueloSandra Bueno empezó a tocar en grupos cuando era bastante pequeña. Tocaba la batería, pero legalmente no podía entrar en los bares donde daba conciertos con su grupo, Belga. Entonces no sintió que nada más que la barrera de la edad la dejara fuera. Siguió tocando, después con Señorita Uva, y más tarde con Agnes. Entonces empezó a ver que a su alrededor no eran tantas las chicas que tocaban, muchas menos de las que veía en su vida, y comenzó sentir que había algo más que había pasado por alto, que perpetuaba la normalidad en la escena musical, que dejaba fuera a las mujeres. Dentro de su propia lucha, y también a partir su inquietud artística, se unió a las filas de Sisterhood. Además, escribe poemas que a veces recopila en ediciones hechas a mano para regalar a sus amigas. Otros se convierten en collages sobre cartón en nuestra sección Flor de Calabaza. Como batería, Sandra es de las mejores: toca con un sonido cálido y especial; es original, es precisa y creativa; además también canta y toca la guitarra, ahora desde su hogar temporal, Edimburgo.

Kim, como en las dos cartas anteriores, vamos a seguir reflexionando a partir del siguiente fragmento de tu libro:

“Hombres tocando. A mi me encantaba la música. Fuera lo que fuese que sintieran los hombres cuando estaban juntos en el escenario, yo quería verlo de cerca, quería repasar a tinta ese algo invisible. (…) Viéndolo con perspectiva, ese es el motivo por el que entré en un grupo, para poder integrarme en esa dinámica masculina y poder mirar hacia fuera, en lugar de tener que mirar hacia dentro a través de una ventana cerrada”. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).

Y ahora te transcribo el diálogo con Sandra, ¿vale? Espero que te resulte interesante. Muchos besis,

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Sandra, en la izquierda, junto a Agnes en acústico.

LA ENTREVISTA

Se nos exige que demostremos que podemos hacerlo bien o si no, muchas veces nos ven como objetos de decoración

Pregunta: ¿Cómo fue tu toma de conciencia feminista en relación con la música?
Respuesta: Empecé a tocar música desde muy pequeña, así que hay ciertas cosas que no empecé a pensar hasta que fui más mayor. Es verdad que cuando iba a clase o bien eran todo chicos o bien las chicas que había eran cantantes o pianistas, pocas había baterías o bajistas etc. Los últimos años que estuve en la escuela municipal (allá por 2009 o así) sí que había muchas más chicas tocando otros instrumentos que no fuesen piano o voz.

P: ¿Qué referencias tenías entonces?
P: Cuando empecé a tocar era pequeña y me gustaban grupos como EBS [Ella Baila Sola], donde eran mujeres las que cantaban y tocaban (¿y componían? No sé), cuando empecé a investigar y mi hermana me empezó a enseñar música menos comercial que le gustaba a ella, sí que me di cuenta de que había poquísimas mujeres que formaban parte de esos grupos, y menos aún que se dedicasen a la producción. Aún así, nunca me he sentido coartada a la hora de tocar, además mi hermana también tocaba en grupos con otras chicas, así que no me parecía raro, ¡lo normal para mí era ver bandas con mujeres! Soy una suertuda, ¿no?

Sandra, en un concierto con Srta Uva

Sandra, en un concierto con Srta Uva

P: Y fuera de tu experiencia, en general, ¿crees que la música alternativa es un espacio que invita a las mujeres a participar?
R: Creo que invita más a los hombres porque a nosotras parece que se nos exige que demostremos que podemos hacerlo bien o si no, muchas veces nos ven más como objetos de decoración que como creadoras y artistas.

P: ¿Crees que nos sentimos apeladas como parte de la escena, tanto como emisoras como receptoras?
R: Muchas veces no. No quiero decir un no rotundo porque no lo siento así, a lo mejor es por el ambiente en el que estoy, donde conozco muchas chicas que tocan, que organizan conciertos etc. pero también chicos que me respetan como música. Sí es verdad que ser mujer y estar en una banda puede ponerte en situaciones muy incómodas (lo que dije antes de tener que demostrar, comportamientos paternalistas, comentarios machistas etc.) y eso puede echar para atrás a algunas personas que no quieran tener que pasar por eso o que se cansen. Además, creo que cuando empiezas sí puedes notar que el ambiente es todo masculino y masculinizado y que una no encaja ahí del todo y tiene que abrirse paso.

P: ¿Has vivido alguna experiencia de este tipo?
R: Yo lo que más me he encontrado y sufrido son los comentarios de promotores de conciertos, dueños de salas, técnicos de sonido o miembros de otras bandas que me dan a entender (a veces sutilmente, pero otras no tanto) que soy una chica y que por eso, por ejemplo, no tengo fuerza para tocar la batería, o no sé montarla, o tienen que tratarme con mucho cuidado por si me rompo. Otras veces, pasan directamente a los piropos chungos etc.

 [El encargado de una sala] nos dijo “pero no os preocupéis, que si no llenáis la sala, os ponéis unas minifaldas y listo”

P: ¿Recuerdas alguna anécdota concreta?
R: Me acuerdo cuando Señorita Uva empezamos a mirar Hangar 19 para ver si ensayábamos allí y fui con Sara [Uve, la guitarrista de Señorita Uva entonces, y ahora cantante y guitarrista en Árida] y el dueño del local se lució. Primero nos preguntó que qué música hacíamos, que si hacíamos pop y se puso como a tararear música así suave y bonita. Y Sara y yo le dijimos, no, no, más bien rock, y el hombre nos miraba alucinado. Poco después, cuando le dije que yo tocaba la batería me dijo que había un chaval que daba clases de batería allí en Hangar, y que me pasaría su número porque probablemente las necesitaría. Flipa. Así que hay ciertos tipos de géneros musicales y de instrumentos en los que parece que una chica no tiene nada que hacer. Tengo otros ejemplos como el comentario que nos hizo el tipo de la sala Orange (ya no sé si se llama así) a Sara y a mí cuando fuimos a preguntarle condiciones para tocar; nos las contó y luego nos dijo “pero no os preocupéis, que si no llenáis la sala, os ponéis unas minifaldas y listo”. Nunca tocamos allí, claro. Otra vez, en la calle, hablando con un señor que trabajaba de músico profesional o en un estudio de grabación, no recuerdo, tuve una discusión porque me dijo que una chica que tocaba la batería “no podía tener el mismo flow que un chico”, que era “cuestión de sexo”.

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P: ¿Cómo crees que se puede cambiar esta realidad? ¿Cómo evitar esos comentarios?
R: Para mí es algo contradictorio. Por un lado diría, demostrándoles lo que valemos. Pero me jode tener que demostrar nada. Así que diría que conquistando espacios que ahora están colonizados por hombres, y además, por hombres machistas y chungos. No dejando que un comentario te amargue, se puede intentar explicar al otro o lo que sea, o ignorarlo o mandarle a la mierda y seguir a lo nuestro. Tocar, crear, montar conciertos, grabar a grupos, producirlos etc. Creo que la única manera de revertir es tocar y tocar y que la cosa se normalice.

P: ¿Cómo lo has llevado tú?
R: Yo he seguido tocando y haciendo lo que quiero y me apetece, aunque “la batería sea un instrumento de chicos”, aunque “una chica no tenga el mismo flow tocando que un chico”, aunque “ui, eres muy pequeña, no vas a tener fuerza para tocar”. Los tontos son ellos si se creen que son los únicos que pueden hacer ciertas cosas, ¡y todo lo que se están perdiendo! Hay que conquistar espacios. (aunque estos comentarios, como ves, no se me olvidan, porque duelen y dan rabia)

 Los tontos son ellos si se creen que son los únicos que pueden hacer ciertas cosas, ¡y todo lo que se están perdiendo!

P: ¿Se te ocurre alguna estrategia conjunta para fomentar que más y más mujeres se interesen por la música?
R: Proyectos como el de Sisterhood y otros por el estilo son una buena forma de dar voz grupos donde tocan chicas, grupos con mensajes feministas etc.

P: ¿Quieres hacer algún otro comentario al respecto?
R: Estas cartas a Kim también me parece una buena manera de contar situaciones que para nosotras son muy comunes pero que los chicos (y los chicos músicos) no se paran a pensar que o que es el pan nuestro de cada día o que incluso ellos pueden estar reproduciéndolos.

* Es importante tener en cuenta que las personas que participan en estas entrevistas son músicas en activo, son las que sí están ahí, por lo que, de alguna manera han conseguido traspasar las barreras invisibles de las que hablamos o, incluso, gracias a un entorno o educación privilegiada, no los han sufrido. Por tanto, no vamos a poder describir el fenómeno en su plenitud. Si tú tienes algo que añadir, por favor, háznoslo llegar a sisterhood.mad@gmail.com

Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?

Kartas a Kim #3.2. Barreras y asedio. Sí, este también es nuestro sitio. Ft: Elia Maqueda

Entrevista a Elia Maqueda, música, poeta, traductora.

“Abogo firmemente por una nueva ola de riot grrrls”

 

Elia teclista y cantanta

Elia teclista y cantanta

Ágata Ahora. En torno a la música alternativa parece alzarse una barrera invisible que reza “girls are not aloud”. Estos obstáculos operan de forma diferente en cada persona, en función de sus circunstancias, de su personalidad, de sus condiciones… y quién sabe de qué otros factores. Kim Gordon fue una de las que penetró dentro de esos límites. Elia Maqueda (Medelia, Agnes) también lo ha hecho –es más, no solo en la música, también en la poesía, en la traducción de vieojuegos, de cómics… Hoy nos lo cuenta.

Querida Kim,

Espero que todo vaya bien. En esta carta, como en la anterior y en la siguiente, tenemos invitada, al hilo del fragmento de tu libro que corto-pego abajo (*). Pero antes de nada, las presentaciones:

 

ELIA MAQUEDA// MEDELIA, AGNESelia

Elia Maqueda es mi cantante favorita. Ale, ya lo he dicho. Admito que no soy del todo objetiva, claro, porque es la cantante-teclista de Agnes, donde yo soy cantante-guitarrista. Pero hay mucha gente que estará de acuerdo conmigo, si no, basta escuchar la delicia de Non-places, el último disco que grabó con Medelia, en 2012, antes de su disolución. La primera vez que yo la vi recitaba, no cantaba (bueno, sí cantaba pero con ritmo hablado), luminosa como un amanecer en el mar. Entonces recitaba poemas de Papilas analógicas. Paisaxe sur tex (Progesele/Diminutos salvamentos, 2014), junto a Ana Cibeira y Davidia Martín Saornil. Elia es traductora, poeta, música y una de las personas más bellas que he conocido, aunque en esta entrevista hablaremos principalmente de su relación con la música y su escena, y no tanto de la hermosura.

(*) EL FRAGMENTO DEL LIBRO

“Hombres tocando. A mi me encantaba la música. Fuera lo que fuese que sintieran los hombres cuando estaban juntos en el escenario, yo quería verlo de cerca, quería repasar a tinta ese algo invisible. (…) Viéndolo con perspectiva, ese es el motivo por el que entré en un grupo, para poder integrarme en esa dinámica masculina y poder mirar hacia fuera, en lugar de tener que mirar hacia dentro a través de una ventana cerrada”. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).

A continuación te trascribo lo que nos contamos, por escrito. Ya me dirás que te parece.

Muchos besos,

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LA ENTREVISTA.

Recuerdo ver a Nosoträsh y pensar que tenía que ser estupendo tener un grupo con amigas, pero siempre me pareció una quimera

Pregunta: ¿Recuerdas alguna experiencia como observadora de chicos tocando, antes de empezar a tocar tú? ¿qué pensabas entonces?
Respuesta: Yo pensaba sencillamente que anda que no molaría estar ahí arriba. Me daba mucha envidia e, igual que Kim, quería participar desde dentro. Pero a la vez saltaba a la vista que era un mundo muy de chicos. Siempre me ha gustado mucho el pop, y recuerdo ver a Nosoträsh y pensar que tenía que ser estupendo tener un grupo con amigas, pero siempre me pareció una quimera. Ahora reflexiono y me pregunto por qué me parecía algo tan difícil de conseguir: solo había que hacerlo.

P: ¿Crees que la música alternativa es un espacio que invita a las mujeres a participar?
R: Creo que es un espacio peligroso, porque aparentemente podría parecer más abierto pero luego no lo es en absoluto. Al contrario, en ocasiones me parece que puede llegar a ser un mundo bastante más masculino que, por ejemplo, la música mainstream. Por supuesto que invita a las mujeres a participar, pero de otras formas, con otras luces y otros recovecos raros.

P: ¿Crees que las mujeres nos sentimos apeladas?
R: Yo creo que sí, o al menos quiero pensar que sí, pero a la hora de la verdad no se nos ponen las cosas fáciles. También depende de cómo lo entiendas: como intérprete y cantante sí me he sentido apelada muchas veces, no tanto así como instrumentista. Claro que eso también es algo que tenemos que revisar nosotras mismas, no lo niego, y es un trabajo individual y colectivo que debemos asumir como pendiente.

P: ¿En qué sentido?
R: En el ámbito instrumental, es un comentario habitual lo de que las chicas “tocan peor”; en cambio, se asume que cantamos mejor. Es una cuestión meramente educacional: a las chicas de mi generación no se nos daba una guitarra eléctrica, no se nos animaba a generar una voz creativa y contestataria ni a hacer ruido, y los modelos femeninos eran escasos además de prototípicos en su gran mayoría. Además, la apariencia y la estética están muy polarizadas sobre un escenario, no solo por géneros sexuales sino para empezar por géneros musicales; en la música alternativa hay mucho postureo, mucha trampa y mucho cartón. No lo digo como algo necesariamente negativo; querer proyectar una imagen es algo más que comprensible, pero tenemos que ocupar la posición de poder decidir cuál será y, sobre todo, nunca supeditar la música a la apariencia (opinión totalmente personal y cuestionable, pero es la mía).

Es la apariencia de la chica la que importa, en un caso mixto como este [Medelia], y no la del chico, Y el modelo de belleza es el que es en función a unos cánones establecidos por la industria de la moda

P: ¿Tienes alguna experiencia propia al respecto (una situación en la que se te dijera de manera más o menos clara este no es tu sitio)?
R: Más que un “este no es tu sitio”, se trata de una experiencia relacionada con la apariencia. En una conversación con una persona del mundo de la música alternativa, hablábamos de las comparaciones de mi dúo (chico/chica), con otro, también chico/chica, que había empezado a sonar en la radio y a figurar en los carteles de muchos festivales. Esta persona opinaba que nuestro dúo era musicalmente mejor que el otro, pero que la chica del otro “estaba más buena” y por eso les iba mejor. No lo dijo con mala idea, sino con rabia de que algo así ocurriera, pero el pesar de que la tiranía de la apariencia “mandaba” impregnaba el comentario y la forma de ver las cosas de aquella persona y, creo, de toda una industria, en este caso la de la “música alternativa” (sea lo que sea eso). Lo peor es que es la apariencia de la chica la que importa, en un caso mixto como este, y no la del chico, y que el modelo de belleza es el que es en función a unos cánones establecidos por la industria de la moda. En cualquier caso, lo realmente deprimente para mí fue que la imagen pesara sobre la música y que fuese, en aquel caso, la mía (o la de aquella otra chica).

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P: ¿Cómo crees que se puede revertir eso?
R: Si la exposición física en el escenario es inevitable, que lo es, para ellos y para nosotras (aunque de un modo distinto), siempre podemos callar bocas cuando nos bajemos del escenario, en lo organizativo, en el proceso de enchufar cables, en lo relativo al sonido o en cualquier otro hueco. Al final, te haces experta en esquivar ataques. La astucia siempre viene bien.

P: ¿Cómo lo hiciste tú?
R: Casi siempre trato de utilizar unos ámbitos para subvertir otros. Durante años he estado inmersa en otro mundo muy masculino como es el de los videojuegos, algo que he utilizado en conversaciones más de una vez para soltar algún zasca. Soy muy sonriente y apacible hasta que me tocan la moral y salen a relucir los paternalismos, y cuando eso ocurre soy bastante incendiaria. Quien ha discutido de estos temas conmigo no me los suele volver a sacar.

P: ¿Se te ocurre alguna estrategia conjunta para fomentar que más mujeres se interesen por la música?
R: Hay que dar ejemplo, sin lugar a dudas. Cuantos más grupos de chicas, o liderados por mujeres, alcancen la “primera línea”, mejor que mejor. Las niñas y adolescentes, o directamente nuestras propias amigas, necesitan modelos reales que seguir. Que todas nos animemos, como mínimo, a probar a montar una banda. Que luego no nos gusta, pues vale, pero no sirven los argumentos de no intentarlo porque “yo no me veo en un escenario”, “porque toco fatal” o “porque todo el mundo me va a mirar”. Hace falta una escena contundente, más mujeres haciendo ruido, del tipo que sea. Abogo firmemente por una nueva ola de riot grrrls, esta vez en una variedad aún más amplia de estilos musicales.

Hace falta una escena contundente, más mujeres haciendo ruido, del tipo que sea

P: ¿Quieres hacer algún otro comentario al respecto?
R: Solo que espero que cada vez seamos más las que asumamos nuestras virtudes, igual que nuestras incoherencias e inseguridades, y construyamos una red fuerte entre nosotras para no tener que bajar nunca la cabeza. La cabeza, como el volumen, siempre alta.

* Es importante tener en cuenta que las personas que participan en estas entrevistas son músicas en activo, son las que sí están ahí, por lo que, de alguna manera hemos conseguido traspasar los obstáculos o, incluso, gracias a nuestro entorno o educación privilegiada, no los hemos sufrido. Por tanto, no vamos a poder describir el fenómeno en su plenitud. Si tú tienes algo que añadir, por favor, háznoslo llegar a sisterhood.mad@gmail.com

Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?

Kartas a Kim #3.1. Sí, este también es nuestro sitio. Ft: LE PARODY

Entrevista a Le Parody, multiistrumentista, cantante, agitadora, poeta, inmensa.

“Yo empecé a poner en práctica el maternalismo: revertir el proceso. Decirle a un técnico pesado: guapito, ¿me puedes mirar la ecu de los graves? es la ruedecita esa que pone low

le_parody-casalaÁgata Ahora. Hay algo en la música independiente que funciona como un club de chicos en la casa del árbol. Girls are not aloud. Es sutil -nunca es sencillo identificar las estructuras de poder- pero su eficiencia es evidente: solo hace falta calcular el porcentaje de mujeres en el cartel de cualquier festival, o en el público de un concierto cualquiera, o en unos locales de ensayo. Kim Gordon habla, con cierto misticismo e idealización, de las relaciones de los hombres sobre el escenario, y de cómo, sintiéndose fuera, quiso estar dentro. No entra a identificar las barreras que protegen ese vínculo masculino, ni mucho menos a proponer estrategias que puedan ser útiles para tratar de derruirlas, así que he decidido preguntar a otras amigas que igual sí quieren profundizar sobre el tema. Voy a ir invitándolas una a una a Kartas a Kim para reflexionar juntas sobre esto. Empezamos con <3 Sole de Le Parody <3

Querida Kim,

Antes de nada, las presentaciones. Kim, Sole; Sole, Kim.

SOLE // LE PARODY
Las canciones de Le Parody están hechas con retales de sonidos. Muchas de ellas transcurren en la cabeza de Sole, exquisita y exigente compositora, que las transforma en líneas de ukelele, melodías luminosas de voces y collares hechos de sámplers, pero también son las trompetas de Frank. Más allá de la experiencia del baile y el flotar al que induce Le Parody, la práctica comunicativa (músicas y blogs, fanzines, newsletters, proyecciones) de camino a la revolución es el esqueleto de este proyecto que nace en una plaza, en mayo de 2011 en Madrid. Tiene un disco –CÁSALA (2012)- que es un joya; y otro de camino –HONDO- que morimos por escuchar y del que adelantó una canción, Saetas en el Aire, esta semana. Además de la música, Sole ha participado en la organización del Ladyfest Madrid 2012 y aunque dice que ahora se mantiene en una segunda línea de fuego del activismo, es mentira. Sigue siempre creando, inspirando y combatiendo en los primeros puestos, desde el escenario.

Escúchala, léela: http://leparody.tumblr.com/

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Con ella he estado hablando a partir de un fragmento de tu libro, en el que hablas de los vínculos (visibles e invisibles) que observabas entre los hombres cuando hacían música y que, de alguna manera, te hacían sentir fuera. Pero también de cómo decidiste romper esa barrera y posicionarte en el dentro. Me refiero a este:

“Hombres tocando. A mi me encantaba la música. Fuera lo que fuese que sintieran los hombres cuando estaban juntos en el escenario, yo quería verlo de cerca, quería repasar a tinta ese algo invisible. (…) Viéndolo con perspectiva, ese es el motivo por el que entré en un grupo, para poder integrarme en esa dinámica masculina y poder mirar hacia fuera, en lugar de tener que mirar hacia dentro a través de una ventana cerrada”. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).

Entonces, Kim, si te parece, te trascribo la conversación que tuvimos (la verdad es que fue por correo electrónico) a partir de este fragmento, que estoy segura de que te va a gustar. Bueno, ahí va. Besis,

LA ENTREVISTA.

Los primeros conciertos que vi fueron de Laura Pausini y The Corrs. Y los recuerdo como momentos muy empoderantes de “yo quiero ser como ellas”

PREGUNTA: ¿Recuerdas alguna experiencia como observadora de chicos tocando, antes de empezar a tocar tú? ¿Qué pensabas entonces?
RESPUESTA: Es paradójico, pero de pequeña, crecer al margen de referentes musicales alternativos me hizo no notar la predominancia masculina en la música. Los primeros conciertos que vi fueron de Laura Pausini y The Corrs. Y los recuerdo como momentos muy empoderantes de “yo quiero ser como ellas”.

P: Y en los márgenes, en la música alternativa, ¿tu experiencia ha sido la misma?
R: Precisamente fue cuando empecé a ir a conciertos de punk y música alternativa que empecé a notar que no había chicas.

P: Sin embargo, por suerte muchas seguís escuchando y haciendo música. Pese a la falta de modelos femeninos, ¿vosotras os habéis sentido apeladas?
R: Diría que sí, claro, nos sentimos apeladas… a entrar en los cajones que han creado para nosotras: chica mona asexuada o zorra. Alguien tendría que ponerse a analizar el enfoque sexual de la música femenina, me parece una constante alucinante.

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Le Parody con una guitarra en la primera fiesta de Sisterhood (octubre de 2014). Imagen: Marta Limón.

P: Pero estas barreras no son siempre tan claras, a lo largo de tu carrera, ¿has identificado algún mecanismo concreto que deje fuera a las mujeres?
R: Más que un afuera y un adentro, yo lo que empiezo a observar es una gran segregación. Tiene su lógica. Intentas entrar en un ámbito que te dicen que no es el tuyo… hasta que te das cuenta de que puedes montártelo por tu cuenta y entonces dejas de intentarlo y creas tus propios espacios.

P: ¿Tenéis alguna experiencia propia en ese sentido (este no es tu sitio)?
R: Cuando empecé a tocar casi todas mis experiencias eran así. Paternalismo everywhere.

P: ¿Cómo crees que se puede revertir eso?
R: El proceso difícil es empoderarse, pero cuando por fin llegas, tras enormes dosis de frustración, ninguneo y acoso, cuando por fin tienes muy claro que algo te apasiona y sabes que lo sabes hacer, cuando tienes además una red muy sólida gente afín que te apoya, desmontar las situaciones patriarcales empieza a resultar bastante fácil y hasta divertido.

P: ¿Cómo lo hiciste tú?
R: Yo empecé a poner en práctica el maternalismo: revertir el proceso. Decirle a un técnico pesado: “guapito, ¿me puedes mirar la ecu de los graves? es la ruedecita esa que pone “low””.

P: ¿Se te ocurre alguna estrategia conjunta para fomentar que más y más mujeres se interesen por la música?
R: Creo que cada una sigue su propio proceso de empoderamiento. Yo personalmente no creo que haya que fomentar nada, creo que más bien hay que girar la lupa y ver por dónde andan las mujeres haciendo música. Porque ya lo estamos haciendo, lo que pasa es que muchas veces no nos interesan los circuitos creados por los hombres.

* Es importante tener en cuenta que las personas que participan en estas entrevistas son músicas en activo, son las que sí están ahí, por lo que, de alguna manera han conseguido traspasar las barreras invisibles de las que hablamos o, incluso, gracias a un entorno o educación privilegiada, no las han sufrido. Por tanto, no vamos a poder describir el fenómeno en su plenitud. Si tú tienes algo que añadir, por favor, háznoslo llegar a sisterhood.mad@gmail.com

Kim-Gordon-Girl-In-A-Band-608x914Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?

Kartas a Kim #2: Falsos privilegios

Ágata Ahora. Parece que, en algunas circunstancias, el hecho de ser la chica del grupo facilita determinadas cosas. Kim Gordon aceptaba su papel como elemento amable dentro del ruido y la disonancia de Sonic Youth. Según ella, el público tenía mejor predisposición ante el grupo porque, oh, la bajista llevaba vestido. Pero, ¿en qué sentido esto sigue siendo limitante?

 “Como nuestra música puede resultar rara y disonante, el hecho de que yo esté en el centro del escenario también hace que sea más fácil ganarse al público”. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). 1353961051-sy_koress-1985-chi-018m

Querida Kim,

Pues sí, hay algo en ser la chica del grupo que a veces levanta simpatías, siempre que respondas a las expectativas de tu público masculino y te ajustes al rol femenino. Puede provocar incluso que te presten más atención en los medios, que te programen en festivales específicos de mujeres, o en generales para cumplir cuotas (bueno, si esas cuotas existieran…), que te ayuden a cargar con tu amplificador… ¡viva, qué suerte!

Kim, en ese momento considerabas como una ventaja el carácter amable que, solo por el hecho de ser chica, se supone que añadías al grupo. Pero… ¿qué pasa si no quisieras ser ese elemento agradable y atractivo? ¿si quisieras ser cualquier otra cosa? Y… ¿si quisieras decidir por ti misma qué es lo que quieres transmitir? ¿te dejarían los chicos grandes? ¿o te darían un par de azotes antes de devolverte a tu sitio?

Yo creo que estar limitada al papel de “la chica” es pesado y aburrido. Como lo es recibir atención por ello, de forma abstracta, y hacer de ello tu característica principal (ya hablaremos del allgirls band como etiqueta musical). Por otro lado, sí, un primer paso es la visibilización de las mujeres dentro de la escena musical, y por eso reforzamos la presencia de identidades no hegemónicas y construimos espacios que subrayen el papel de la mujer en la música (como ladyfest o sisterhood). Pero, pese a que tengas pase VIP en estos lugares, NO, NO ES UN PRIVILEGIO ser tía cuando quieres hacer música. Desde luego no en mi experiencia, ni en la de nadie que conozca que haya reflexionado de manera crítica sobre el asunto. En la anterior carta ya empezamos a dar pistas de por qué muchas lo sentimos así.

fotogrupo.jpgSolo te hacen caso porque eres tía

Esta situación de falso privilegio, además, genera críticas y reticencias en muchos compañeros. Es la traslación de “ya, os quejáis, pero las chicas pasan gratis a la discoteca” a los escenarios alternativos. Barbijaputa reflexionaba sobre el tema hace unos días en eldiario.es, y su argumentación se traslada perfectamente al supuesto trato de favor que recibimos los grupos de mujeres en la música, al captar más atención por algunos medios y programadores de salas y festivales (ojo, hablamos de espacios que NO son libertarios ni buscan en la presencia femenina un mensaje feminista y un cambio, como las muchas basuras que se programan en torno al 8 de marzo, o a las mujeres vocalistas… es decir, la mayoría):

“Sí pagamos. Y el coste es más alto. El precio que pagamos es el ser usadas como reclamo por el empresario (y sin cobrarle por el servicio) para atraer a hombres que consumen en su local y que, en muchas ocasiones, quieren cobrarse dicha inversión sea como sea. Cualquier mujer que lea este artículo tendrá en la memoria toqueteos, besos forzados y baboseos varios que, para colmo, nos han hecho interpretar como halagos”.

La parte en cursiva puede cambiarse, en el caso de mi experiencia como música, por “comentarios de mierda de promotores; comportamientos inapropiados por parte de organizadores; comentarios abusivos desde el público” y un triste etc. Repito, no estoy hablando de tocar en ladyfest o festivales de este tipo, esa experiencia es hamor y feminismo y empoderamiento, estoy hablando de los falsos privilegios que se nos dan a las mujeres músicas en espacios normativos.

Además, sí que seremos pardillas, porque pese a todas las facilidades que tenemos, seguimos sin tener una presencia masiva. Más bien todo lo contrario (por ejemplo, como comentaban Bulbasaur en su perfil de Facebook, en 2014, la representación femenina en los festivales de electrónica españoles fue de 8,2%, la masculina de 85,7% y la mixta de 5,6%). Y, pese a la mayor y mejor consideración que recibimos las que sí estamos en la escena, se nos sigue sin tomar en serio, se nos sigue cosificando, infantilizando, reduciendo…

Yo tuve un grupo que estaba formado íntegramente por mujeres. El carácter no mixto de la banda era llamativo (oye, que quizás, lo primero que nos debería hacer saltar las alarmas es que lo siga siendo) y era una de los atributos que se solía destacar del proyecto. Recuerdo los comentarios que una de mis compañeras –excelente música- tenía que escuchar de la boca de su novio –también músico-: “Claro, a vosotras os hacen mucho más caso porque sois un grupo de chicas”; “Os invitan a tocar a festivales, no tenéis que buscaros vosotras los conciertos sino que os los montan, incluso os invitan a recopilatorios de chicas… no es justo”.

Ejem. ¿Justicia? Lo que les molesta a los que hacen este tipo de crítica –un leve toquecito a su situación de amos del lugar- es consecuencia de una situación de desequilibrio y falta de entendimiento. Lo que las feministas locas llamamos patriarcado. Igual, si eso, podemos hacer algo juntas para cambiarlo. Nosotras, desde luego, queremos tocar, queremos crear, y les devolvemos todos y cada uno de esos falsos privilegios, que no los necesitamos. ¿Cederán ellos los suyos?

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Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?

Kartas a Kim #1: La mujer creadora como objeto de contemplación/ El aspecto como mensaje artístico

Ágata Ahora. En la página 15 de La chica del grupo (Editorial Contra, 2015), la autobiografía de Kim Gordon, aparece una de las declaraciones más valiosas de todo el libro. En ella, la bajista de Sonic Youth describe, desde su propia experiencia, la mirada hegemónica que se establece sobre la mujer en la música: como la musa, el objeto de deseo o la que genera una admiración platónica. Esta concepción implica una apreciación muy limitada del mensaje artístico de la creadora, prácticamente reducida a su aspecto físico.

 “Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que, para las discográficas de altos vuelos, la música importa, pero el aspecto de la chica es determinante. La chica afianza el escenario, atrae la mirada masculina y, dependiendo de quien sea, devuelve su propia mirada al público” – Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015)

86-my-favoriteQuerida Kim:

¡ZAS! Más claro no lo puedes decir. Que lo determinante sea el aspecto de la chica establece la intención que tendrán el producto y su lanzamiento (que luego repetirán los medios de comunicación hasta el agotamiento): la mujer música es un objeto de contemplación y recreación, disfrutad, señores. Además, fija cierta predisposición en el receptor, que ya sabe bien qué es lo importante (o, ¿qué es antes, la discográfica que se debe a su público o el público que se educa en base a lo que recibe sistemáticamente?).

Esta sencilla idea se traduce en numerosos aspectos, como por ejemplo:

  • La apariencia de la chica está por encima del resto de sus cualidades como música, de su música, de su propuesta artística, de su mensaje político, emocional, estético…
  • Es posible que la discográfica dictamine e imponga este aspecto por encima del propio de la persona, pues es un factor clave en su apuesta de negocio y ellos saben de lo que hablan.
  • Es muy probable, por tanto, que solo se acepten y se reflejen algunos tipos de cuerpos e identidades que hagan que la discográfica (velando por su el público) se sienta tranquila: belleza hegemónica —delgadez, juventud, depilación…—, vestimenta adecuada —hipster, cuidada, marcas y consumo— actitud comedida, roles tradicionales…
  • El aspecto de la chica es la aportación principal que la chica puede hacer al producto artístico del grupo.
  • El look de la mujer se convierte en su mensaje artístico.
  • Por eso, también, los hombres del público consideran oportuno hacer comentarios al respecto: es el mensaje que ellos, como receptores, reciben de ese acto comunicativo. Y la comunicación efectiva es la bidireccional, ya se sabe. ¡Tía buena! ¡Guapa!
  • Los medios de comunicación prestarán especial (a veces exclusiva) atención al aspecto de las chicas. ¿Son guapas? ¿Son sexis? ¿Qué llevan puesto? Las claves para una buena reseña.

El aspecto de la chica atrae la mirada masculina

Para empezar, la única mirada que parecen tener en consideración las discográficas y en general el sistema musical es la de los hombres. Quienes saben, escuchan y disfrutan la música son un ejército de varones blancos heterosexuales. Entonces, se sobreentiende que, al subir al escenario, las mujeres entramos en un juego de atracción, simple y llanamente. Estamos ahí para ser contempladas. Para ser sujetos pasivos de la siempre presente mirada masculina. Para ser musas. Pordios, basta ya de llamar a las artistas y creadoras “musas”, como se hace de forma repetida con Cat Power. ¿A ti también te lo llamaban, Kim? Y ¿cómo te sentaba? Musa del indie. ¿Musa de quién?

MUSA MUSA MUSA MUSA MUSA MUSA MUSA MUSA

[OBS: cada hipervínculo lleva a un artículo diferente]

SonicYouth

El aspecto de la chica afianza el escenario

Querida Kim, ¿Sonic Youth, o al menos vuestra discográfica, os sentíais más segur*s al contar con una mujer en el grupo? ¿Porque da exotismo? ¿Porque distrae al público de las cagadas del resto de tus compañeros? ¿Porque añade algún mensaje artístico extra? ¿Es el aspecto físico una postura artística?

Yo creo que puede serlo, cada una decide cómo monta su espectáculo. Lo jodido es cuando es LO DETERMINANTE siempre.

A mí (sí, lo admito) me gusta la ropa, como a ti, Kim. Me gustarían incluso el maquillaje y los peinados si dominara sus técnicas y estuviera dispuesta a perder el tiempo que requieren. En concreto, en los conciertos me gusta escoger ropa especial, en parte porque el escenario lo permite —puedes ir disfrazada incluso de caballito pony y sería razonable— y en parte porque me gusta estar guapa. Mi concepto de guapa, claro, que no siempre tiene por qué coincidir con el de ninguna de las personas de la sala.

PERO. No, no es lo más determinante de mi propuesta como música. Dedico horas a construir las canciones: primero a probar y probar combinaciones de acordes y disonancias en casa; a construir melodías de voz sobre ellas; después a escribir letras que digan algo interesante o evocador y que encaje en las sílabas y los espacios; por último, a cribar para uno u otro proyecto. Si acaban de funcionar en el grupo, las completamos y las ensayamos hasta que tienen sentido en el local. Además, también invierto tiempo y esfuerzo en la interpretación: en ser mejor guitarrista, en ser mejor cantante, en seguir aprendiendo. Supongo que tú harás igual, Kim.

Para que el concierto sea posible, normalmente a esto hay que añadir una serie de dedicaciones añadidas: gestiones con la sala, comunicación del evento, transporte del equipo, prueba de sonido…  y para que sea exitoso, otras cuantas: concentración, ser capaz de ejecutar bien el repertorio, transmitir, pasarlo bien, disfrutar del momento, ser capaz de comunicarte bien con el público, con tus compañeras… Hay miles de factores más o menos controlables, directos e indirectos, que operan ANTES que la elección de la ropa, del maquillaje. Y son infinitamente más importantes.

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PJ Harvey, de la liga de mujeres empoderadas

… dependiendo de quien sea, devuelve su propia mirada al público

Solo si eres joven, estadounidense y blanquita, además de lo suficientemente atractiva para que en primer lugar te hayan dejado subir al escenario, igual, si ya estás empoderada, te han educado padres de clase media-alta, académicos o artistas, pues oye, podrás devolver tu propia mirada al público.

Creo que entiendo regular lo que dices aquí, Kim, no sé si usas la ironía, ¿hablas en boca de la discográfica o es tu opinión? En la segunda frase no sé si describes la situación desde tu punto de vista, explicando por qué a las discográficas les parece el aspecto de las chicas lo más importante, o si sigues desarrollando la opinión de las discográficas y usas la forma afirmativa con cierta ironía.

En cualquier caso, a mí no me vale “dependiendo de quien sea”. Como cuando preguntan a mujeres empoderadas y más o menos consagradas en el mundo de la música: “¿Crees que hay machismo en la escena?” y dicen “no, yo nunca he encontrado ninguna traba”. Ya. Por eso han podido llegar hasta ahí. Pero… ¿no ven algo raro a su alrededor? ¿Dónde están el resto de mujeres? Yo quiero que todas las mujeres (¡muchas!) puedan emitir su propio mensaje, construir su propuesta artística, y hacerlo llegar sin cortapisas a un público formado por miradas de todos los géneros y por encima de los mismos.

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Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90’s? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?