Tag Archive: Música y feminismo

Kartas a Kim #6. Fortaleza ft. Sara Uve (Árida)

Ágata Ahora. En el proceso creativo es necesario tomar decisiones y  tener un grupo, incluso en bellas situaciones de horizontalidad,  requiere mostrar tus ideas, adquirir carácter y apostar por tu criterio. No es tan sencillo, conocerse, dejarse conocer. Kim Gordon admite que, durante años, su propia timidez le llevaba al vacío creativo. Tuvo que repensarse y reafirmarse para empezar a sentirse ella misma. En esta carta a Kim hablamos sobre la fortaleza y el liderazgo en la música. Para ello, invitamos a una artista fuerte y valiente: Sara Uve, de Árida. 

Sara Uve

Sara Uve – Árida

“Aquellas mujeres [The Raincoats] tocaban y cantaban en contra de todo estereotipo, pero lo hacía sutil y musicalmente, suave y místicamente, sin la agresividad tradicional del rock y el punk y sin hacer ondear ninguna insignia estrafalaria. Me había pasado la vida entera evitando hacer lo que era fácil, lo que se esperaba de mí. No sabía qué imagen proyectaba en el escenario o fuera de él, pero estaba dispuesta a permitirme a mí misma ser desconocida para siempre. Para mí, la timidez era el principio de la muerte creativa”. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).

Querida Kim,

Al hablar de las Raincoats describes una fortaleza contrapuesta a la agresividad (masculina) del rock y del punk. Otro tipo de seguridad, que tiene que ver con ser quién quieres ser. Algo que tú consideras que no habías alcanzado en aquel momento, y que yo creo que no es sencillo de lograr. Como venimos hablando desde el principio de nuestra correspondencia, los roles femeninos predominantes en la industria musical son limitados y casi siempre son más bien complacientes (ser quien él quiere que seas). La fortaleza, la seguridad, el liderazgo no se corresponden con el modelo imperante. Aunque también está Madonna, por ejemplo. O, mucho mejor, Sara Uve, de Árida. Kim, si te parece, hoy nos ayuda ella a pensar sobre liderazgo y música. Antes de nada, las presentaciones.

Sara Uve

En las fiestas de fin de curso del cole, mientras sus amigas hacían una coreografía, ella se pedía estar detrás con una guitarra de juguete. Desde siempre, a Sara Uve le fascinaba la idea de hacer música, aunque hasta los quince años se contentó con un papel de espectadora. Entonces, su familia le regaló su primera guitarra y su madre le animó a apuntarse a clases. En sus primeros grupos asumía de forma natural el segundo plano que le venía asignado, pero un buen día, The Donnas se cruzaron en su vida. Cuando vio a Allison Robertson tocando solos, llevando el peso de las canciones, algo cambió. Ahora, años después, con su dúo de stoner-grunge, Árida, dice que encuentra más gracia en aspectos más simples y primitivos de la guitarra, como un riff o un sonido. Pero seguramente, dentro de un tiempo, otra niña se dará cuenta de que sí-se-puede después de ver un video suyo (o quién sabe, un video-holograma).

 sara3“La fuerza se construye y hacerlo sola es muy difícil”

Pregunta: ¿La fortaleza es un atributo tradicionalmente masculino?
Respuesta: Para nada. Al hablar de fortaleza se suele aludir a otros conceptos como competitividad, agresividad o separación, pero para mí los valores que nos fortalecen son otros muy distintos. Una persona fuerte es empática con los demás y necesita de la gente, tiene ganas y ambición y a su vez es humilde, y desarrolla una serie de criterios propios que trata de poner en práctica. Creo que “el cuidado”, que es un valor que siempre se ha achacado a la mujer, es un buen valor a tener en cuenta. Una persona no solo es fuerte por sus valores personales, sino por la relación que tiene con los demás y su medio. No concibo en mi vida otra manera de hacer cosas, como música, que no sea bajo estas condiciones.

P: ¿Tú te consideras una persona fuerte?
R: Creo que se trata de un ejercicio y como tal, hay que practicarlo. Siempre hay dificultades y el saber sobreponerse a estas situaciones no evita que nos sintamos mal o queramos tirar la toalla. Forma parte de la vida. Pero se trata de que eso sea un punto y seguido y no un punto y final.

P: Entonces, ¿qué significa para ti ser una mujer fuerte?
R: Uf. Es una pregunta difícil y subjetiva. Supongo que para mí una mujer fuerte es la que afronta la vida con ganas, la que se expone ante sí misma y los demás y que a pesar de encontrarse obstáculos sigue adelante, con más o menos dificultad. La que reformula la realidad adaptándola a sus propios valores y objetivos y busca un espacio para sí misma que acabe realizándola de alguna manera.

Una de las claves para mí es ser menos exigente conmigo y entender que estoy en un proceso de aprendizaje y disfrute

P: Y… ¿en qué se traduce esto en la música?
R: En mi caso, en tener claro lo que me apetece hacer. Ahora mismo estoy en proceso de cambio y exploración artística a nivel compositivo, de interpretación y de situaciones nuevas que se me van presentando. Ser fuerte se traduce en estar en ese nuevo rol disfrutando, siendo consciente de todo lo que me queda por aprender y llevándome algún batacazo que otro de cuando en cuando. Me intento hacer a mi voz (que es algo relativamente nuevo para mí), apreciándola como es e intentando llevarla a un terreno más personal, exponerme a la situación de ponerme retos y fallar a veces (como componer guitarras que no me salen, o confundirme en directo),… Creo que una de las claves para mí está siendo el ser menos exigente conmigo y entender que estoy en un proceso de aprendizaje y disfrute. Empezar a interiorizar esto forma parte de una de mis fortalezas todavía en proceso. También he asumido un rol de “dirección” a nivel de composición-interpretación de una manera más relajada, más cómoda conmigo misma y más conciliadora con los demás. Trato de seguir y desarrollar mis ideas armonizándolas con las personas con las que esté tocando.

P: ¿Qué crees que te permiten estas nuevas herramientas?
R: El resultado es que estoy más feliz. Supone trabajo por mi parte y a veces coste personal, pero me siento más realizada y más lejana al “qué dirán”. Apuesto más por lo que me pide el cuerpo hacer (aunque la influencia de “los demás” siempre está ahí). Trato de irme liberando de lo que se espera de mí y creando mis propias expectativas, disfrutar de lo que me gusta de mí misma y de la música, probándome de manera constante y trabajando los que considero mis puntos flacos.

P: Para ti, ¿cuáles han sido los puntos clave para desarrollar estas fortalezas?
R: Para mi es vital contar con personas que no solo te respeten sino que te ayuden a levantarte en los tropiezos, reforzando tus puntos fuertes. La fuerza se construye y hacerlo sola es muy difícil. Se trata de un aprendizaje que vas forjando conforme a tus experiencias y tu red. Yo soy más fuerte que hace unos años y espero que menos que dentro de otros. Tengo la suerte de contar en el grupo con un gran apoyo para mí: Javi es mi compañero, mi apoyo y mi referencia, muchas veces. Gracias a que puedo contar con su hombro, todo esto es más fácil y posible. También cuento con una red de amigas y amigos que compartimos y entendemos la música y la amistad de una forma muy similar. Para mí es importante rodearse de personas que te mandan los mensajes correctos y te apoyan desde el respeto y la igualdad. Parece algo muy obvio y sencillo, pero en la práctica no es así muchas veces.

Árida

Árida

P: En Árida, ¿cómo os planteáis la toma de decisiones?
R: Javi (batería) y yo (guitarra y voz) creamos y llevamos el grupo de manera conjunta, aunque el peso compositivo recae más sobre mí por ser la guitarrista y la voz. En este sentido, desempeño un papel más directivo -que me gusta, y con el que cada vez estoy más cómoda- aunque es solo una forma de empezar a componer, que luego pasa por el filtro y el criterio de ambos. Igual que para gestionar el grupo, unas cosas las hago yo y otras él. Nos gusta compartir de esta manera el proceso, las tareas y cualquier cosa que implique al grupo.

P: Tú has puesto en marcha, desde cero, varios proyectos musicales, ¿cómo ha sido la experiencia?
R: Al principio me mostraba mucho más insegura y no tenía muy claro qué valor darle a mis ideas. Muchas veces me colocaba en ese rol de compositora o gestora y no sabía bien por donde tirar. Si se creaba confrontación de algún tipo solía terminar cediendo en mi criterio por no saber defenderlo bien o por rechazo al conflicto en sí mismo. Pero fui aprendiendo de mis errores, superando algo más mis inseguridades y moviéndome por lo que me motivaba. Si lo que quería era componer en un grupo, tenía que aprender a trabajar en equipo, a ceder a veces, a defender otras, y a manejar situaciones que, quizá por mi sensibilidad, me afectaban de más. Sigo siendo todas esas cosas pero 2.0.

P: ¿Crees que alguna vez se te ha considerado mandona por imponer tu criterio?
R: ¡Jajaja, desde luego! Seguramente algunas veces con razón, porque igual no he sabido llevar bien la situación o expresar mis ideas de la manera más adecuada. Suelo colocarme en ese lugar de emprender, gestionar, componer y en general, formo parte de una manera muy activa en los grupos; he reflexionado sobre ello y creo que voy aprendiendo poco a poco a no imponer y tampoco renunciar a mi propio criterio. No siempre resulta sencillo ya que la música puede resultar algo verdaderamente personal.

En general se nos suele tachar de mandonas a las que tenemos algo que decir, que queremos algo concreto, que sabemos cómo llegar a eso y que no tiene por qué estar en sintonía con los demás

P: Pero… ¿no crees que hay un trasfondo machista en tachar a las mujeres que lideran de mandonas?
R: Sí. Al margen de algunas situaciones, en general se nos suele tachar de mandonas a las que tenemos algo que decir, a las que tenemos claro que queremos algo concreto, que sabemos cómo llegar a eso y que no tiene por qué estar en sintonía con los demás. Aunque he vivido pocas confrontaciones explícitas de “eres una mandona” las recuerdo bien, porque me resultaron chocantes y dañinas. Al final, tras resolver lo que pasaba, siempre salían a relucir inseguridades y/o prejuicios de la otra persona.

P: ¿Puedes contarnos alguna?
R: Recuerdo una prueba a un batería con un grupo que tuve con dos chicos hace años. Yo hacía un esfuerzo grande por ser amable, integrarle y enseñarle los temas, pero él se mostraba todo el tiempo indiferente a lo que yo le dijera (como si no pudiera aportarle nada de interés) y tenía una actitud bastante borde. Resulta que le parecía que, habiendo dos chicos, el que yo le estuviera explicando las estructuras de los temas y tal era de estar “muy subidita”. “A mí no me manda la tía”. Incluso intentó que mis compañeros fueran sus aliados. Yo tenía 16 años, pero recuerdo mi shock y el no entender lo que estaba pasando. Estaba adentrándome en un mundo lleno de prejuicios sin saberlo y ese chico, ruda y repentinamente, me puso enfrente una realidad con la que no había tomando contacto antes, pero que poco a poco iría descubriendo de maneras mucho más sutiles y retorcidas. Esto de “no prestar atención”, la indiferencia, es lo que más he vivido: notar el desinterés hacia lo que yo tuviera que decir del técnico, organizador, dueño, dependiente,-ponga.aquí.lo.que.quiera- de turno.

P: ¿Cómo crees que se puede cambiar este tipo de situaciones?
R: Muchas veces esta falta de atención sucede de maneras sutiles y es difícil de identificarlo, para poder enfrentarlo adecuadamente. Muchas veces incluso pienso que en realidad soy yo; que estoy descontextualizando las cosas, que quizás esa persona no se dirige a mí –y solo a Javi- por razones que desconozco, que en realidad no me ha oído aunque los demás sí, o que incluso es un simple tema de afinidad… y paso por alto comportamientos así. La toma de conciencia me parece un ejercicio necesario, pero muchas veces no queremos ver lo que tenemos en frente. Cuando me ocurren estas cosas no puedo evitar sentir aún rabia pero trato de afrontarlo de la manera menos conflictiva para mí, insistiendo y haciendo que mi voz se escuche, acercándome de otra manera, e incluso utilizando el humor si tengo el día gracioso. No siempre funciona y es cuando las ganas de matar aumentan a tope.

sara4P: ¿Qué mensaje darías a las niñas que quieren ser guitarristas solistas?
R: Que se atrevan a ser lo que se les antoje y que no piensen que no pueden hacerlo. Solistas o rítmicas, o cualquier otra función que se les pueda ocurrir, que no esperen a ser invitadas para empezar. Que creen su propia puerta de acceso y busquen o creen espacios donde sentirse bien y crear. A mí me hubiera encantado que alguien me hubiera dicho algo así, por obvio que suene. Pero tuve que ver un concierto por internet de The Donnas para darme cuenta. Recuerdo que aluciné como en mi vida. Había visto antes chicas en un escenario aunque casi siempre era cantando o tocando la guitarra acústica. Estas chicas eran distintas: tocaban rock, se divertían, mostraban actitud y no necesitaban de un chico al lado. Me acuerdo como algo en mi mente hizo “click” cuando vi a la guitarrista tocar acordes y solos, bastándose ella y llevando el peso de las canciones. Ella sola. Pensaba “¿no tiene a alguien que le haga los solos?, ¡¿no es demasiado para ella?!”

P: Benditos modelos.
R: Sí. De repente esto empezó a formar parte de mi realidad también. Como si hubiera estado adormecida hasta entonces a la espera de algo como aquello. Por fin tenía un modelo real de que eso era posible. Entonces monté un grupo desde cero, en el que seríamos todo chicas, haciendo la música que nos gustara y sin límites. Y más tarde, mejores amigas. Esto fue Lady Grape (Señorita Uva). Esto me ha demostrado la influencia tan brutal que pueden ejercer los modelos, para bien o para mal. Para inhibirte o lanzarte a la acción. Ojalá cada vez seamos más mujeres haciendo música, del estilo que sea y desempeñando cualquier rol, para crear modelos diversos y hacer de la música un espacio donde nosotras seamos también bienvenidas.

Más información:
https://aridamadrid.bandcamp.com/album/cenizas

Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?

Kartas a Kim #5. Las groseras, las ruidosas.

Ágata Ahora. Oh, la provocación. Es un elemento muy recurrente en el arte y más en el que, con la etiqueta de “alternativo”, se sitúa en los márgenes. Lo provocador, lo irreverente es en muchos casos grosero. ¿Qué pasa cuando las mujeres se ponen en ese papel? ¿Hasta dónde pueden llevarlo? Kim Gordon asegura que se les cortan las alas, porque esa libertad atemoriza. ¿Y que pasa con las que no se dejan amordazar? Que arden. Groseras, a la hoguera. Para hablar de ellas, tenemos una artista invitada en este post: Palomitas en los Ojos.

kimyhanna

Kim y Kathleen Hanna

“Culturalmente, no permitimos que las mujeres sean tan libres como estas quisieran, porque es algo que da miedo. A esas mujeres o bien las evitamos o las tenemos por locas. Las cantantes que se obstinan en llevar las cosas al límite no suelen durar demasiado tiempo. Son ráfagas, relámpagos, cometas: Janis Joplin, Billie Holiday. Pero ser esa mujer que traspasa los límites significa que, además, introduce aspectos menos deseables de sí misma. Al fin y al cabo , lo que se espera de las mujeres es que sustenten el mundo, no que lo aniquilen. Por eso Katlheen Hanna de Bikini Kill es tan grande”. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).

Hola Kim,

Espero que esta carta te encuentre contenta y con salud. El asunto que planteas en el fragmento anterior es interesante: las mujeres ruidosas, que se salen del orden establecido y que, en consecuencia, resultan molestas. Son las groseras que Palomitas en los Ojos, colaboradora del Fanzine Sisterhood #1 Salvajes, define como “aquellas mujeres de bestiales comportamientos públicos, con cuerpos expansivos, orificios pantagruélicos y voces irritantes”.

A mi se me ocurren unas cuantas, pero sin duda, el paradigma absoluto me parece Courtney Love. Sí, sé que vosotras no os acabáis de llevar del todo bien –aunque produjeras el mejor disco de Hole-, pero me sorprende que no lo veas, es más, que hayas asumido esa postura fácil de crítica, y más después de leer lo siguiente: “a esas mujeres, o bien las evitamos o las tenemos por locas”. C-O-U-R-T-N-E-Y.

Dices: “las cantantes que se obstinan en llevar las cosas al límite no suelen durar demasiado tiempo”, y pones ejemplos de artistas muertas que admiras, pero te olvidas de las que incluso tú aborreces, las que son demasiado groseras para ti. Love, encima de llevar las cosas al límite, ha tenido la desfachatez de seguir viviendo. A ver, estoy segura que no es de trato fácil, ¿eh? Pero me parece un ejemplo clarísimo de la figura que reivindicas en la cita anterior. En fin, seguiremos hablando de Courtney en futuras cartas, si te parece.

tumblr_nej8iyzwRF1rajahgo1_500

Kim, Courtney Love y alguien que desconozco entre medias

Groseras, las salvajes cotidianas

Ahora me gustaría compartir contigo algunas ideas del reportaje Groseras las salvajes cotidianas (Fanzine Sisterhood #1, enero de 2015) de Palomitas en los Ojos, en el que retrata, de forma general, a la mujer ruidosa e incómoda de la que hablas en la cita. Todo lo que plantea en su reportaje puede aplicarse a la perfección en el caso de las músicas, y nos sirve para delinear el concepto y comprender el fenómeno social en torno a estas figuras (la ridiculización, la negación y el castigo a los que se les condena). Le cedo la palabra a Palomitas hasta el siguiente ladillo, robando párrafos sueltos de su texto:

(…) las mujeres groseras niegan su invisibilidad en espacios público y subvierten activamente el sistema de miradas. Las mujeres preñadas, las gordas y las gritonas ocupan espacio y se apoderan de las miradas, rompen la jaula con la que tradicionalmente se ha exhibido a las salvajes.

(…)

La mujer grosera es una salvaje que se ha apropiado de la mirada y que la dirige a un cuerpo grotesco, que no tiene límites, que menstrua sangre, no ese ñoño líquido azul de los anuncios, que esta desvergonzadamente preñada y que subraya sus protuberancias y procesos. Y dentro de esos procesos, especialmente aquellos que producen terrores masculinos por estar relacionados con follar, con la puerta de acceso a la vida y con la puerta de acceso a la muerte o a la mierda. El cuerpo grotesco es sobre todo el cuerpo femenino, el cuerpo maternal, que a través de la menstruación, el embarazo y la lactancia participa en el drama carnavalesco de estar dentro y fuera, de subvertir los límites.

(…)

Groseras son las gordas consideradas en nuestra cultura mediática como poco femeninas, rebeldes y sexualmente desviadas ya sea por asexuales o por hipersexuales en una lectura psicológica y moralmente interesada de la obesidad. Porque las mujeres, especialmente su cuerpo, tiene que estar dominado por el autocontrol y en nuestra cultura el comportamiento de la boca de arriba nos dice mucho del de la boca de abajo.

(…)

Groseras son las gritonas, las mujeres que hablan mucho, porque la suya es una boca que se expande y que intimida. Una mujer habladora se reduce a una boca incontrolable que, igual que la que come mucho, produce muchos discursos, que en nuestra cultura patriarcal son tachados de banales.

Photograph © ROB WATKINS

PJ Harvey en una de sus encarnaciones más teatrales y locuelas.

Gritonas sobre el escenario

Todas las descripciones anteriores son fácilmente contextualizables al escenario, a la música. Las músicas groseras van un paso más allá de las rebeldes, que aun podrían salir en la portada de Vogue aunque no se depilen el entrecejo. Son las negadas. De hecho, son las que no llegan, a las que apagan los micrófonos y sus amig*s no dudan en amedrentar en la adolescencia. Incluso, aunque se empeñen en montar la banda, son las que no reciben ninguna palmadita en el culo del manager, ni el fotógrafo enfoca sus tetas, son las que no cuentan con el apoyo de nadie; no en un sistema en el que la mujeres están tan limitadas por el molde objeto de deseo. Desde luego, ellas no lo son desables. Al menos no de nadie en sus santos cabales. Sin embargo, Kim yo creo que estas mujeres tienen mucho que decir. Y si el arte va de conmocionar (y no solo emocionar en plan ñoño), ¿cuál es el problema?


Características de la mujer grosera (según Kathleen Rowe filtrada por Palomitas en los Ojos) – ¿Reconoces en ellas a alguien familiar, Kim? Por fa, a medida que enuncies los puntos, piensa en Courtney Love.

  1. Crea desorden al dominar o intentar dominar a los hombres.
  2. Es incapaz o rechaza confinarse en el lugar que le toca.
  3. Su cuerpo es excesivo o gordo, sugiriendo su incapacidad/ su rechazo a contener sus apetitos físicos.
  4. Su discurso es excesivo, en cantidad, contenido o tono.
  5. Hace bromas o se ríe de sí misma.
  6. Puede ser andrógina o hermafrodita, llamando la atención sobre la construcción social del género.
  7. Puede ser vieja o una bruja / arpía masculinizada: las mujeres mayores que se niegan a convertirse en invisibles en nuestra cultura son consideradas a menudo grotescas.
  8. Su conducta se asocia con ligereza de cascos o promiscuidad, pero su sexualidad no está tan definida como la de la mujer fatal (el otro reverso). Puede estar preñada.
  9. Está asociada con la suciedad, la liminalidad, lo intermedio, los agujeros, los márgenes, las fronteras corporales. También con el tabú.

 Ostracismo y ridiculización

La presencia de las groseras ahí, en el centro de atención, en la tele, en el escenario, les irrita. Cuestionan roles e identidades y rompen con la hegemonía, ante lo que el establishment pone en marcha sus mecanismos para mantener la normatividad. De esta manera, las viejas como Madonna, o las gordas como Beth Ditto, o las locas como Cat Power, o las sucias drogadictas (encima, con ambición desmedida) como Courtney Love y el resto de la panda de mujeres salvajes, no merecen el más mínimo respeto como artistas ni como personas, ni por la prensa ni por la propia comunidad. Son escoria. El sistema les recordará sin descanso cuál es su lugar, como decía Palomitas en los Ojos:

“(…) el heteropatriarcado [les] tiene reservado un lugar especial en su infierno social, el de la broma de casino, barra de bar y sobremesa familiar. Broma y violencia verbal, la salita de estar de la violencia física”

Es la manera de decir que no, que ese no es tu sitio. A hostias. Lo han intentando con un paternalismo suave pero si nos empeñamos en no hacer caso, pues tendrán que ponerse serios. Pero oye, que a lo mejor Keith Richards no es el único payaso. Que igual las mujeres también pueden ser desagradables sobre un escenario. La provocación y la irreverencia forman parte de muchas manifestaciones de la música alternativa que tenemos más que asimiladas. Que las mujeres pueden decidir, y también pueden decidir ser groseras, y por eso Courtney Love es DIOS. Piénsalo, Kim.

beth-ditto-blondie-rose-by-any-name

Debbie Harry de porcelana y Beth Ditto de plastilina

Encuesta sisterhood

La siguiente no, la otra #kartaakim va a estar dedicada a las mujeres groseras y ruidosas en la música. A las que son todo lo libres que ellas quieren, por encima de los remilgos del resto. Queremos mandar a Kim una buena lista de nuestras groseras favoritas (locales o no), ¿nos ayudáis? Mi favorita es Courtney Love, ¿cuáles son las vuestras? ¿Porqué son las reinas de la grosería? Escríbenos a sisterhood.mad@gmail.com

Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?

Kartas a Kim #4. Dominar y destacar/ La performatividad del rocanrol

Ágata Ahora. En términos generales, en cualquier ámbito sociocultural, no se fomenta que las mujeres destaquemos más allá que por nuestra belleza, contemplada por la mirada masculina, por nuestra bondad, nuestra gentileza… y otros parámetros de madre-esposa. En la música alternativa, por tanto, tampoco. Pero ¿hay algo más? ¿Algo específico de la performatividad de la música que no nos incluye? ¿Lo que se espera y lo que se refleja de quien sube al escenario es masculino? ¿Puede ser de otra forma? Kim Gordon habla de la eterna distinción entre arte (masculina) y artesanía (femenino).

tumblr_mhwz6gwQoe1r01olko1_500

“(…) por lo general, a las mujeres no se les permite ser la hostia. Es como la famosa distinción entre arte y artesanía: el arte y el desenfreno y llevar las cosas al límite es algo masculino; la artesanía, el control y el refinamiento es para mujeres. ”. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).

Querida Kim,

Hace unos meses, en una mesa redonda sobre mujeres en la música a la que Sangre Fucsia me invitaron a participar, Laura, la moderadora, nos preguntó si veíamos alguna característica de la escena musical que hiciera que la situación de las mujeres fuera diferente a la general en otros ámbitos culturales. Dilia (de Perra Vieja) dijo que no veía peculiaridades porque, al final, la música es una parte más de la cultura; Elena Cabrera (Autoreverse), señaló que el grado de sexualización es mayor que en otros escenarios. Lo de la hipersexualización es un temazo, y espero poder tratarlo en un post más adelante, a raíz de algunos comentarios del libro.

En el fragmento anterior tú señalas un factor interesante: la separación arte/artesanía que divide las aportaciones deseables por géneros. Se corresponde a la clásica distinción público/ privado: el arte pertenece al espacio público (dominado por el hombre); la artesanía al espacio privado (reservado para la mujer). En esto la música poco se diferencia frente a otras formas de arte.

Además añades otros factores en relación con la performatividad, ya en el espacio público (desenfreno y llevar las cosas al límite vs. control y refinamiento), que sí señalan ciertas diferencias en la música frente a otras formas de arte. Precisamente en la experiencia compartida, en el directo, es posible que el hacer y compartir música suponga una mayor exposición respecto a otras disciplinas, como la fotografía y la literatura (que se hacen en nuestro cuarto propio, aunque luego se expongan en espacio públicos) o la interpretación (ensayada y controlada al detalle, de nuevo, en un ámbito más privado). Por tanto, es posible que la música suponga un mayor riesgo en un espacio hostil. No lo sé, quizás en un sentido similar a la improvisación en teatro o en poesía.

Desde luego, tener un grupo, subirse a un escenario y compartir tus canciones tiene un punto exhibicionista y de toma del espacio, lo que entra en cierta contradicción con los valores femeninos tradicionales, que se transmiten a través de recriminaciones más o menos cariñosas del entorno, mediante mensajes continuos de los medios de comunicación. Nos piden ser comedidas, respetables, modosas. Nada de eso se corresponde con una rockstar en el escenario.

Eh, eh, pero están Debbie Harrie, Janis Joplin, Juliette Lewis, PJ Harvey… en una siguiente carta si quieres hablamos precisamente de eso, de las que es salen de su norma, a partir de otra reflexión tuya sobre el tema. En cualquier caso, de nuevo, hay que tener en cuenta que son casos puntuales. La situación general es que las mujeres siguen estando en minoría sobre el escenario y los roles hegemónicos son siempre los mismos, como decía Sole Parody: chica mona asexuada o zorra, siempre en torno al sexo leído por varones, y por tanto, como objeto contemplado, no como sujeto activo, que busca la provocación y el límite fuera de la mirada de nadie, sino como parte de su identidad.

Juliette_Lewis_483605a

Juliette Lewis playing rockstar

La improvisación, la ostentación.

En el escenario, y más en contextos no-formales (*), entra en juego otro factor: eres tú con tu instrumento, y a veces toca arriesgar (la búsqueda de los límites, el descontrol). En la performatividad del rock o el punk, etc. la improvisación –lo que no se puede controlar, lo que no sabes a dónde te llevará– tiene un papel importante. Pero, Kim… ¿Cuantas chicas has visto tú participando en jamsessions? ¿Y en otro papel que no sea cantando?

En relación con el riesgo también está, en muchos casos, el desorden, el desenfreno. Y como comentas, son lugares en los que, a priori, no se nos ha invitado a estar, y, por tanto, es posible que no estemos del todo cómodas. En contraposición, sugieres el refinamiento y el control. Muy rocanrol todo eso, yes.

También en el camino de la búsqueda de los límites está la ostentación. El señor flipado levantando el mástil de su guitarra y tocando un solo con la boca abierta; dando palmas jaleando al público; dirigiendo su mirada desafiante mientras aúlla; contoneando su cuerpo entre las primeras filas. Son referentes claros que creo que tod*s tenemos en nuestras pupilas: eso es rocandrol. No es control, no es refinamiento. Es perder los papeles. Son cosas de señores. Asumimos que esos son los roles válidos en el contexto de la música alternativa, y, por otro lado, que no son roles válidos para nosotras, según el modelo de feminidad hegemónico.

square

Por fin tengo la excusa perfecta para colar a uno de mis guitarristas de todos los tiempos: Dimbag Darrel (RIP).

Y no es que a mi me parezca mal, de hecho me gusta bastante el chourockero, las luces y las plataformas giratorias (oh, una de mis filias, el rock de señores). Por supuesto, tampoco veo necesario que todas las mujeres adquieran esas actitudes, cada una con su rollo sobre el escenario. Lo dañino es que esos sean los únicos referentes y que todos sean predominantemente masculinos.

Si el imaginario de gran parte de la música pop, rock, punk, hardcore, metal… incluye únicamente a señores haciendo muestra de su poder masculino en el escenario, para que una niña se vea identificada con esa realidad, y a la vez se sienta a gusto con el mensaje que le cuentan en Disney Channel tiene que hacer un par de piruetas mentales. Mientras tanto, otras performatividades, otras formas de disfrutar de la música sobre el escenario, de compartir el espectáculo y el mensaje, quedan invisibilizadas, o incluso quedan sin existir.

(*) ¿Qué pasa en otros contextos como el de la música clásica, en el que l*s instrumentistas responden a la técnica, el rigor y la práctica? ¿Sigue habiendo muchas menos mujeres?

Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?