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Escándalos, plasticidad y lentitud detenida o cuando Le Parody llegó a mi vida
Elia Maqueda
El 3 de febrero de 2012, sin conocer de casi nada a Le Parody, redacté esto para una revista preciosa en la que escribía:
Lo épico puede salir de varios lugares a la vez, como lava que se escapa de las grietas de la Tierra; con urgencia, con soltura, sin vergüenza. Le Parody tiene un acento extraño, a medio camino entre California y el Mediterráneo. Su música es electrónica y también es folk. Y folclórica. Reinventa canciones sobre muchachas que tiran monedas a las fuentes, pero las sitúa –oh– junto a un aeropuerto. Le Parody mezcla idiomas y ruidos. Le Parody es punta y es tacón, es un géiser en un barrio de Madrid.
De la música electrónica se ha dicho casi de todo. Fusionada hasta el infinito, se ha tratado hasta en cumbres mundiales de la mano de expertos con gafas oscuras. Pero, a veces, los samples sedimentan en el estómago con ukeleles y acordeones; y es entonces, en ese preciso instante, cuando se paran los ascensores y todos nos detenemos a escuchar los ritmos digitales, los idiomas remezclados, los gritos entre compás y compás.
Que vivan los escándalos, la plasticidad y la lentitud detenida.
En algún momento de 2013 supe que el acento de Sole venía de Málaga y de Granada y de LA, y de Italia y de Tetuán. Supe que el baile era imprescindible. Supe cómo se ríe y cómo sufre y cómo duda y cómo el 15M y cómo la revolución y el feminismo. En 2013 supe ya quién era, y una vez me dijo que si le pasaba algo me legaba sus canciones y a mí se me hinchó el corazón. En 2013 ya existía Cásala, un disco blanco y negro y rojo, en el que ella se parte en dos poco a poco, con cuidado, y empieza a cantar sin miedo. Y cantamos, fuimos al norte y bailamos hasta el amanecer. Y yo salía a correr por El Retiro con ese disco en las orejas, que me sé todos los samples, toditos, todos.
Descubrí además que Sole Parody está abriendo surcos en el tejido este de la industria musical, que tan hostil y ajeno nos es a nosotras casi siempre. Porque ella se compromete y te cuenta las cosas. Porque duda, porque toma decisiones. Porque se explica, clara como el agua.
En 2015 yo ya sabía que se venía Hondo. Y ya sabía y sé que es un disco a fuego lento, que bulle y reverbera, que es catártico. Escribí también que Sole es la mujer más honesta y poderosa que hemos visto/escuchado en mucho tiempo, porque ha operado un cambio en el panorama de acá/allá, ha abierto una herida, ha removido la tierra. Por su manera de cantar y de hacer bucles musicales y de poner el cuerpo. Por lo hondo que ya se siente en el aire.
Y entonces llegó, como un huracán: hondo, hondísimo, desde todos los sures y oestes del mundo para hacernos bailar en el centro mismo de las cosas.
Básicos del Feminismo III, el test de Bechdel
A horas de la presentación del tercer fanzine de Sisterhood revelamos parte de su contenido. La fotonovela Básicos del Feminismo continúa ilustrándonos sobre aquellas palabras que nos ayudan a señalar y luchar contra el patriarcado. Aquí en su versión vídeo.
Básicos del Feminismo III – Test de Bechdel from Sisterhood Madrid on Vimeo.
Kartas a Kim #9.2. Imagen e identidad. No dar nada.
Ágata Ahora. Parece que, sobre el escenario alternativo, en vez de derrumbarse los cánones y las presiones estéticas, se imponen otros. Se suman, se multiplican, se restan… oh, las capas de opresión. Seguimos hablando de la imagen y de la identidad en esta carta.
“El rollo de las estrellas de rock siempre me ha parecido insincero –esterilizado y gestual, incluso ridículo-. Siempre me he sentido incómoda dándole a la gente lo que quieren o esperan de mí. En una ocasión Dan Graham, me describió la actitud de Lydia Lunch sobre el escenario, cómo se plantaba allí de pie y se negaba a moverse. <<¡Lydia Lunch es genial!>>, dijo Dan. <<Es tan fría… ¿te das cuenta de que no mueve el cuerpo ni un ápice? No le quiere dar nada al público>>. Aunque Lydia tenía una imagen pública mucho más aterradora de la que yo llegué a tener nunca, me podía sentir identificada con ella”.
Querida Kim,
No dar nada de ti misma me parece un rollo, ¿no? Entiendo que te hayas sentido “incómoda dándole a la gente lo que quieren o esperan” de ti, que como artista no quieras ser complaciente pero… a cambio, tu mensaje será otro, ¿no? No sé, me gustaría saber qué es lo que la gente quería y esperaba de ti, o qué es lo que tú creías que querían, y porqué eso te dejaba sin alternativas.
Según cuentas, por un lado estaba lo que la escena mainstream, de las grandes discográficas, la MTV, los managers y los intereses comerciales… El mercado. Ellos, como explicas en otros fragmentos del libro, querían que tu papel como música se limitara a ser “una chica”, en el sentido más normativo, y en el rol más ornamental. Pero por otro lado, identificabas otra presión desde la propia escena alternativa, como hablábamos en una carta anterior con Paula Yei Yei:
“Cuando Sonic Youth daba sus primeros pasos, hice un verdadero esfuerzo por tener un aspecto más punk, para eliminar cualquier elemento que pudiera recordar al aspecto y la feminidad de una chica de clase media del oeste de Los Ángeles”.
Desde la escena alternativa se pretende rechazar los cánones, las imposiciones… y a veces no se dinamita el sistema de poder, sino que simplemente se sistituye uno por otro. De esta manera, la feminidad de chica de clase media del oeste de Los Ángeles era rechazada en la escena punk, al igual que la identidad punk era rechazada en los barrios bien, porque no era lo que se esperaba de las mujeres (sujeto pasivo, sobre el que se depositan las miradas y se establecen los territorios). Una doble coacción que acaba siempre imponiendo una estética y una mirada (ya sea mainstream, ya sea alternativa) sobre el cuerpo de las mujeres.
Entonces, Kim, tú parece que después de intentarlo con la estética punk, al final te reafirmas en tu imagen de chica mona, pero fría y distante, sin asumir la complacencia. Como si eso fuera mucho más revolucionario porque de alguna manera lo era en tu entorno. Pero que como tu bien sabes, la feminidad hegemónica tiene implícitas muchas capas de opresión y porque sea tu elección ir con pintalabios y depilada, no se convierte en una decisión feminista. Este cómic de Everyday Feminism lo explica muy bien: las elecciones individuales están enmarcadas en una serie de circunstancias, opresiones y privilegios (no solo de género, también de clase, de raza, etc.) que es importante considerar para valorar su sentido político. Las acciones personales inciden en modelos, valores y referencias y se alimentan de las mismas. Lo personal es político, vamos. La depilación, por ejemplo, es un canon impuesto desde el patriarcado y el capitalismo occidental, y al aceptarlo lo perpetramos y lo normalizamos.
Pero oye, tampoco creo que haya que fustigarse: tomamos decisiones cediendo a las presiones del sistema, dealwithit. Yo creo que hay que escoger las luchas y aceptar cierta incoherencia. Pero reflexionando, viendo de dónde vienen las cosas, qué sentido tienen.
Y desde fuera, respetando. En ningún caso se debe aprobar o condenar la elección estética de nadie. Ella sabrá, ¿no? Si no, si todo el mundo se permite imponer su criterio sobre tu ser y estar (en el escenario y en la vida), pues entonces entiendo tu “no querer dar nada a nadie”, Kim. Entiendo esa posición como una huelga: hasta que no dejéis de exigirme que atienda vuestros cánones y valores, no os voy a dar NADA. Ni complacencia ni desobediencia, NADA.
Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?
Kartas a Kim #9.1. Imagen e identidad. Apropiación de la imagen. Ft Paula JJ (Dúo Divergente)
Ágata Ahora. En La chica del grupo Kim Gordon habla en numerosas ocasiones sobre su imagen; a veces desde un punto de vista crítico, sabiendo el peso excesivo que se le otorgaba desde fuera, y otras de forma más confesional o autoreflexiva, narrando como la percibía ella. Empezamos pues un bloque de cartas dedicadas a la imagen, a la estética, a los cánones… y a la manera de subvertirlos. Para ello rescatamos esta carta publicada en el fanzine Sisterhood #2 Belleza, protagonizada por Paula Yei Yei (en ese momento de Dúo Divergente, ahora de las aun cuasi-secretas Las Odio). Con ella nos preguntábamos: si la mujer música es considerada un objeto de contemplación, ¿es posible ir más allá de la primera subversión de la mirada hegemónica (negarlo: NO, no lo somos) y apropiarse de la imagen y convertirla en un mensaje artístico propio? Buscamos estrategias para hacer nuestros nuestro cuerpo y nuestra belleza sobre el escenario. Convertirlos en otro campo de batalla.
“La mirada hegemónica es tan limitada que existen infinitas maneras de transgredirla”
Querida Kim,
El asunto de la imagen me resulta delicado. Yo, como música, no he conseguido sentirme del todo tranquila al respecto, encontrar el equilibrio entre “me estoy arreglando demasiado” y “esta ropa no dice nada”; entre querer provocar y evitar distraer del mensaje meramente musical. Ahora, aquí en Sisterhood #2 Belleza, también veo peliagudo hablar de ello sin caer en la frivolidad. Como público es complicado no prestar demasiada atención a esto. Más, cuando la persona sobre un escenario es una mujer: es muy guapa; uh, qué falda más chula; me gusta la parte de arriba, pero creo que esos zapatos no pegan nada… Sin embargo, es posible abrir vías alternativas que conduzcan a otras cosas. Por ejemplo, integrar la imagen corporal en un discurso estético propio, sin que eso limite tu desarrollo como música. Una evidencia a nuestro favor es Paula Yei Yei.
Paula Yei Yei es la mitad del Dúo Divergente. Suyas son las letras delirantes (que lo mismo hablan de unas vacaciones erráticas en Tijuana como de la cultura postmoderna), las voces y los bailes. Hoy hablamos, sin embargo, de la componente estética: en su caso, una potente imagen mod, que refuerza el retrofuturismo del proyecto. Lo hacemos a partir de la siguiente cita de tu libro:
“Cuando Sonic Youth daba sus primeros pasos, hice un verdadero esfuerzo por tener un aspecto más punk, para eliminar cualquier elemento que pudiera recordar al aspecto y la feminidad de una chica de clase media del oeste de Los Ángeles. Al principio, cuando acababa de llegar a Nueva York, Phys Chatham siempre me decía <<¿Sabes qué, Kim? Siempre parecerás de clase media>>. Insinuaba que, para ser más punk, uno tenía que ser de algún modo más feo, como si el hecho de parecer un perdedor le dotara a uno de cierta autenticidad. Lo que Rhys quería decir, creo, es que yo era quien era” – Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).
Pregunta: ¿Cómo crees tú que podemos apropiarnos de nuestro aspecto y escapar de la mirada impuesta, como dice Kim, ser quién somos?
Respuesta: La mirada hegemónica es tan limitada que existen infinitas maneras de transgredirla. Para conseguirlo, puede ser muy útil desafiar de algún modo el canon estético establecido. En mi caso, disfruto llevando minifaldas, gogo boots, medias de rejilla… y luego voy sin depilar. Es una forma sencilla de crear un cortocircuito en las expectativas de la mirada más conservadora y convencional. Pero esta es mi forma, cada una debe encontrar la suya. Si es que le interesa, claro. Lo importante es ser tú misma.
P: Y desde el otro lado… ¿hasta que punto seguimos perpetrando el peso de la imagen como público?
R: A mi me pasa un poco al revés. Creo que las feministas nos forzamos a valorar menos los aspectos estéticos en las músicas, precisamente por intentar compensar la presión a la que estamos sometidas desde la mirada patriarcal. Entiendo los mecanismos que nos llevan a ello, pero me niego a dejar de valorar la estética de las artistas que me apasionan por hacerme responsable de los errores ajenos. Creo que la imagen y la sensualidad son dos componentes muy importantes en el rock, por eso no debemos negarlos, sino apropiarnos de ellos y manejarlos a nuestro antojo, como músicas y como espectadoras.
La imagen y la sensualidad son dos componentes muy importantes en el rock, por eso no debemos negarlos, sino apropiarnos de ellos y manejarlos a nuestro antojo
P: Sin embargo, en las dos primeras portadas de Dúo Divergente no salían vuestras caras, ¿por qué?
R: Quisimos huir del excesivo peso que tiene la imagen individual en la cultura del yo en la que estamos todos metidos, que en la música se acusa especialmente. Aún hoy nos incomoda un poco toda la parafernalia de las fotos preparadas, los videoclips y en general los paripés que tienen como finalidad promocionar la música. Admiramos el trabajo de mucha gente que se dedica a eso, pero es algo que nos sigue costando.
P: Y ya en el directo, ¿qué tipo de dilemas o reflexiones te han surgido al plantearte el arreglarte o no arreglarte?
R: Mi principal duda puede que suene tonta: a lo que más vueltas le doy es a los pelos. Como no me depilo las axilas, al elegir la ropa para cada concierto siempre me planteo si voy a querer que se vean o no. La decisión suele depender del contexto, del tipo de público que esperamos, del humor en que me encuentre… Creo que cada gesto tiene un significado, más si transgredes con lo que se espera de ti como mujer, por eso le doy tantas vueltas a nimiedades como esta. Quiero estar segura de que el mensaje que estoy mandando al público se corresponde con lo que considero positivo o acertado.
P: Y… ¿Qué conclusiones has sacado?
R: Que lo más importante es confiar siempre en el propio criterio y ser tu misma, sin miedo a defraudar a las miradas ajenas. Una vez que has reflexionado sobre la imagen que quieres proyectar en el escenario, cualquier decisión que tomes será acertada.
P: Y tú… ¿qué imagen quieres proyectar? ¿Cómo vives el peso que tiene?
R: Yo disfruto con la provocación, porque soy bastante exhibicionista. Pero más allá de esta condición particular, creo es un tema conflictivo para cualquier mujer que se suba al escenario; sobre todo si el resto de elementos del show quedan eclipsados por los juicios sobre tu físico. Esto es algo muy desagradable que con Dúo Divergente, por suerte, solo nos ha ocurrido en una ocasión, en la que acabamos tarifando con parte del público. Es importante dar respuesta a este tipo de conductas negativas, para evitar que se repitan y reproduzcan en el futuro.
No quiero adherirme al discurso postfeminista de “me empodero con tacones” pero arreglarme antes del concierto se parece mucho a un ritual, una forma más de darle importancia y peso al evento
P: ¿Qué valor le das dentro de tu propuesta en el directo?
R: Sentirme guapa y favorecida hace que me encuentre más segura sobre el escenario. Con esto no quiero adherirme al discurso postfeminista de “me empodero con tacones” que da todo el asco, ojo. Arreglarme antes del concierto se parece mucho a un ritual, una forma más de darle peso al evento, como cuando te preparas para ir a una fiesta. Luego está el tema de “vestir bien”, que para mí va mucho más allá de llevar ropa bonita. Eso lo puede hacer cualquiera con dinero, no tiene ningún mérito. Para vestir bien es necesario tener una ética del consumo, cambiar ropa con las amigas en vez de comprarlo todo, ir a las tiendas de barrio, a las de segunda mano, no gastar cantidades desorbitadas por una prenda de marca… además de una reflexión crítica sobre los parámetros de la moda que nos vienen impuestos cada temporada. A todo esto sí que le doy mucha importancia, arriba y abajo del escenario.
P: En general, el proyecto Dúo Divergente tiene una estética muy cuidada: ¿de qué manera?
R: Ya éramos así antes de tener el grupo, el estilo sesentero es la parte más visible de nuestra filosofía de Vida Total mod: “clean living under difficult circumstances”, que decían ya en los 60. Esto acaba contagiando también a la banda, las portadas…. Por otro lado, no creo que cuidemos la estética ni más ni menos que cualquier otra banda, solo que en la nuestra se nota más la mano. Esto se ve muy claro en el fragmento anterior de La chica del grupo: Kim se curraba mucho la construcción de su imagen punk para conseguir aparentar lo que quería. El estilo descuidado es una opción estética tan construida o espontánea como lo pueda ser el jevi, el mod o el punk, aunque muchas veces nos pase desaparcebido.
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Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Nos preguntamos: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la vivencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general? Puedes leer más kartas en sisterhoodmadrid.es.
Kartas a Kim #8.2 Autoexigencia y cuidados
Ágata Ahora. La autoexigencia está muy presente en la construcción de la feminidad hegemónica. Entre otras cosas, en relación con los cuidados: nos enseñan a estar siempre para los demás, con la mejor de las caras, y no es una elección, es un deber. La cultura de los cuidados tiene muchas implicaciones positivas y también al hacer y compartir música, sin duda, pero… ¿puede conllevar también ciertas barreras para disfrutar y confiar en una misma?
“Las primeras veces que toqué en un escenario me sentía bastante cohibida. Simplemente intentaba ser competente con el bajo, con la esperanza de que no se me rompieran las cuerdas y de que el público tuviera una buena experiencia” Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).
Querida Kim,
Entiendo que el escenario da miedo, y supongo que las primeras veces nos pasa a tod*s, pero… ¿Tú crees que el resto de tus compañeros de Sonic Youth, especialmente aquellos que no tuvieran experiencia previa en otros grupos, sentirían algo parecido? ¿Estaría preocupados porque el público tuviera una buena experiencia, o, en todo caso por estar dando ellos una buena imagen? Y, si fuera así: ¿se sentirían también bastante cohibidos por esa situación?
En la carta anterior hablábamos de la autoexigencia brutal a la que nos sometemos las (algunas) mujeres, que, seguramente venga en gran parte determinada por el miedo al ridículo (al final, ese no es nuestro espacio, y tenemos la mirada masculina sobre nosotras, examinando cada uno de nuestros pasos), pero creo que en este fragmento añades algo interesante: los cuidados. Me refiero al cuidado como don, solidaridad, reciprocidad… no como “servicios profesionales de cuidado”. Así será en toda la carta.
Sobre el escenario, te preocupabas de ser competente y de que el público tuviera una buena experiencia. No importaba tanto pasarlo bien, trascender, ni siquiera la admiración del público, sino que ellos estuvieran bien. ¿Quieres algo de beber, un té, unas pastas? A mi también me parece importante preocuparse por el público, valorar su opinión, incluso romper la separación audiencia-artista y construir entre tod*s una experiencia compartida, plural, en la que quepan sus expectativas, no solo las que tú traías de partida. Pero eso no debe llevar a cohibirte, no debe de significar ser o sentir menos, sino al contrario. Sin embargo, parece que a veces estas consideraciones pasan por encima de nosotras.
Entre los valores de la feminidad hegemónica se encuentran aquellos relacionados “con la debilidad, la pasividad, la delicadeza, y por propender el cuidado de los otros por encima del cuidado personal” (Garzón Segura, 2015). Los cuidados pueden ser estupendos (para mí, son parte de mi filosofía de vida y herramienta clave de mi activismo) pero… ¿por encima de todo lo demás? Y, sobre todo, ¿solo provenientes de un 50% de la población? Parece que sí: “El cuidar a otros aparece como un rol netamente femenino, salvo cuando se es médico y se decide sobre la salud ajena” (Garzón Segura).
Beatriz Gimeno escribió hace unos años un artículo muy interesante al respecto, “Cuidado con el cuidado”, en el que decía: “El término [cuidado] está tan unido al componente afectivo que la palabra siempre remite a algo “bueno” y así desaparece lo que de negativo pueda tener: sacrificio, desigualdad, carga, responsabilidad, etc.”
Un concierto, o cualquier otra manifestación artística, es un proceso comunicativo (que insisto, es interesante trabajar para que sea bidireccional, horizontal y abierto), pero también es una actividad social, de encuentro. Y, en general, cuando se dirige una actividad que involucra a más gente (un concierto, un cumpleaños, una cena en un casa, un viaje…) se mantiene una cierta atención para con los demás. Eso es estupendo, pero si esta asistencia al resto se convierte en preocupación, en responsabilidad social, debería ser compartida y no considerada un valor exclusivamente femenino. Ni en un grupo musical, ni en la vida. Porque si relegamos los cuidados solo a las mujeres, estamos separando roles y añadiendo cargas, como dice Gimeno: “por la vía de la afectividad a las mujeres se nos obliga a aceptar trabajos o situaciones que nos conducen o nos mantienen en la desigualdad. En esta cultura el mundo de la afectividad es femenino”.
Yo creo en una sociedad de solidaridad, reciprocidad… pero preservar esos valores no puede ser una responsabilidad exclusiva de las mujeres, sino una parte más del pacto social. Si queremos/ necesitamos los cuidados, ¡gestionémoslo entre tod*s! Todo Sonic Youth atento del público, pendiente de que lo pasemos bien, de que la experiencia sea satisfactoria. Desde luego, tampoco debe ser una losa encima del propio bienestar, del propio deseo, para nadie. No debe ser una herramienta para tenernos sumisas y cohibidas, sino una elección de quién decida asumirla. Afirma Gimeno: “Relativo al componente afectivo que necesariamente va implícito en el concepto de “cuidado” éste conlleva, casi de manera automática, un componente ético que no es obligatorio asumir o compartir. Cuidar puede ser mejor o peor, pero no es ni debe ser obligatorio, dependerá de las condiciones y circunstancias de cada persona; las mujeres tienen derecho a no cuidar si no quieren hacerlo y por cierto que eso no invalida su derecho a ser cuidadas cuando lo necesiten”.
Estas son las referencias que aparecen en el texto, por si te aparece leer más:
Anni Marcela Garzón Segura. Masculinidad y feminidad hegemónicas y sus consecuencias en la salud de hombres y mujeres. Al Sur de Todo, 2015.
Beatriz Gimeno, Cuidado con el cuidado. Beatrizgimeno.es, 2012.
Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de reflexionar a partir de preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90’s? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?
Proyección She’s Beautiful When She’s Angry en el cine Doré
She’s beautiful when she’s angry muestra el trabajo desde los movimientos sociales de liberación de las mujeres entre los años 1966 al 1971 en Estados Unidos. Sisterhood trae este documental, subtitulado en castellano por el colectivo, a Europa, y organizamos un segundo pase el próximo 19 de septiembre a las 19:30 en la Sala 1 de la Filmoteca Española (c/ Santa Isabel, 3, Madrid).
El próximo sábado 19 de septiembre volvemos a proyectar el documental She’s Beautiful When She’s Angry en el cine Doré. La cinta presenta la lucha de las mujeres en los movimientos feministas del año 1966 al 1971 en Estados Unidos en un formato directo, accesible y entretenido.
Nos parece una obra muy interesante, por lo que hemos querido ayudar a su difusión: estrenamos la película en Europa el pasado mes de junio. También lo tradujimos y subtitulamos para la ocasión. No medimos la capacidad de convocatoria de la actividad y mucha gente se quedó fuera, por lo que ahora hemos organizado un segundo pase en la Sala 1. Será a las 19:30 en la Filmoteca Española (c/ Santa Isabel, 3, Madrid). Venid, que luego ya no vamos a poder proyectarla más 😀
She’s Beautiful When She’s Angry (Es bella cuando está enfadada, Mary Dore, 2014). Documental. EE. UU. B-R. VOSE. 92′
Cine Doré (Calle de Santa Isabel, 3, Madrid), Sala 1, 19 de septiembre, 19:30h.
Precio: 2’50 €/ 2 € (reducida para estudiantes).
“El documental captura la emoción, la electricidad, el humor y el poder de las mujeres, que se dan cuenta de que no están locas: el sistema es la locura. A medida que muestra la toma de conciencia y el activismo de las mujeres de la década de los sesenta y principios de los setenta, Mary Dore contagia la revolución a las jóvenes que están tomando conciencia y encabezan el activismo ahora.” (Gloria Steinem)
Evento en facebook:
Madrid centellea: Trash Kit + Cabeza + Burofax / 11 de septiembre
Volvemos a la carga a la city con fuerza y conciertos. Celebramos el resurgir del andergraun ardiente de las ciudades con la visita estelar del grupo inglés Trash Kit, maravillosamente acompañadas por las bandas madrileñas Cabeza y Burofax. Será este viernes 11 de septiembre en la Sala Maravillas (Calle de San Vicente Ferrer, 33, Madrid), a partir de las 21:30, por 6 euros sin consumición / 10 euros con dos consumiciones si te das prisa y la pillas anticipada en: http://entradium.com/entradas/