Tag Archive: Kim Gordon
Kartas a Kim #9.2. Imagen e identidad. No dar nada.
Ágata Ahora. Parece que, sobre el escenario alternativo, en vez de derrumbarse los cánones y las presiones estéticas, se imponen otros. Se suman, se multiplican, se restan… oh, las capas de opresión. Seguimos hablando de la imagen y de la identidad en esta carta.
“El rollo de las estrellas de rock siempre me ha parecido insincero –esterilizado y gestual, incluso ridículo-. Siempre me he sentido incómoda dándole a la gente lo que quieren o esperan de mí. En una ocasión Dan Graham, me describió la actitud de Lydia Lunch sobre el escenario, cómo se plantaba allí de pie y se negaba a moverse. <<¡Lydia Lunch es genial!>>, dijo Dan. <<Es tan fría… ¿te das cuenta de que no mueve el cuerpo ni un ápice? No le quiere dar nada al público>>. Aunque Lydia tenía una imagen pública mucho más aterradora de la que yo llegué a tener nunca, me podía sentir identificada con ella”.
Querida Kim,
No dar nada de ti misma me parece un rollo, ¿no? Entiendo que te hayas sentido “incómoda dándole a la gente lo que quieren o esperan” de ti, que como artista no quieras ser complaciente pero… a cambio, tu mensaje será otro, ¿no? No sé, me gustaría saber qué es lo que la gente quería y esperaba de ti, o qué es lo que tú creías que querían, y porqué eso te dejaba sin alternativas.
Según cuentas, por un lado estaba lo que la escena mainstream, de las grandes discográficas, la MTV, los managers y los intereses comerciales… El mercado. Ellos, como explicas en otros fragmentos del libro, querían que tu papel como música se limitara a ser “una chica”, en el sentido más normativo, y en el rol más ornamental. Pero por otro lado, identificabas otra presión desde la propia escena alternativa, como hablábamos en una carta anterior con Paula Yei Yei:
“Cuando Sonic Youth daba sus primeros pasos, hice un verdadero esfuerzo por tener un aspecto más punk, para eliminar cualquier elemento que pudiera recordar al aspecto y la feminidad de una chica de clase media del oeste de Los Ángeles”.
Desde la escena alternativa se pretende rechazar los cánones, las imposiciones… y a veces no se dinamita el sistema de poder, sino que simplemente se sistituye uno por otro. De esta manera, la feminidad de chica de clase media del oeste de Los Ángeles era rechazada en la escena punk, al igual que la identidad punk era rechazada en los barrios bien, porque no era lo que se esperaba de las mujeres (sujeto pasivo, sobre el que se depositan las miradas y se establecen los territorios). Una doble coacción que acaba siempre imponiendo una estética y una mirada (ya sea mainstream, ya sea alternativa) sobre el cuerpo de las mujeres.
Entonces, Kim, tú parece que después de intentarlo con la estética punk, al final te reafirmas en tu imagen de chica mona, pero fría y distante, sin asumir la complacencia. Como si eso fuera mucho más revolucionario porque de alguna manera lo era en tu entorno. Pero que como tu bien sabes, la feminidad hegemónica tiene implícitas muchas capas de opresión y porque sea tu elección ir con pintalabios y depilada, no se convierte en una decisión feminista. Este cómic de Everyday Feminism lo explica muy bien: las elecciones individuales están enmarcadas en una serie de circunstancias, opresiones y privilegios (no solo de género, también de clase, de raza, etc.) que es importante considerar para valorar su sentido político. Las acciones personales inciden en modelos, valores y referencias y se alimentan de las mismas. Lo personal es político, vamos. La depilación, por ejemplo, es un canon impuesto desde el patriarcado y el capitalismo occidental, y al aceptarlo lo perpetramos y lo normalizamos.
Pero oye, tampoco creo que haya que fustigarse: tomamos decisiones cediendo a las presiones del sistema, dealwithit. Yo creo que hay que escoger las luchas y aceptar cierta incoherencia. Pero reflexionando, viendo de dónde vienen las cosas, qué sentido tienen.
Y desde fuera, respetando. En ningún caso se debe aprobar o condenar la elección estética de nadie. Ella sabrá, ¿no? Si no, si todo el mundo se permite imponer su criterio sobre tu ser y estar (en el escenario y en la vida), pues entonces entiendo tu “no querer dar nada a nadie”, Kim. Entiendo esa posición como una huelga: hasta que no dejéis de exigirme que atienda vuestros cánones y valores, no os voy a dar NADA. Ni complacencia ni desobediencia, NADA.
Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?
Kartas a Kim #8.2 Autoexigencia y cuidados
Ágata Ahora. La autoexigencia está muy presente en la construcción de la feminidad hegemónica. Entre otras cosas, en relación con los cuidados: nos enseñan a estar siempre para los demás, con la mejor de las caras, y no es una elección, es un deber. La cultura de los cuidados tiene muchas implicaciones positivas y también al hacer y compartir música, sin duda, pero… ¿puede conllevar también ciertas barreras para disfrutar y confiar en una misma?
“Las primeras veces que toqué en un escenario me sentía bastante cohibida. Simplemente intentaba ser competente con el bajo, con la esperanza de que no se me rompieran las cuerdas y de que el público tuviera una buena experiencia” Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).
Querida Kim,
Entiendo que el escenario da miedo, y supongo que las primeras veces nos pasa a tod*s, pero… ¿Tú crees que el resto de tus compañeros de Sonic Youth, especialmente aquellos que no tuvieran experiencia previa en otros grupos, sentirían algo parecido? ¿Estaría preocupados porque el público tuviera una buena experiencia, o, en todo caso por estar dando ellos una buena imagen? Y, si fuera así: ¿se sentirían también bastante cohibidos por esa situación?
En la carta anterior hablábamos de la autoexigencia brutal a la que nos sometemos las (algunas) mujeres, que, seguramente venga en gran parte determinada por el miedo al ridículo (al final, ese no es nuestro espacio, y tenemos la mirada masculina sobre nosotras, examinando cada uno de nuestros pasos), pero creo que en este fragmento añades algo interesante: los cuidados. Me refiero al cuidado como don, solidaridad, reciprocidad… no como “servicios profesionales de cuidado”. Así será en toda la carta.
Sobre el escenario, te preocupabas de ser competente y de que el público tuviera una buena experiencia. No importaba tanto pasarlo bien, trascender, ni siquiera la admiración del público, sino que ellos estuvieran bien. ¿Quieres algo de beber, un té, unas pastas? A mi también me parece importante preocuparse por el público, valorar su opinión, incluso romper la separación audiencia-artista y construir entre tod*s una experiencia compartida, plural, en la que quepan sus expectativas, no solo las que tú traías de partida. Pero eso no debe llevar a cohibirte, no debe de significar ser o sentir menos, sino al contrario. Sin embargo, parece que a veces estas consideraciones pasan por encima de nosotras.
Entre los valores de la feminidad hegemónica se encuentran aquellos relacionados “con la debilidad, la pasividad, la delicadeza, y por propender el cuidado de los otros por encima del cuidado personal” (Garzón Segura, 2015). Los cuidados pueden ser estupendos (para mí, son parte de mi filosofía de vida y herramienta clave de mi activismo) pero… ¿por encima de todo lo demás? Y, sobre todo, ¿solo provenientes de un 50% de la población? Parece que sí: “El cuidar a otros aparece como un rol netamente femenino, salvo cuando se es médico y se decide sobre la salud ajena” (Garzón Segura).
Beatriz Gimeno escribió hace unos años un artículo muy interesante al respecto, “Cuidado con el cuidado”, en el que decía: “El término [cuidado] está tan unido al componente afectivo que la palabra siempre remite a algo “bueno” y así desaparece lo que de negativo pueda tener: sacrificio, desigualdad, carga, responsabilidad, etc.”
Un concierto, o cualquier otra manifestación artística, es un proceso comunicativo (que insisto, es interesante trabajar para que sea bidireccional, horizontal y abierto), pero también es una actividad social, de encuentro. Y, en general, cuando se dirige una actividad que involucra a más gente (un concierto, un cumpleaños, una cena en un casa, un viaje…) se mantiene una cierta atención para con los demás. Eso es estupendo, pero si esta asistencia al resto se convierte en preocupación, en responsabilidad social, debería ser compartida y no considerada un valor exclusivamente femenino. Ni en un grupo musical, ni en la vida. Porque si relegamos los cuidados solo a las mujeres, estamos separando roles y añadiendo cargas, como dice Gimeno: “por la vía de la afectividad a las mujeres se nos obliga a aceptar trabajos o situaciones que nos conducen o nos mantienen en la desigualdad. En esta cultura el mundo de la afectividad es femenino”.
Yo creo en una sociedad de solidaridad, reciprocidad… pero preservar esos valores no puede ser una responsabilidad exclusiva de las mujeres, sino una parte más del pacto social. Si queremos/ necesitamos los cuidados, ¡gestionémoslo entre tod*s! Todo Sonic Youth atento del público, pendiente de que lo pasemos bien, de que la experiencia sea satisfactoria. Desde luego, tampoco debe ser una losa encima del propio bienestar, del propio deseo, para nadie. No debe ser una herramienta para tenernos sumisas y cohibidas, sino una elección de quién decida asumirla. Afirma Gimeno: “Relativo al componente afectivo que necesariamente va implícito en el concepto de “cuidado” éste conlleva, casi de manera automática, un componente ético que no es obligatorio asumir o compartir. Cuidar puede ser mejor o peor, pero no es ni debe ser obligatorio, dependerá de las condiciones y circunstancias de cada persona; las mujeres tienen derecho a no cuidar si no quieren hacerlo y por cierto que eso no invalida su derecho a ser cuidadas cuando lo necesiten”.
Estas son las referencias que aparecen en el texto, por si te aparece leer más:
Anni Marcela Garzón Segura. Masculinidad y feminidad hegemónicas y sus consecuencias en la salud de hombres y mujeres. Al Sur de Todo, 2015.
Beatriz Gimeno, Cuidado con el cuidado. Beatrizgimeno.es, 2012.
Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de reflexionar a partir de preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90’s? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?
Kartas a Kim. Las chicas revuelta
Ágata Ahora. “El riot grrl ha vuelto”, “los 90 están de moda”… Pero, ¿es que alguna vez se habían ido? Los movimientos de mujeres jóvenes que reivindican su espacio en la música alternativa utilizando como herramientas sus propios grupos, los fanzines, desde posturas feministas y autogestionadas se multiplican desde aquel estallido en Olympia, e incluso desde antes (Slits, Raincoats, Lidia Lunch, etc.). Kim Gordon no fue parte de esa revuelta, al menos no llegó a identificarse como tal, pero lo vio desde cerca y con cariño. Con cariño, dedicamos esta carta a las chicas revuelta.
“Riot grrrl, el movimiento underground punk feminista que se puso en marcha a principio de los años noventa, se negaba a conceder entrevistas, y hacía bien. Bikini KIll y otras formaciones de chicas no querían ser convertidas ni explotadas ni transformadas por parte de un un mundo masculino blanco corporativo en productos que ellas mismas no pudieran controlar”.
“En un principio, yo quería involucrar a los Knicks City Dancers para que parodiaran las típicas coreografías de la MTV, pero, en vez de ello, Katlheen Hanna hizo un cameo. Bikini KIll y otros grupos del movimiento riot grrrl seguían con su bloqueo a los medios de información, y el hecho de pedirle a Kathleen que apareciera en nuestro videoclip provenía de mi deseo perverso de que ella se infiltrara en el mainstream. De ese modo, la gente pudo verla también como la chica juguetona, traviesa y carismática que es –una mujer que controlaba la acción bailando a nuestro alrededor mientras nosotros permanecíamos tiesos en una pose rockera y nos limitábamos a tocar la canción–. Fue valiente por parte de Kathleen aparecer en un videoclip mainstream para la MTV y arriesgarse a ser criticada por la enorme comunidad que ella misma había creado.”
Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).
Estos días estoy inmersa en el movimiento riot grrl, preparando un taller súper molón que vamos a hacer con Sisterhood dentro de la programación del Festeen, en Matadero. Va a ser un minicampamento de rock con perspectiva feminista, partiendo de la experiencia y la(s) identidad(es) del riotgrrl. Y ya sé que Sonic Youth no se incluyó en el movimiento, pero tú serviste de inspiración para muchas de las chicas que se autodenominaron riotgrrls y, de hecho, nosotras te hemos puesto en una de las imágenes que hemos usado para promocionar el evento (y nos hemos quedado tan anchas). En el libro lo nombras de pasada un par de veces (en concreto, haciendo siempre referencia a Bikini Kill y Kathleen Hanna), parece que respeto pero desmarcándote de la tendencia y de sus decisiones, como dejar de lado la prensa mainstream.
No parece que tuvieras apenas relación con el movimiento (excepto con Hanna, Cobain y Love) Pero tú estabas en la escena de música alternativa cuando todo aquello sucedió… ¿cómo lo viviste? ¿Cómo lo valoraste? ¿Recibiste alguna ola de la locura de atención y acoso a los que las sometió la prensa? ¿Pensaste en unirte a alguno de los grupos de encuentro? ¿Hiciste algún fanzine, se lo mandaste a tus amigas?
Sé que valoras a Katlheen Hanna, de hecho su intervención es vuestro viodeoclip de Bull in the Heather es bastante gloriosa, pero más allá de ella: ¿cuál fue tu experiencia?
Yo conocí el Riotgrrl de forma bastante tardía, supongo que cuando empecé a hacer el programa de radio con Marta y Clara, aunque de más pequeña ya habría escuchado a Hole (que no, no son riots, pero bueno, esta canción me flipaba) y a algún otro grupo, pero solo considerándolas una versión femenina del grunge (sí, todas tenemos un pasado oscuro). Luego, cuando me metí en la organización de Ladyfest Madrid, se convirtió en uno de los grandes referentes de mi activismo en la música y en la vida. Supongo que durante años lo he idealizado, en otros momentos me ha parecido plano, superficial simplista y naif, en otros me he reencontrado con los grupos, o con los fanzines… De forma general, para mi es un referente inspirador.
Ahora, releyendo Girls to the Front, de Sara Marcus, me emociona recordar como fue una burbuja de oxígeno, un salvavidas de tantas adolescentes feministas, raras e inadaptadas. Según testimonios recogidos en el libro, para ellas el riot grrl era:
- GirlPower Girl <3 love Sisterhood Frienship BESTFRIENDS
- Una mano en la que agarrarse y un puño en su cara.
- Cualquier cosa que yo quiero que sea. Cualquier cosa que tú quieres que sea.
En mi caso no fue así, claro, porque en España, que yo sepa, no ha existido una red de riot grrls activas como hubo en DC u Olympia. Es más, los ecos del movimiento –que desde luego, hubo– tardaron en reproducirse. Sin embargo sí creo que tuve una vivencia similar (de encuentro de una red, de identificación con otras personas tan raras como tú, con intereses parecidos), primero con Ladyfest y después con Sisterhood. Lucky me. Al final, ambos colectivos beben mucho de valores, referentes y principios parecidos a los del riot, principalmente: feminismo y autogestión.
Y ¿por qué seguimos reivindicando un movimiento que sucedió hace ya casi 25 años a km de distancia? Para empezar, porque sigue siendo uno de los pocos momentos en los que la música alternativa incorpora de forma decidida los feminismos, y señala sus propias contradicciones:
“Dentro de una subcultura que se consideraba a sí misma como una alternativa, que debería suponer un refugio, encontraban más mierda. Los esfuerzos de los chicos eran alabados, mientras que los de las chicas no se reconocían. La objetificación y la agresión sexual pasaban desapercibidos. El pogo era la imagen perfecta para entender qué iba mal en la escena: un remolino de hombres a punto de zambullirse en un mar de testosterona, que se quitaban sus bombers negras y se las pasaban a sus amigas: eh, coge esto, dejando una línea de chicas-perchero pegadas a la pared, literalmente marginadas”. “Girls to the front”, Sara Marcus (2010). Yes, seguimos con la misma historia, 25 años después.
Además, consiguieron hacer funcionar una red internacional (bueno, de EE UU a UK y vuelta, pero algo es algo) de cultura punk rock /DIY/underground, conectada a través de grupos de música y fanzines. También construyeron espacios seguros para que mujeres jóvenes compartieran sus preocupaciones sobre sexualidad, política, cultura… Además fue un movimiento anticapitalista y radical, que prefirió inmolarse a sí mismo antes de ser fagocitado por el mainstream (como sí hicieron los grunges y también tú con tu grupo, con más equilibrio y elegancia, Kim). Y los grupos molaban la vida. Bratmobile, Huggy Bear, Bikini Kill…
Y siguen molando, porque nada de esto está muerto. Lo dice Tobi Vail:
“Parecía un milagro lo fácil que había sido que el riot grrl sucediera, así que, ¿por qué no podíamos re-inventar el feminismo punk una y otra vez? De hecho, ¿no es eso lo que hemos estado haciendo una y otra vez, incluso ahora, en los 2010? Seguimos haciendo que las cosas sucedan, creando cultura independiente, auto-representativa, participando en la vida de la comunidad, compartiendo nuestras ideas, escuchándonos las unas a las otras, discutiendo, equivocándonos, aprendiendo y viviendo nuestras vidas con los ojos, las orejas y los corazones abiertos.”
Eso para mi es el riotgrrl. Por eso estoy tan TAN emocionada con el taller de este fin de semana. Ya te contaré cómo nos va.
Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?
Kartas a Kim #8.1. Autoexigencia
Ágata Ahora. La autoexigencia como obstáculo para hacer música de forma libre y fluida, para confiar en los propios proyectos y compartirlos abiertamente. También, está claro, como fuerza para mejorar, para no conformarse, para seguir creciendo pero… ¿dónde está el equilbrio? En la autobiografía de Kim Gordon se vislumbra esta mirada estricta con ella misma, como música y como artista, que no le impidó tener un grupo, dar conciertos, tener una exitosa carrera, pero sí, pese a todo el reconocimiento, le hizo mantener una duda constante sobre su valía. Dedicamos esta y las siguientes cartas a la autoexigencia de las mujeres como músicas.
“Con el tiempo, llegó a gustarme mucho tocar el bajo, era algo físico que conectaba con mi amor por la danza, aunque cuando estoy tocando un instrumento sobre el escenario, me cuesta sentir que pueda llegar a emocionar a la gente de verdad”. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).
Querida Kim,
Menuda locura, ¿no? Si tú no te ves como una música capaz de emocionar a tu público… ¿quién lo va a ser?
Desde luego, reconozco en estas palabras muchos sentimientos propios y compartidos por otras amigas, que vienen a decir que NO valemos lo suficiente. No para la industria, ni para el público, ni para nuestr*s compis de grupo, sino para nosotras mismas.
Fuera de la experiencia estrictamente musical, hace unos meses participé en una mesa redonda organizada por Radio Utopía sobre medios de comunicación con perspectiva de género junto con Toña Medina, representando a Sisterhood, Píkara Magazine y Sangre Fucsia. Fue un foro interesante, el podcast está aquí. Cuando se dio la palabra al público los primeros y casi únicos en tomarla fueron los tíos, como sucede habitualmente (haz la prueba, los datos no mienten). Después, valorando la situación con unas compañeras de Radio Utopía rápidamente lo asociamos con el tema de la separación y asignación del espacio publico/privado –que tú y yo también hemos tratado en cartas previas-, pero fuimos más allá y tratamos de buscar razones concretas. Una de ellas, para mi clara, es la autoexigencia. Por lo general, las tías no hablamos en las asambleas o en las tertulias a no ser que tengamos algo interesante que decir. De esta manera, nuestro auto-escrutinio es una de las cosas que nos hace quedar calladas. ¿También pasa en la música?
Basándome en mi propia experiencia, sí. He tardado más de ¿10? años en enseñar mis composiciones a la gente, básicamente porque creía que no iban a gustar a nadie, excepto a mi. Como tú, Kim, pensaba que no podrían emocionar a la gente. Como guitarrista me suelo disculpar: “Yo soy la guitarra rítmica, la buena es la otra”; y como cantante quitarme importancia: “Bueno, no canto mal, en mi registro. No tengo técnica, canto como puedo”. Escuchando a mis amigas, me he dado cuenta de que esta es la regla. Todas los hacemos valer de menos. No nos gusta destacar, pero no solo porque no es el comportamiento que se espera de nosotras, sino porque no confiamos en que merezca la pena. Para los demás, ni para nosotras mismas.
Así que, WTF?! Tenemos que demostrar que valemos el doble (hace poco lo dijo Jack White en una entrevista que la hacía Mike McCready, de Pearl Jam, y fue un escandalazo, igual hace falta que lo diga un señor para que se escuche el mensaje), y además creyéndonoslo la mitad. Esta barrera para internalizar los logros propios también es llamado el Fenómeno de la Impostora. Se aplica principalmente a mujeres que desarrollan puestos de responsabilidad o prestigio social. Dice Wikipedia: “A pesar de las evidencias externas de su competencia, aquellos con el síndrome permanecen convencidos de que son un fraude y no merecen el éxito que han conseguido. Las pruebas de éxito son rechazadas como pura suerte, coincidencia o como el resultado de hacer pensar a otros que son más inteligentes y competentes de lo que ellos creen ser”. Hola Kim, ¿te suena de algo?
Desde luego la autoexigencia se mezcla con el miedo al ridículo, con la inseguridad… pero al final, yo creo que se corresponde con el control y escrutinio al que se nos somete a las mujeres de forma sistemática, que acabamos por interiorizar. Y así, el enemigo ya no es solo la sociedad, amigas, también lo tenemos dentro, aplastando nuestra capacidad de acción con dudas y estándares locos. Esta carta parece un libro de autoayuda, y no lo es. No creo que tenga que venir ni yo, ni nadie, para decirnos que sí lo valemos (mucho menos una marca de cosmética, juas). Pero tenemos que empezar a creérnoslo, de alguna manera.
El otoño pasado, en uno de sus talleres de autogestión musical, Ainara LeGardon (ay, Kim, te gustaría un montón, igual hasta ya la conoces) contó una anécdota tonta que trata sobre este tema. Relataba cómo a veces ella sentía la necesidad de pedir perdón al público después o durante su actuación, porque quizás no era lo que esperaban, porque no fuese su rollo, porque no era lo suficientemente buena. Alguien (un señor de su entorno, no recuerdo quien) le dijo que, como artista, tenía que estar por encima de eso (sin dejar de empatizar, claro), y que su actitud, su impresión, su planteamiento, debería ser: “esta es mi mierda, y vais a comérosla”.
En fin, a mi sí me parece interesante mantener un grado de humildad con la gente que está dedicando parte de su tiempo a ver a qué dedicas tú el tuyo, pero entiendo el valor de esa seguridad, de esa confianza en tu mensaje, en tu propósito, en tus canciones. Y creo que es una buena actitud, en el camino hacia conocer y dejar conocer quién eres como música. Y al menos no ponerte zancadillas a ti misma, cuestionando tu propia valía en cada paso.
Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?
Kartas a Kim #6.3. Fortaleza y riesgos. FT Dilia (Perra Vieja)
Entrevista: Dilia (ex Perra Vieja)
“Dentro de la escena musical ruidosa y subversiva no hay cabida para la sensibilidad”
Ágata Ahora. En su libro Kim Gordon reivindica la sensibilidad como atributo necesario para la creación musical. Más allá de eso, lo defiende frente a ciertas “agresiones” que ella ha recibido desde “hombres” que emplean la supuesta emancipación o fortaleza de las mujeres para negar su emotividad: “si eres una tía fuerte, ¿a qué vienen estos lamentos?”. Yo me pregunto: ¿porqué ha de ser incompatible estar empoderada con ser afectiva? Y, ¿es cierto que este mecanismo es una herramienta de opresión contra la identidad de las mujeres músicas? Para ello, contamos en esta carta con Dilia, guitarrista de la banda madrileña recién disuelta Perra Vieja, que tiene estas cosas muy pensadas, construidas y deconstruidas.
“(…) todo el mundo está al tanto de las maneras, a menudo agresivas y manipuladoras, con las que los hombres a menudo ejercen el poder en el mundo y de cómo, mediante el uso de la palabra “empoderadas” para describir a las mujeres, lo único que hacen los hombres es mantener su propio poder y control”
“Entonces me preguntaba, y sigo haciéndolo ahora: <<¿Estoy empoderada? Si tienes que esconder tu hipersensibilidad, ¿eres realmente una “mujer fuerte”?>>. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).
Hola Kim,
No, yo creo que no, para nada, no tienes que esconderte. A mi me parece que el arte tiene que ver, en muchos casos, con la sensibilidad. ¿Hemos de ser necesariamente las mujeres quienes aportemos ese punto sentimental y carnal? Pues no, tampoco. Y… ¿es incompatible ser sensible con ser una mujer empoderada? No, desde luego que no. Pero mejor preguntemos a Dilia, nuestra guitarrista macarra de referencia.
Yo conocí a Dilia organizando un Ladyfest en Madrid. Desde el primer momento admiré determinación y la solidez de su postura feminista, muy trabajada y con las lecturas bien asentadas. También es cálida, cercana y divertida. Además durante años ha tocado la guitarra y ha hecho coros en uno de los grupos de hardcore más cañeros de la ciudad: Perra Vieja, que, parece ser, se han tomado unas vacaciones permanentes. En esta conversación me he enterado que antes tuvo otros grupos, más cercanos al grunge quizás, con los que no llegó a grabar. Perra Vieja sí tienen un disco y un legado de fieles seguidoras que las amarán forever. Ella, mientras tanto, sigue impulsando proyectos en relación con el feminismo y el punk. En una de esas, una vez hicimos una canción juntas (y con otras amigas, nos llamábamos Animalas). A saber en qué anda metida ahora. Espero que pronto la podamos ver sobre los escenarios de nuevo.
El empoderamiento no deja de hablarnos de luchas que no paran de producirse
Ale, al lío.
P: ¿Te consideras una mujer empoderada?
R: Bueno, no creo que el empoderamiento sea una cima, una meta estática a la que llegas y de repente las tienes todas contigo. Creo que el empoderamiento no deja de hablarnos de luchas que no paran de producirse… autoestima vs inseguridad, amor propio vs vergüenza, confianza en una misma vs patriarcado… En mi caso una vez que acepto todo este potaje interno intento que no me frene, que no me paralice. Pienso si no es ahora ¿cuándo? si no soy yo ¿quién?. Y me lanzo… hay que atreverse a empujar nuestros propios límites (aunque sea un poquito) y estas pequeñas acciones empiezan a sentarse interiormente y generan más aplomo y firmeza para la próxima ocasión.
P: ¿Esto afecta a tu manera de hacer música? ¿De qué manera?
R: Supongo que todo forma parte de un proceso. Como receptora no podría entender mi existencia sin música. Fue gracias a la sororidad, la que me hizo pasar de receptora a emisora. En 1999 mis amigas querían montar “un grupo como Hole” y ellas querían que yo participara, me colgaron una guitarra y me decían que trastes tocar. En mi segundo grupo 2003 yo ya metía mis riffs y alguna letra que me gustara. Ha sido con Perra Vieja (PV) donde me he definido definitivamente, ahora compongo, melodías y letras, cada vez tengo más claro que me gusta, como quiero que suene y que es lo que quiero transmitir.
P: ¿Qué papel han tenido tú público, tu escena y tus compañeras músicas en ese empoderamiento?
R: Aquí creo que es justo hablar de grupos de mujeres. Cuando hay actitudes machistas normalmente te las callas, nos anestesiamos a nosotras mismas con toda esa basura patriarcal “no será para tanto” “eres una exagerada” lo piensas SOLA y le quitas importancia… Pero si lo compartes con otra que ha sufrido lo mismo, y con otra y otra, detectas un problema estructural que hay que señalarlo y erradicarlo. Esto me ha pasado en la música al igual que en todos los aspectos de la vida, pero concretamente en la música diría que este es un compromiso de todxs las que formamos la escena, público e intérpretes… Tengo claro que la presencia femenina visibiliza pero mantiene el estatus que no es cuestionado. Solo una presencia feminista luchará para cambiarlo generando una escena sana, igualitaria y revolucionaria.
La presencia femenina visibiliza pero mantiene el estatus (…) Solo una presencia feminista luchará para cambiarlo
P: ¿Podrías describir la escena de la que la hablamos?
R: Perra Vieja es un grupo HxC punk con letras comprometidas socialmente y hasta aquí nuestro circuito normalmente ha estado vinculado a centros sociales okupados, concierto de apoyo a causas políticas, siempre con un tinte anticapitalista y antiautoritario. Hasta aquí todo más o menos normal, ¿no?… Lo cierto es que este cambio social nosotras no lo concebíamos sin grandes dosis feministas y nos hemos encontrado con una acogida que ha ido creciendo con los años. Nuestros pogos se han ido llenando de progesterona, mujeres, lesbianas, trans se apoderan de la primera línea y se apropian de ese espacio que ha sido tan masculino por norma general. Ahora cada vez son más los festivales organizados por tías, donde se busca una alta presencia no solo femenina, si no feminista en el escenario. Es una burbuja maravillosa donde recargar pilas, donde sentir que como buenas “perras” tenemos una manada, hermanadas. Donde nos devuelven que lo que hacemos tiene sentido también para ellxs, que tiene cabida, huele a revolución, a cambio.
P: Y… ¿hay vida fuera de esa escena?
R: Si, por su puesto. Esa manada nos da fuerzas para tocar en “territorios hostiles”. Para mí, ese es uno de los mayores sentidos del gueto, recargar energía, empoderarte y salir a otras escenas más punkis, más hardcoretas y por supuesto poco feministas a priori. Y así, seguir reapropiándonos de esos espacios, recordarles a nuestros compañeros que la escena y el pogo también son nuestras, que ya nos hemos cansado de estar en la última fila y que el papel de groupie se queda bastante escaso. Como en otros ámbitos, hemos llegado para quedarnos. P: Por el contrario: ¿alguna vez te has sentido prisionera de tu supuesta fortaleza? ¿Crees que alguien ha empleado tu empoderamiento en tu contra?
R: Sí, y he hecho cosas que no me apetecían demasiado, solo para que haya presencia de mujeres. Pero bueno, de todo se aprende. No sé si alguien lo ha utilizado en mi contra, pero es cierto que a veces tienes la sensación de que te “utilizan” para cubrir cierto cupo de feminidad o feminismo, sin tenerlo demasiado interiorizado, ni trabajado. Pero bueno, que ya cuenten con esa presencia implica un cambio de mentalidad.
P: ¿Crees que es posible expresar sensibilidad desde un rol de tía dura?
R: Esto es algo que en Perra Vieja tuvimos muy claro, no queríamos tener un grupo de hardcore y hacerlo como “lo hacen los tíos”. Y quiero dejar claro que me encanta escuchar a Candace Kucsulain, dándolo todo y como ella a muchas tías más. Pero creo que es interesante explorar otras maneras de hacerlo. Destruir los roles es un reto activo. Yo me siento bien, cuando entre canción y canción presento algún tema, con mi acento canario y mi tono dulce… es mi manera de hablar. Y siento que la verdadera potencia está en lo que digo, cuando aludo al trabajo asalariado como sistema de control social, cárceles, aborto, represión, liberación, etc… No actuamos de ninguna manera, es auténtico, sale de nosotras. Uno de nuestros lemas ha sido “hacemos lo que nos sale de tol coño y esta es nuestra única ley” y que así sea.
Hacemos lo que nos sale de tol coño y esta es nuestra única ley
P: ¿Para ti qué relación tiene la sensibilidad con la creación musical?
R: Con los años me he dado cuenta que elegí el grunge, el punk, el hxc, rock, la música ruidosa, para transitar la rabia, canalizar la ira de manera positiva. Enchufo la guitarra y me gusta sentirme macarra, potente, poderosa… pero nunca he renunciado a mi sensibilidad. El feminismo me hizo entender que los “valores femeninos” cotizan a la alza y esta idea supura por los poros de Perra Vieja también.
P: En la música, ¿La sensibilidad sigue siendo algo de mujeres?
R: Pues mi primera respuesta ha sido: – Tristemente si.
Pero si soy estrictamente sincera creo que dentro de la escena musical ruidosa y subversiva por la que yo me muevo, no hay cabida para la sensibilidad. Esto es fácil de analizar si hacemos un símil del patriarcado con el sistema financiero (dos sistemas de dominación que apestan y debemos erradicar). Los valores asociados con lo “masculino” rudeza, ira, violencia cotizan a la alta, lo asociado a lo “femenino” la sensibilidad, la delicadeza, a la baja. En este “escalar” hacia lo masculino y “descender” hacia lo femenino… ser una tía marimacho, nos hace sentirnos empoderadas y un tío sensible tiende a ser tachado de “nenaza” (como si esto fuera un insulto).
Fue gracias a la sororidad, la que me hizo pasar de receptora a emisora
P: ¿Puedes darle algún consejo a los hombres que quieran incorporarla?
R: Les diría lo mismo que Simone de Beauvoir nos dijo a nosotras, que “No se nace hombre, se llega a serlo”. Que el “ser hombre” es un producto cultural que se ha construido socialmente. No ser delicado, no llorar, no ser sensible o mostrar debilidad es tan absurdo como, no reír cuando algo te hace gracia, no enfadarte si alguien excede tus límites, o no beber agua si tienes sed.
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Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?
Kartas a Kim #6. Fortaleza ft. Sara Uve (Árida)
Ágata Ahora. En el proceso creativo es necesario tomar decisiones y tener un grupo, incluso en bellas situaciones de horizontalidad, requiere mostrar tus ideas, adquirir carácter y apostar por tu criterio. No es tan sencillo, conocerse, dejarse conocer. Kim Gordon admite que, durante años, su propia timidez le llevaba al vacío creativo. Tuvo que repensarse y reafirmarse para empezar a sentirse ella misma. En esta carta a Kim hablamos sobre la fortaleza y el liderazgo en la música. Para ello, invitamos a una artista fuerte y valiente: Sara Uve, de Árida.
“Aquellas mujeres [The Raincoats] tocaban y cantaban en contra de todo estereotipo, pero lo hacía sutil y musicalmente, suave y místicamente, sin la agresividad tradicional del rock y el punk y sin hacer ondear ninguna insignia estrafalaria. Me había pasado la vida entera evitando hacer lo que era fácil, lo que se esperaba de mí. No sabía qué imagen proyectaba en el escenario o fuera de él, pero estaba dispuesta a permitirme a mí misma ser desconocida para siempre. Para mí, la timidez era el principio de la muerte creativa”. Kim Gordon, La chica del grupo (Editorial Contra, 2015).
Querida Kim,
Al hablar de las Raincoats describes una fortaleza contrapuesta a la agresividad (masculina) del rock y del punk. Otro tipo de seguridad, que tiene que ver con ser quién quieres ser. Algo que tú consideras que no habías alcanzado en aquel momento, y que yo creo que no es sencillo de lograr. Como venimos hablando desde el principio de nuestra correspondencia, los roles femeninos predominantes en la industria musical son limitados y casi siempre son más bien complacientes (ser quien él quiere que seas). La fortaleza, la seguridad, el liderazgo no se corresponden con el modelo imperante. Aunque también está Madonna, por ejemplo. O, mucho mejor, Sara Uve, de Árida. Kim, si te parece, hoy nos ayuda ella a pensar sobre liderazgo y música. Antes de nada, las presentaciones.
Sara Uve
En las fiestas de fin de curso del cole, mientras sus amigas hacían una coreografía, ella se pedía estar detrás con una guitarra de juguete. Desde siempre, a Sara Uve le fascinaba la idea de hacer música, aunque hasta los quince años se contentó con un papel de espectadora. Entonces, su familia le regaló su primera guitarra y su madre le animó a apuntarse a clases. En sus primeros grupos asumía de forma natural el segundo plano que le venía asignado, pero un buen día, The Donnas se cruzaron en su vida. Cuando vio a Allison Robertson tocando solos, llevando el peso de las canciones, algo cambió. Ahora, años después, con su dúo de stoner-grunge, Árida, dice que encuentra más gracia en aspectos más simples y primitivos de la guitarra, como un riff o un sonido. Pero seguramente, dentro de un tiempo, otra niña se dará cuenta de que sí-se-puede después de ver un video suyo (o quién sabe, un video-holograma).
“La fuerza se construye y hacerlo sola es muy difícil”
Pregunta: ¿La fortaleza es un atributo tradicionalmente masculino?
Respuesta: Para nada. Al hablar de fortaleza se suele aludir a otros conceptos como competitividad, agresividad o separación, pero para mí los valores que nos fortalecen son otros muy distintos. Una persona fuerte es empática con los demás y necesita de la gente, tiene ganas y ambición y a su vez es humilde, y desarrolla una serie de criterios propios que trata de poner en práctica. Creo que “el cuidado”, que es un valor que siempre se ha achacado a la mujer, es un buen valor a tener en cuenta. Una persona no solo es fuerte por sus valores personales, sino por la relación que tiene con los demás y su medio. No concibo en mi vida otra manera de hacer cosas, como música, que no sea bajo estas condiciones.
P: ¿Tú te consideras una persona fuerte?
R: Creo que se trata de un ejercicio y como tal, hay que practicarlo. Siempre hay dificultades y el saber sobreponerse a estas situaciones no evita que nos sintamos mal o queramos tirar la toalla. Forma parte de la vida. Pero se trata de que eso sea un punto y seguido y no un punto y final.
P: Entonces, ¿qué significa para ti ser una mujer fuerte?
R: Uf. Es una pregunta difícil y subjetiva. Supongo que para mí una mujer fuerte es la que afronta la vida con ganas, la que se expone ante sí misma y los demás y que a pesar de encontrarse obstáculos sigue adelante, con más o menos dificultad. La que reformula la realidad adaptándola a sus propios valores y objetivos y busca un espacio para sí misma que acabe realizándola de alguna manera.
Una de las claves para mí es ser menos exigente conmigo y entender que estoy en un proceso de aprendizaje y disfrute
P: Y… ¿en qué se traduce esto en la música?
R: En mi caso, en tener claro lo que me apetece hacer. Ahora mismo estoy en proceso de cambio y exploración artística a nivel compositivo, de interpretación y de situaciones nuevas que se me van presentando. Ser fuerte se traduce en estar en ese nuevo rol disfrutando, siendo consciente de todo lo que me queda por aprender y llevándome algún batacazo que otro de cuando en cuando. Me intento hacer a mi voz (que es algo relativamente nuevo para mí), apreciándola como es e intentando llevarla a un terreno más personal, exponerme a la situación de ponerme retos y fallar a veces (como componer guitarras que no me salen, o confundirme en directo),… Creo que una de las claves para mí está siendo el ser menos exigente conmigo y entender que estoy en un proceso de aprendizaje y disfrute. Empezar a interiorizar esto forma parte de una de mis fortalezas todavía en proceso. También he asumido un rol de “dirección” a nivel de composición-interpretación de una manera más relajada, más cómoda conmigo misma y más conciliadora con los demás. Trato de seguir y desarrollar mis ideas armonizándolas con las personas con las que esté tocando.
P: ¿Qué crees que te permiten estas nuevas herramientas?
R: El resultado es que estoy más feliz. Supone trabajo por mi parte y a veces coste personal, pero me siento más realizada y más lejana al “qué dirán”. Apuesto más por lo que me pide el cuerpo hacer (aunque la influencia de “los demás” siempre está ahí). Trato de irme liberando de lo que se espera de mí y creando mis propias expectativas, disfrutar de lo que me gusta de mí misma y de la música, probándome de manera constante y trabajando los que considero mis puntos flacos.
P: Para ti, ¿cuáles han sido los puntos clave para desarrollar estas fortalezas?
R: Para mi es vital contar con personas que no solo te respeten sino que te ayuden a levantarte en los tropiezos, reforzando tus puntos fuertes. La fuerza se construye y hacerlo sola es muy difícil. Se trata de un aprendizaje que vas forjando conforme a tus experiencias y tu red. Yo soy más fuerte que hace unos años y espero que menos que dentro de otros. Tengo la suerte de contar en el grupo con un gran apoyo para mí: Javi es mi compañero, mi apoyo y mi referencia, muchas veces. Gracias a que puedo contar con su hombro, todo esto es más fácil y posible. También cuento con una red de amigas y amigos que compartimos y entendemos la música y la amistad de una forma muy similar. Para mí es importante rodearse de personas que te mandan los mensajes correctos y te apoyan desde el respeto y la igualdad. Parece algo muy obvio y sencillo, pero en la práctica no es así muchas veces.
P: En Árida, ¿cómo os planteáis la toma de decisiones?
R: Javi (batería) y yo (guitarra y voz) creamos y llevamos el grupo de manera conjunta, aunque el peso compositivo recae más sobre mí por ser la guitarrista y la voz. En este sentido, desempeño un papel más directivo -que me gusta, y con el que cada vez estoy más cómoda- aunque es solo una forma de empezar a componer, que luego pasa por el filtro y el criterio de ambos. Igual que para gestionar el grupo, unas cosas las hago yo y otras él. Nos gusta compartir de esta manera el proceso, las tareas y cualquier cosa que implique al grupo.
P: Tú has puesto en marcha, desde cero, varios proyectos musicales, ¿cómo ha sido la experiencia?
R: Al principio me mostraba mucho más insegura y no tenía muy claro qué valor darle a mis ideas. Muchas veces me colocaba en ese rol de compositora o gestora y no sabía bien por donde tirar. Si se creaba confrontación de algún tipo solía terminar cediendo en mi criterio por no saber defenderlo bien o por rechazo al conflicto en sí mismo. Pero fui aprendiendo de mis errores, superando algo más mis inseguridades y moviéndome por lo que me motivaba. Si lo que quería era componer en un grupo, tenía que aprender a trabajar en equipo, a ceder a veces, a defender otras, y a manejar situaciones que, quizá por mi sensibilidad, me afectaban de más. Sigo siendo todas esas cosas pero 2.0.
P: ¿Crees que alguna vez se te ha considerado mandona por imponer tu criterio?
R: ¡Jajaja, desde luego! Seguramente algunas veces con razón, porque igual no he sabido llevar bien la situación o expresar mis ideas de la manera más adecuada. Suelo colocarme en ese lugar de emprender, gestionar, componer y en general, formo parte de una manera muy activa en los grupos; he reflexionado sobre ello y creo que voy aprendiendo poco a poco a no imponer y tampoco renunciar a mi propio criterio. No siempre resulta sencillo ya que la música puede resultar algo verdaderamente personal.
En general se nos suele tachar de mandonas a las que tenemos algo que decir, que queremos algo concreto, que sabemos cómo llegar a eso y que no tiene por qué estar en sintonía con los demás
P: Pero… ¿no crees que hay un trasfondo machista en tachar a las mujeres que lideran de mandonas?
R: Sí. Al margen de algunas situaciones, en general se nos suele tachar de mandonas a las que tenemos algo que decir, a las que tenemos claro que queremos algo concreto, que sabemos cómo llegar a eso y que no tiene por qué estar en sintonía con los demás. Aunque he vivido pocas confrontaciones explícitas de “eres una mandona” las recuerdo bien, porque me resultaron chocantes y dañinas. Al final, tras resolver lo que pasaba, siempre salían a relucir inseguridades y/o prejuicios de la otra persona.
P: ¿Puedes contarnos alguna?
R: Recuerdo una prueba a un batería con un grupo que tuve con dos chicos hace años. Yo hacía un esfuerzo grande por ser amable, integrarle y enseñarle los temas, pero él se mostraba todo el tiempo indiferente a lo que yo le dijera (como si no pudiera aportarle nada de interés) y tenía una actitud bastante borde. Resulta que le parecía que, habiendo dos chicos, el que yo le estuviera explicando las estructuras de los temas y tal era de estar “muy subidita”. “A mí no me manda la tía”. Incluso intentó que mis compañeros fueran sus aliados. Yo tenía 16 años, pero recuerdo mi shock y el no entender lo que estaba pasando. Estaba adentrándome en un mundo lleno de prejuicios sin saberlo y ese chico, ruda y repentinamente, me puso enfrente una realidad con la que no había tomando contacto antes, pero que poco a poco iría descubriendo de maneras mucho más sutiles y retorcidas. Esto de “no prestar atención”, la indiferencia, es lo que más he vivido: notar el desinterés hacia lo que yo tuviera que decir del técnico, organizador, dueño, dependiente,-ponga.aquí.lo.que.quiera- de turno.
P: ¿Cómo crees que se puede cambiar este tipo de situaciones?
R: Muchas veces esta falta de atención sucede de maneras sutiles y es difícil de identificarlo, para poder enfrentarlo adecuadamente. Muchas veces incluso pienso que en realidad soy yo; que estoy descontextualizando las cosas, que quizás esa persona no se dirige a mí –y solo a Javi- por razones que desconozco, que en realidad no me ha oído aunque los demás sí, o que incluso es un simple tema de afinidad… y paso por alto comportamientos así. La toma de conciencia me parece un ejercicio necesario, pero muchas veces no queremos ver lo que tenemos en frente. Cuando me ocurren estas cosas no puedo evitar sentir aún rabia pero trato de afrontarlo de la manera menos conflictiva para mí, insistiendo y haciendo que mi voz se escuche, acercándome de otra manera, e incluso utilizando el humor si tengo el día gracioso. No siempre funciona y es cuando las ganas de matar aumentan a tope.
P: ¿Qué mensaje darías a las niñas que quieren ser guitarristas solistas?
R: Que se atrevan a ser lo que se les antoje y que no piensen que no pueden hacerlo. Solistas o rítmicas, o cualquier otra función que se les pueda ocurrir, que no esperen a ser invitadas para empezar. Que creen su propia puerta de acceso y busquen o creen espacios donde sentirse bien y crear. A mí me hubiera encantado que alguien me hubiera dicho algo así, por obvio que suene. Pero tuve que ver un concierto por internet de The Donnas para darme cuenta. Recuerdo que aluciné como en mi vida. Había visto antes chicas en un escenario aunque casi siempre era cantando o tocando la guitarra acústica. Estas chicas eran distintas: tocaban rock, se divertían, mostraban actitud y no necesitaban de un chico al lado. Me acuerdo como algo en mi mente hizo “click” cuando vi a la guitarrista tocar acordes y solos, bastándose ella y llevando el peso de las canciones. Ella sola. Pensaba “¿no tiene a alguien que le haga los solos?, ¡¿no es demasiado para ella?!”
P: Benditos modelos.
R: Sí. De repente esto empezó a formar parte de mi realidad también. Como si hubiera estado adormecida hasta entonces a la espera de algo como aquello. Por fin tenía un modelo real de que eso era posible. Entonces monté un grupo desde cero, en el que seríamos todo chicas, haciendo la música que nos gustara y sin límites. Y más tarde, mejores amigas. Esto fue Lady Grape (Señorita Uva). Esto me ha demostrado la influencia tan brutal que pueden ejercer los modelos, para bien o para mal. Para inhibirte o lanzarte a la acción. Ojalá cada vez seamos más mujeres haciendo música, del estilo que sea y desempeñando cualquier rol, para crear modelos diversos y hacer de la música un espacio donde nosotras seamos también bienvenidas.
Más información:
https://aridamadrid.bandcamp.com/album/cenizas
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Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?
Kartas a Kim #5.4. Nuestras groseras favoritas
Ágata Ahora. La grosería, como identidad condenada en las mujeres, también en la música independiente, se trata de forma contradictoria en La chica del grupo, la biografía de Kim Gordon. Por un lado se elogia a las mujeres libres, y por otro, se habla de forma despectiva de grandes abanderadas del libertinaje, como Courtney Love, Madonna, Lana del Rey… Kim Gordon es más bien un paradigma de la elegancia y lo cool, la grosería tiene poca representación en el libro. Para cubrir ese hueco os pedí ayuda a vosotras, vouyers de esta conversación ficticia con Kim Gordon: ¿Cuáles son vuestras groseras favoritas? Yo ya dije que la mía es Courtney Love pero, después de las respuestas que he recibido, la verdad es que no sé cual elegir. Os dejo que valoréis vosotras mismas.
“Culturalmente, no permitimos que las mujeres sean tan libres como estas quisieran, porque es algo que da miedo. A esas mujeres o bien las evitamos o las tenemos por locas. Las cantantes que se obstinan en llevar las cosas al límite no suelen durar demasiado tiempo. Son ráfagas, relámpagos, cometas: Janis Joplin, Billie Holiday. Pero ser esa mujer que traspasa los límites significa que, además, introduce aspectos menos deseables de sí misma. Al fin y al cabo , lo que se espera de las mujeres es que sustenten el mundo, no que lo aniquilen. Por eso Katlheen Hanna de Bikini Kill es tan grande”
Hola Kim,
Voy a seguir con el tema de las groseras –yes, ¡con esta ya llevamos cuatro cartas sobre el tema!–, pero creo que es un personaje a reivindicar que, sin embargo, no sale muy bien parado en tu libro. Hace unas semanas Agata Pzik publicaba un artículo (In Praise of Vulgar Feminism) en el que comparaba tu biografía con Hole’s Live Through This (Anwen Crawford, Bloomsbury Academic, 2014), en relación con la vulgaridad. Según Pyzik, tu figura representa un feminismo cool de clase media-alta, mucho menos interesante –por ser menos liberador, menos universalizable– que el que representa Courtney Love, al que ella llama “feminismo vulgar”: “[Live through this] es un manifiesto de feminismo positivo, alternativo y básico, que no tiene nada que ver con el buen gusto, la clase media, en el que la autoconfianza nace de la exclusión –por ser una mujer, por ser queer, por vivir en la periferia”, dice.
El texto ofrece una análisis interesante de tu libro, a partir de una lectura de clase. Y a mi me ha reforzado en mi cruzada por defender el personaje de la grosera. Aunque muchas veces incomode, moleste, agobie. ¿Por qué? Porque las groseras muestran que se puede desobedecer. Frente al bombardeo continuo de un único modelo de mujer, tan estandarizado, tan rígido, que acaba por determinar una serie de normas no escritas, las groseras son la guerrilla. Son el contramodelo, el ejemplo de las normas pueden romperse, incluso de forma estrepitosa. “Hole, y Love en particular, les dio [a sus fans adolescentes] “permiso” en sus vidas. (…) En todo el mundo, especialmente en los lugares menos privilegiados, la versión vulgar y visceral del feminismo de Love resonó, porque trataba sobre la pérdida de la vergüenza, de darte permiso a ti misma para ser como quieres ser, sin importar lo que la sociedad te dice”, concluye Pyzik en su artículo.
Me uno con Pyzik en la reivindicación de los personajes groseros y el valor subvertido y antipatriarcal que aportan, dedicando la carta a enumerar a algunas de ellos. Para hacer uan buena lista he preguntado a unas cuantas amigas, que no hay nada como la sabiduría colectiva. A ver qué te parecen. Pero antes, recordemos a qué nos referimos con “grosera”, de nuevo de mano de Palomitas en los Ojos.
Características de la mujer grosera (según Kathleen Rowe filtrada por Palomitas en los Ojos)
- Crea desorden al dominar o intentar dominar a los hombres.
- Es incapaz o rechaza confinarse en el lugar que le toca.
- Su cuerpo es excesivo o gordo, sugiriendo su incapacidad/ su rechazo a contener sus apetitos físicos.
- Su discurso es excesivo, en cantidad, contenido o tono.
- Hace bromas o se ríe de sí misma.
- Puede ser andrógina o hermafrodita, llamando la atención sobre la construcción social del género.
- Puede ser vieja o una bruja / arpía masculinizada: las mujeres mayores que se niegan a convertirse en invisibles en nuestra cultura son consideradas a menudo grotescas.
- Su conducta se asocia con ligereza de cascos o promiscuidad, pero su sexualidad no está tan definida como la de la mujer fatal (el otro reverso). Puede estar preñada.
- Está asociada con la suciedad, la liminalidad, lo intermedio, los agujeros, los márgenes, las fronteras corporales. También con el tabú.
¿Se te ocurren algunas, Kim? Tú nombras a Janis, a Billie Holiday y a Katleen Hanna. Apuntadas quedan. Mis amigas añaden (ojo, la lista es la larga):
Rita Lee y Cassia Eller [Recomienda: Tila Cappelletto]
1) Rita Lee. Fundadora del grupo psicodélico, tropicalista, experimental, de los años 70: “Os Mutantes”. Ahora, con casi 70 años, sigue manteniendo su irreverencia: en el que se supone que es el último concierto de su carrera, increpó a un grupo de policías que se habían metido entre el público, a mitad del espectáculo, para buscar a alguien que supuestamente se había encendido un porro. La arrestaron tras el concierto y después la liberaron. Aquí el video.
2) Cassia Eller. Las imágenes del tráiler del documental que se ha hecho sobre ella, aunque esté en portugués, ilustran a la perfección la descripción que hicimos de la ‘mujer grosera’. Su sexualidad también motivo de escándalo en Brasil: aunque Wikipedia en español ponga que era homosexual, Cássia fue bisexual y tuvo un hijo de una relación heterosexual; Brasil alucinó: ¡¿pero aquella mujer ejerciendo la maternidad?! Ella descolocaba la gente porque no podían etiquetarla.
Miley Cyrus
Miley Cyrus [Recomienda: Sandra Bueno]. Miley Cyrus es la reina de la grosería porque se frota la entrepierna con una mano gigante de gomaespuma. Porque saca la lengua, muchísimo. Porque se restriega y se rapa el pelo. Ai Miley, con lo cómodos que estaban todos cuando eras la princesa Disney, con largos tirabuzones y cantando con tu papi y con Dolly Parton. Ahora nadie te quiere porque eres la reina de la grosería.
Kim Deal [Recomienda: Borja Domínguez]. Mi grosera favorita es Kim Deal. No es muy original, ya que es una grosera de toda la vida, pero sobran razones para admirarla y considerarla grosera: Hace (o hacía) conciertos larguísimos en los que, entre canción y canción, bebe cerveza y cuenta anécdotas, una lata por interludio. Su aspecto siempre ha sido lo que el establishment llamaría descuidado. Fue la única que hizo sombra a Frank Black en Pixies, componiendo uno de sus clásicos (Gigantic). Tuvo éxito comercial en cuanto fue libre (Last Splash). Tiene una hermana gemela idéntica. Ha estado gorda, flaca, se ha puesto vestidos vintage, ha hecho giras enfundada en camisas de leñador, fotos promocionales con vaqueros anchos y sudadera, camisetas de baloncesto. Es atea. Reniega de la producción moderna, jamás graba con ordenadores. Fue animadora en el instituto, popular y empollona. Hace todo ella: hasta imprimir las portadas de sus singles o venderlos por internet. Vive con sus padres. Porque 20 años antes de las Pussy Riot ella hizo esto: https://www.youtube.com/watch?v=29DKkmZMTlk. Y mil cosas más que me estaré dejando.
Merrill Beth Nisker (Peaches) [Recomienda: Raúl Querido]. Es una artista total, capaz de mantener un foco rompedor en todo lo que hace. Para lograr algo así hay que ser muy lista, estar permanentemente disconforme con lo que se ve alrededor y, como respuesta, ser capaz de lanzar un discurso que, en el caso de Peaches, no va sólo en las letras o la música, ni siquiera en las declaraciones y entrevistas, va en todo. En su forma de enganchar, en como irradia un magnetismo irresistible, en como hace explícito lo sexual y lo exagera (o no) apropiándose sin disculparse de tótems de la cultura popular normalmente masculinos. Yo la he visto salir a un escenario y, a mitad de la primera canción, ya estaba lanzándose sobre el público. Tiene temazos pero esoen su caso es lo de menos. Lo de más es la provocación, que le sale sola. En su discurso musical, se ha ido apropiando te del glam hipersexualizado, de la agresividad punk-rock, pero también de los ganchos pop y del techno más inmediato. Cuando la han invitado a estar en primera línea, ahí ha estado. Sony la fichó, le dio mucho dinero para que hiciera un vídeo, e hizo ‘Set it off’. Sony lo descartó, también a ella. Y ella siguió a lo suyo. Está claro que lo suyo ha conseguido ser aceptado por un público amplio. Cuando de la parte menos guay de ese mismo público salieron voces diciendo que si no estaba mayor ya para seguir con ese ritmo, ella lo dejó claro: “I’m going to make aging cool”. ¡Que vivan las groseras! Y, joder, cómo molan las que lo son sin descanso y, además, lúcidamente y, además, no están dispuestas a retirarse, ni mucho menos a que las retiren. Las necesitamos. Ojalá nuevo disco de Peaches pronto.
También recomienda a Peaches Toña Medina: “De Peaches me gusta cómo a la mínima se agarra el coño con una actitud desafiante. A veces no sé si está haciendo una parodia de las famosas tocadas de huevos que se hacen algunos hombres arriba y abajo de los escenarios. “esto es mío y hago lo que quiero con él” parece decirme Peaches, y qué ganas me entran de hacer lo mismo”.
Beth Ditto. [Recomienda: M A Lawiss]. Sin complejos, talentosa y deslenguada. Necesitamos más role models como ella. Y ese cuerpazo <3 STANDING IN THE WAY OF CONTROL.
Loredana Bertè [Recomienda: María Frigo]. Porque siempre ha sido indomable, anárquica y orgullosamente grosera. Porque en 1974 en sus canciones hablaba de deseos salvajes femeninos, y de de hombres que se acojonan frente a una mujer empoderada y no valen ni para follar. Porque si engorda no deja de llevar minifaldas y porque si le pica el coño en concierto se lo rasca. Porque su presencia transgresora incomoda, descoloca y molesta. Porque la feminidad que ella expresa asusta, irrita e incluso indigna. Porque es autentica y sincera, porque nunca ha ocultado ni sus dependencia a las drogas ni las razones de su enganche a los psicofármacos. Porque se ha preocupado de hacer participar a su público de todos los brotes psicóticos que ha tenido desde 1974 hasta hoy. Porque ella es a sí, porque si su novio la deja ella escribe una canción titulada “te echo de menos”, ¿y qué? Porque en 30 años de carrera nunca ha aprendido a cantar, no es algo de su interés. Ella grita, y lo hace como si quisiera arrancarse las cuerdas vocales y escupírtelas en la cara. Ella no es fina, no cierra las piernas cuando se sienta, te manda a la mierda sin motivación alguna, ella NO ES UNA SEÑORA.
https://www.youtube.com/watch?v=wYnrIZy5ijs
Holy Goligtly [Recomienda: Paula JJ]
Mi ordinaria favorita de la historia del rock es Holy Goligtly, de las Hedcoatees. Se me ocurren pocas cosas más groseras que la expresión del deseo sexual femenino en primera persona y sin tapujos. Eso es exactamente lo que hace en su hit Come into my mouth, una letra maravillosa en la que Holy reivindica cantando su deseo explícito de la forma más soez posible.
María del Mar Bonet [Recomienda: Neu Grau]. Que volen aquesta gent? – https://www.youtube.com/watch?v=58O4EcMC6dQ
Groseras del metal: Candace Kucsulain, Angela Gossow y Azuzena [Recomienda: Marta Fernández]. Mi primer recuerdo fue para Candace Kucsulain de WALLS OF JERICHO, una vocalista salvaje en un grupazo increíble y en una escena totalmente masculina como es el hardcore. Además, es culturista profesional y posee un canal en YouTube donde aparece levantando pesas y mostrando unos músculos brutales. Pero creo que Candace, aunque transgresora, no es molesta, es admirada por tíos porque su personaje termina siendo una imitación del rol masculino; aunque, desde luego… no está dentro del estereotipo femenino. Su fortaleza y su rudeza hace que la admiren y teman a partes iguales. Pensé también en Angela Gossow, la primera cantante ARCH ENEMY, una de las precursoras del death metal, nada que ver con las cantantes de metal melódico (la figura femenina más habitual dentro del metal), sino que dirige su banda a través de unos guturales brutales. La primera vez que la vi en un escenario, con su camiseta de Rebel GRRRRL y la fuerza que transmitía, me quedé con la boca abierta. Pero tampoco me convence como ejemplo de grosera (ojo, sí de pionera, igual que Candace, en ámbitos de tíos), porque aunque son transgresoras no son incómodas.
Dentro de la escena del metal española, no puedo dejar de recordar a Azuzena, la cantante de SANTA que formó parte de la escena de los 80′ de Madrid, en un momento en el que el rock era actitud, transgresión y provocación, pero en el que apenas había cabida para las mujeres. Estaba Doro Pesch de WARLOCK, pero pocos referentes femeninos más se podían encontrar en la escena, y mucho menos en un país que había estado condenado al inmovilismo durante cuarenta años. Azuzena, llamada la Wendy O. española, tuvo los ovarios de salir al escenario y romper un montón de estereotipos como frontwoman de una banda de heavy metal, con su actitud macarra que la llevaba a simular felaciones con el mástil de la guitarra.
Krudas Cubensi [Recomienda: Marta Fernández]. Solo su temazo de rap “La Gorda” les basta para estar en la lista: en él reivindican su cuerpo como propio y no como objeto para el deseo ajeno, se enorgullecen de sus lorzas, de sus curvas y de su carne. En el videoclip, aparece una imagen de una de ellas afeitándose la barbilla. Brutal.
Silvia Resorte [Recomienda: Marta Fernández, ¡a tope Marta!]. Con su velo de novia, la camiseta transparente dejando entrever sus pechos y haciendo punk con ÚLTIMO RESORTE. La pura imagen del punk, no del punk de escaparate, sino el punk del “hazlo tú mism@”, donde daba igual cantar mal o bien, saberse o no los acordes, el objeto del punk no era crear música armónica, sino expresar la rabia y romper con todo lo establecido.
Merrill Garbus (Tune Yards) [Recomienda: Marta Limón]. Es grosera porque grita y se retuerce y pone muecas. Y además se aprovecha de ello para reforzar su presencia. https://www.youtube.com/watch?v=YQ1LI-NTa2s
Rockbitch y The Horny Bitches [Recomienda: Core Tres]. No una, sino groseras en grupo. Dos grupos, unidos en manada salvaje.
Nina Simone [Recomienda: Gala Plácida]. Por aquellos shows en los que se ponía a gritar que ella no iba a tocar para la gente blanca. Hay un articulo en Píkara que precisamente arranca con aquellos episodios.
Listado variado en un hilo de Facebook. [Recomiendan: Las amigas de Palomitas en los Ojos]. María Jiménez; (The teaches of) Peaches; Gwendy O y la Hagen cuando empezó; La Lupe; TATI QUEBRA BARRACO; Karen O; Paquita La del Barrio; Nicki Minaj casi casi demasiado. (Si este culo no es escandaloso yo ya no se).
Lo clásico y lo punkrocker. [Recomienda: Ingrid Guardiola]. Lo obvio es Pussy Riot, Las Vulpes, Courtney, PJ, etc., pero más allá del punk-rock o de “lo obsceno, grotesco” formal, a mí Nina Simone, aunque haga “música clásica negra” (como le gustaba definir) me parece la más maravillosamente grosera cuando suelta al público, entre otras perlas, “¡Que se jodan los que llevan esmoquin o joyas! ¡Yo no he venido a cantar para esos gilipollas vestidos de gala!”. También está Yo-Yo-Yolandi de Die Antwoord. En otro registro están las groseras por ir en contra de lo que se espera de ellas: Paquita la del barrio cuando canta aquello de “Rata de dos patas”. Como es grosera Chavela Vargas cuando en un México bastante machista compone una canción de amor lésbico con “Macorina” (pero esto ya es otra subsección del tema). Como otra subsección están las mujeres-huracanes en un cuerpo de cristal: Judy Garland, Amy Winehouse, Whitney Houston… Si son groseras es porque ya han abandonado el cuerpo que las desprotege. Pero yo soy muy clásica…y había también el maravilloso video de una artista que me gusta mucho y (se me ha ido el santo al cielo) cuyo nombre no puedo recordar que a raíz de que se publicó su foto con el pecho al aire (se le fue para Úbeda en un concierto), ella decidió dedicar un tema a la prensa y se desnudó en directo y los machacó verbalmente, ella sola con su piano… muy finito // Y Nina Hagen muy grande.
Yo añado a dos de mis favoritas:
Courtney Love (guitarrista y cantante de Hole). Ya lo he dicho, pero insisto, Kim. Para mi es la reina absoluta, lo tiene todo: es desmedida, arrogante, obscena, sucia, drogadicta, bocazas… Much*s la consideran la asesina de su propio marido: es una terrible esposa, una madre desastrosa… ¿qué puede haber más grosero que eso?
https://www.youtube.com/watch?v=TBTl611c9fs
https://www.youtube.com/watch?v=UDV6kW0FOek
Ágata Pyzik coincide conmigo, y asegura que todo esto tiene un valor mucho más allá de la propia subversión, queda el empoderamiento que genera la presencia de su personaje. Así la describe en su artículo: “Es cursi, exhibicionista, desvergonzada y al mismo tiempo vulnerable y preparada para mostrarlo”, “Problemática, inestable, lo que hizo por sus fans sin derecho al voto, por ayudarles a aceptarse a sí mismos, importa mucho más”.
Donita Sparks (guitarrista y cantante de L7). Hay una leyenda que dice que en el Festival de Reading de 1992 se quitó el tampón en el escenario y lo tiró a la multitud gritando “Cómanse mi tampón utilizado, cabrones!”. Es cierto.
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Kartas a Kim es un diálogo ficticio con Kim Gordon (Sonic Youth, Body/Head) a través del libro La chica del grupo (Editorial Contra, 2015). Con un té de ginseng en la mano, nos centramos en la relectura con perspectiva de género de sus experiencias en la música independiente desde los 80, y tratamos de responder preguntas como: ¿Qué significa para Kim Gordon ser la chica del grupo? ¿Cómo ha sido la experiencia de una de las grandes estrellas del rock alternativo de los 90? ¿Nos dice eso algo sobre el panorama general?